Si nos ponemos a mirar hacia la Torre Gálata [la otra orilla de su inmensa rada], los barrios o distritos son algo más tranquilos, si obviamos, naturalmente, la zona del Gran Bazar [Bayaceto o Beyazit nos queda algo más lejano] nos centramos en la Universidad de Estambul y por supuesto varías mezquitas, entre ellas tenemos la de Suleymaniye; relativamente cerca y en restauración el famoso Acueducto de Valente.
Aquí, los compradores compulsivos no son nada afortunados porque a pesar de estar en territorio “al mayor” en realidad sólo tienes que mostrar interés por algo y acabas comprando. El euro es aceptado, incluso en moneda, los cambios, cuando no hay posibilidad te los darán en lira turca que en mi último viaje estaba 1 a 10 y, por suerte, es mucho más fácil cambiar que en el burocratizado sistema español que, si seguimos corriendo, prácticamente vamos a tener que ir a buscar moneda extranjera a la capital del reino. En la zona del Bazar es relativamente fácil y tienen los mejores cambios, la variación siempre será mínima y, por ejemplo, cambiando cien euros apenas oscilarán cincuenta céntimos arriba o abajo, si vas a un banco, entonces tendrás peor cambio y deberás abonar comisión.
Digamos que podemos tomar como referencia el puente Gálata –atención debajo hay infinidad de restaurantes con exquisitos platos a base de pescado- ahí está también la Estación de Autobuses y los embarcaderos con destinos continuos a la otra orilla del Estrecho o paseos a zonas específicas. Los precios son asequibles para el pueblo turco y para nosotros es realmente barato por no decir que casi estás viajando gratis si comparas con los precios de esos mismos servicios en España. Evidentemente, si uno decide usar los exclusivos para turistas, entonces esos sí tienen casi precios europeos.
Digamos que esta zona sería la otomana, su máximo apogeo o cenit llegó con Suleimán el Magnífico en el XVI, entonces quedó convertida en un floreciente y moderno centro intelectual, la ciudad se llenó de mezquitas imperiales y sobresalió el denominado Miguel Ángel de Oriente [Mimar Siman y sus muchos discípulos]. Si queremos comprobar los dos mundos, tan diferentes pero no tan distantes, entonces lo mejor es visitar la Mezquita Azul –en obras en 2021- y la de Fatih, en la otra punta de la ciudad. En la primera las masas, en la segunda el recogimiento, la paz interior o la fe que invita a abrir tu interior pero, teniendo siempre en cuenta que estamos en uno de los bastiones más tradicionalistas de Estambul. Esa paz se rompe los miércoles cuando se convierte en un abigarrado zoco o barato de genuino sabor anatólico y contrasta fuertemente con la cotidiana quietud. No hay que complicarse la vida y se hace necesario respetar sus costumbres –las mujeres especialmente ellas, allí, llevan chador, algo que no se verá tanto en el resto de la ciudad- y si intentamos acceder a una mezquita el rigor o el decoro, como ustedes gusten, es de inevitable cumplimiento.
Si volvemos la vista hasta el puente Gálata, lo pasamos y estaremos ante otra zona con personalidad propia, aunque es realmente dura para el peatón, las empinadas calles te dejan sin aliento, lo mejor es tomar algunos tramos con el “Túnel” [funicular subterráneo, de ahí el nombre] que pasa por ser uno de los metros más viejos del mundo aún en servicio, fue una de esas obras bien pensadas, bien amortizadas y que no dejan de utilizarse; sólo dispone de dos estaciones para sus casi 600 metros de cuesta, es el gran legado del francés Gavand, fue levantado entre 1871 y 1874; hoy en la zona en la que vivo, el ayuntamiento hace obras, dejan las piezas de piedra artificial prácticamente sin fijar, comienzan a pasar coches y si llueve, ya sabes: ponte un traje de buzo porque no deja de salir barro de esas piezas que se asemejan a un mecano. Por supuesto prácticamente cada año hay que rehacer parte de las calles. ¿Por qué no se fijan en estas obras que duran siglos y con apenas mantenimiento? ¡Ay!, no habría comisión, ergo corrupción, el constructor se ajusta al máximo a los concursos de obra pública, el político pone la mano y el ciudadano paga impuestos.
Si hemos utilizado ese tramo de Túnel [el coste no llegaba a un simple caramelo en España] para subir, casi de manera inmediata tendremos la calle más famosa, posiblemente, de toda Turquía. Por lo general si viajas en grupo te suelen llevar a la plaza Taksim e iniciar el recorrido a la inversa hasta la torre Gálata [época genovesa] que es todo un reclamo, incluso en la pandemia, esa espera no te la ahorraba nadie, al menos media hora para poder subir y contemplar la ciudad desde esa atalaya construida en la época dorada del comercio genovés. Recordemos que Turquía no cerró sus fronteras, algo que si hicieron otros países y arruinaron a millones de personas. Curiosamente con casi el doble de población han tenido la mitad de muertos y sin menos restricciones, con lo que uno acaba preguntándose ¿a qué juegan los estólidos de Bruselas?
La calle Istiklal se ha convertido en lo más “fashion” del país, allí encontrarás lo más moderno y zonas de juerga para todos los gustos, por supuesto infinidad de callejuelas laterales acaban encerrando otro microcosmos e infinidad de sabores. Al margen de edificios religiosos que pueden pasar desapercibidos, sería el caso de la Iglesia de San Antonio de Papua o la de Santa María Draperis [ambas al lado izquierdo si hemos iniciado el recorrido en Taksim] para mi gusto la primera es mucho más interesante. Por supuesto, hay infinidad de puntos para entretenerse e inmortalizar, todo dependerá del tiempo que tengamos para perdernos por esas animadas y bulliciosas arterias, siempre concurridas, siempre cambiantes.
Ver más artículos de
Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.