Hace unos días presenté mi libro “Educar es amar” en la facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga. Tenía muchas ganas de este encuentro por dos motivos. El primero por estar dirigido al alumnado que, dentro de poco tiempo, serán los futuros y futuras docentes. En segundo lugar, porque estuve acompañado por algunos queridos amigos, miembros de mi movimiento de renovación pedagógica (M.C.E.P.), así como, por varios profesores universitarios a los que les tengo mucho cariño y admiración.
En el lenguaje periodístico se denomina foto de familia, aquella que se hace al final de algún acontecimiento importante con el posado de las personas que han participado. Cuando vemos esas fotos, lo primero que nos llama la atención, es si las personas están serias o sonríen. De ese modo podemos intuir el éxito o fracaso de la reunión. En este caso, como se puede comprobar, estamos sonrientes, lo que indica que fue un encuentro feliz.
Las personas que me acompañan en la foto son, la profesora Carmen Rodríguez Martínez y los catedráticos eméritos, Ángel Pérez Gómez, Miguel Ángel Santos Guerra y Miguel López Melero, de la Universidad de Málaga.
Es muy poco frecuente que, hayan coincidido durante tantos años en un mismo departamento universitario, personas de tanta valía personal y académica. El departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga, ha sido y, ojalá siga siendo, un referente de primer orden en el desarrollo y difusión de la pedagogía crítica en España y en muchos países de latinoamérica. Y, es ese el motivo, por el que quiero mostrarles mi reconocimiento público desde la admiración y el cariño.
Carmen Rodríguez Martínez
Entre los años 89 al 91 del pasado siglo, Carmen, junto a otra compañera maestra, llamada Gloria Arenas y yo, hacíamos dos veces a la semana, el recorrido de ida y vuelta desde Granada a Málaga para realizar los cursos de doctorado. A pesar del enorme esfuerzo que nos suponía, elegimos el departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga, porque queríamos recibirlos de un grupo de profesores que, siendo entonces bastante jóvenes, ya destacaban por sus investigaciones y publicaciones. En los viajes de ida, comentábamos los acontecimientos políticos y sociales, junto a nuestras prácticas docentes en las aulas. En los de vuelta y, a pesar del cansancio, solíamos debatir sobre las interrogantes que nos habían dejado las clases recibidas.
Aunque inicié mi tesis doctoral en el año 1991, no la terminé al ser elegido alcalde de mi pueblo y agotar todas las prórrogas. Después de aquella experiencia municipal, obtuve una plaza en la Inspección Educativa y perdí la motivación para volver a realizar todo el recorrido de un nuevo doctorado. En esos años, Carmen y yo dejamos de vernos, ya que yo fui destinado a Málaga como inspector y ella se marchó a Cádiz a dar clases en la universidad. Años más tarde volvería como profesora titular, al departamento de Didáctica y Organización Escolar de la universidad de Málaga, junto a los que fueron nuestros admirados profesores de doctorado. Supongo que fue todo un regalo para ella.
Carmen tiene un largo recorrido académico e institucional. Su tarea investigadora y docente se ha especializado en la formación del profesorado, las políticas educativas, la evaluación y, de una manera muy especial, en la igualdad en la educación. Ha coordinado importantes proyectos de investigación, publicado numerosos artículos en las revistas más importantes de pedagogía y escrito libros muy interesantes, entre los que destacaría, Educar a la ciudadanía. Un proyecto político (2008), Género y cultura escolar (2011) y Políticas educativas en un mundo global (2019)
En el ámbito institucional, Carmen ha desempeñado, entre otras responsabilidades, la de Directora General de Innovación Educativa y Formación del profesorado (2004-07) y Directora General de Ordenación y Evaluación Educativa (2007-08) de la Junta de Andalucía. Durante esos periodos, coincidimos en Granada en alguna ocasión, debido a mi tarea como inspector.
Carmen siempre me ha parecido una mujer inteligente, perseverante, sosegada, de escucha atenta y de análisis muy acertados.
Miguel Ángel Santos Guerra
El día de la presentación del libro, me encontré con un Miguel Ángel al que hacía mucho tiempo que no veía. Mantenía su característico peinado que, le sigue dando un aire rebelde, junto a su habitual sonrisa y cercanía.
Además de ser uno de aquellos profesores del curso de doctorado, Miguel Ángel fue el director de mi proyecto de tesis: Análisis de experiencias y materiales, surgidos a partir de las investigaciones en el aula. Con ella quería reflexionar sobre mi práctica docente, inspirada en la pedagogía de Celestín Freinet y, con la pretensión, de que pudiera ser útil a otros y otras compañeras docentes. Elegí a Miguel Ángel por su experiencia docente como maestro en distintos niveles educativos y, también, por su visión muy práctica y apegada a la realidad cotidiana en las aulas.
Embelesarse con el discurso de Miguel Ángel en sus clases, conferencias o charlas cotidianas, es muy fácil. Sus exposiciones, incluso con los temas pedagógico más tediosos, son directas, fáciles de comprender, ingeniosas, amenas y, sobre todo capaces de emocionar. Creo que, es por eso, por lo que ha escrito tantos artículos y libros hablando sobre la importancia de las emociones en la educación, como en La escuela que aprende (2006) o Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela (2020)
Otro tema sobre el que ha escrito de diferentes maneras y enfoques es, sobre la evaluación de centros, enseñanzas y procesos. En todos ellos intenta hacer visible lo cotidiano, título de un libro de 1990 que me hizo reflexionar y afianzar mi práctica docente. Recientemente ha escrito otro libro que reúne esos dos principios, la importancia de las emociones y la evaluación titulado, Evaluar con el corazón. De los ríos de las teorías al mar de la práctica (2017)
No es posible citar, en un artículo como este, todas las publicaciones, artículos y conferencias que ha escrito o impartido hasta la fecha. Hace unos días, lo llamé para aclarar una duda y acababa de finalizar una videoconferencia con Chile que, junto a Argentina, son lugares donde se le admira y se le quiere. Me comentó que, en cuanto sea posible viajar tras los efectos de la pandemia, cruzaría el océano para compartir desde los ríos de las teorías, los mares de las prácticas.
Ángel Pérez Gómez
Las clases de Ángel Pérez, en los cursos de doctorado, eran como esa música clásica que te envuelve de una manera suave y gozosa. Ángel tiene un hablar pausado y una argumentación profunda y sutil que, te conduce hacia un proceso inevitable de reflexión. Recuerdo que sus clases, a veces al final de la jornada, eran como un postre discursivo en el viaje de vuelta.
Sus méritos académicos son tan numerosos que, solo destacaré a modo de ejemplos, la Cruz de Alfonso X el Sabio al mérito docente (1986) o el Premio Nacional de Innovación e Investigación educativa (1992).
El número de libros y publicaciones en revistas es muy numeroso. Durante muchos años leí sus artículos en la revista Cuadernos de Pedagogía que, durante décadas, tuvo una gran influencia en la formación teoría y práctica de muchísimos docentes. Sus análisis sobre el sistema educativo, la formación del profesorado, o la necesidad de aprender a pensar para poder elegir, fueron y son temáticas, sobre las que ha investigado y escrito en numerosas ocasiones.
Pudiera parecer que Ángel, por sus elaboradas y profundas propuestas, es sobre todo un teórico. Sin embargo, para llegar a ese discurso sólidamente fundamentado, hay mucho trabajo de investigación y evaluación de las prácticas docentes. Sirva como ejemplo, de ese afán por acercarse a la realidad educativa, su asistencia a un congreso estatal del M.C.E.P. en el que lo recuerdo escuchando y debatiendo como un asistente más.
Revisando su numerosa bibliografía, llego a la conclusión, no sé si de manera equivocada que, prefiere escribir obras colectivas, en vez de títulos individuales. De entre sus obras colectivas destacaría: La enseñanza: Su teoría y su práctica, todo un clásico, escrito junto a José Gimeno Sacristán y Pierre Bourdieu (1983) y La investigación-acción en educación, junto a John Elliot (1990). De sus obras individuales me fue muy útil, La cultura escolar en la sociedad neoliberal (1998)
En aquellos tiempos, siendo yo un joven maestro, libros como los citados me hicieron reflexionar sobre el sistema educativo y la sociedad que le da forma, fundamentaron mis procesos con las investigaciones escolares que, junto al trabajo cooperativo en mi movimiento de renovación pedagógica, me ayudaron a ver mis prácticas docentes de una manera mucho más profunda y global.
Miguel López Melero
Corría el año 1977, cuando conocí a Miguel en el IV Congreso estatal del M.C.E.P. que se celebró en Granada. Miguel era maestro y creo que ya estudiaba pedagogía. Sin embargo, no sería hasta años más tarde y, gracias a nuestro común amigo Nicolás González, cuando nuestra amistad comenzó a crecer. Desde entonces hemos colaborado en muchas actividades y compartido muchas luchas.
Para mí, hablar de Miguel, es hablar de Inclusión y del Proyecto Roma. Hay muy pocas personas que hayan investigado, escrito, propuesto e influido tanto en la educación inclusiva en nuestro país y en otros muchos lugares como él. Desde sus numerosos libros, artículos, conferencias y talleres ha formulado alternativas para la formación del profesorado, la educación intercultural, la calidad de vida y las ciudades educadoras. Toda una propuesta global desde la inclusión.
Desde el año 1990 es director del Proyecto Roma. Invito a que se profundice en esta propuesta pedagógica que, no es ni más ni menos, la plasmación práctica del paradigma defendido por Miguel a lo largo de toda su vida profesional.
Para el Proyecto Roma, todas las personas son competentes para aprender, en unas aulas que deben ser comunidades de aprendizajes, mediante el trabajo cooperativo y solidario. Esa construcción social del conocimiento se realiza a través de proyectos de investigación, donde las diferencias de cualquier tipo son consideradas como un valor. El trabajo de los docentes se desarrolla en grupos de investigación-acción, siendo su objetivo la transformación de la realidad. Por mi labor de inspector, conozco colegios en Málaga y Granada que, trabajan con el Proyecto Roma y doy fe de la calidad educativa que llevan a cabo. Lo que demuestra que este proyecto no es una teorización, sino una realidad educadora aplicada.
(*) Este es mi modesto homenaje y reconocimiento, a la extraordinaria labor de unos docentes comprometidos con la función crítica y transformadora de la Educación.
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licenciado en Historia, ha sido maestro e Inspector de Educación.
Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación,
entre los que destacarían
“La Investigación del Medio en la Escuela” y ‘Educar es amar’