El 1 de mayo de 1970, que era viernes, participé en una divertida experiencia deportiva que aún recuerdo y de la que, además, se hizo eco el periódico IDEAL al día siguiente: la “Operación Nieve y Mar”. Fue bautizada así por sus organizadores, entre los que se encontraba el empresario de cines granadino Pepe Nadal, que era un gran aficionado al esquí y, sobre todo, un incansable “inventor de aventuras”.
La jornada fue muy intensa, puesto que consistió en ascender temprano desde Granada hasta las pistas de Sierra Nevada y esquiar durante toda la mañana, descender posteriormente a la playa del Altillo, en Almuñécar, para darse por la tarde en el mar el primer chapuzón de la temporada estival y regresar, ya por la noche, al punto de partida. Se trataba, en definitiva, de despedir al invierno y recibir al verano.
Lo que hay que tener en cuenta es que hace cincuenta y dos años ni los coches ni las carreteras eran las de ahora. Entre los vehículos de la marcha estaban los populares Seiscientos (o “Seíllas”), con motores muy fácilmente calentables en los fuertes ascensos —sobre todo si iban cargados—, así como otros Seat, entre los que se encontraba el familiar “1400” de mis padres y el, casi igual pero algo más potente, “1500” del citado empresario, un Simca 1000 y un Renault Gordini. Y en cuanto a las carreteras, la subida a Sierra Nevada se hacía pasando lentamente por La Lancha, Cenes de la Vega, Pinos Genil y por un sinfín de mareantes y peligrosas curvas —muchas de las cuales se mantienen, más anchas, en el trazado actual de la A-395— hasta llegar a Prado Llano; mientras que el descenso a Almuñécar fue por la misma ruta hasta la capital y, a continuación, por la espectacular pero estrecha e, igualmente, muy tortuosa carretera “de la Cabra” (A-4050), es decir, la de la sierra de Cázulas, que desde el Suspiro del Moro desembocaba en las playas sexitanas tras arriesgadas vueltas y revueltas, sin pasar ni por Motril ni por Salobreña pero sí por Otívar y Jete, y cuyo nombre se debía a la abundancia de cabras monteses en sus alrededores.
Mis recuerdos no permiten informar de mucho más: solo de haber “posado” con mi hermano para la foto de Ideal sujetando uno de los carteles con los que, para darle más vistosidad a la caravana, fueron adornados los coches. Pero hace pocos años pude recuperar la página completa del “reportaje”, que refrescó mi memoria y enriqueció los detalles del “rally”, como lo llama.
Gracias a ello ahora sé que, para esquiar, llegamos en el telecabina hasta Borreguiles, donde la temperatura al mediodía fue de “unos dieciséis grados aproximadamente”, permitiendo a algunos practicar el último descenso por la nieve en pantalón de deporte —corto, según se aprecia en la instantánea de Torres Molina—. También que en los carteles de los coches no ponía “Operación Nieve y Mar”, como yo pensaba, sino el lema de ese año para la misma, que era el manido “Solo es posible en Granada”, así como que para comer se hizo una parada en algún lugar de la carretera “de la Cabra”.
IDEAL añade, asimismo, que muchos de los numerosos turistas de Sierra Nevada, madrileños principalmente, se percataron de la curiosa expedición y cómo alguno comentó que, efectivamente, “Esto es una verdad tan grande como la propia sierra”, es decir, “que solo se puede hacer en Granada”, apostillando que “encontró pintoresco y singular que a la una y media de la tarde estuviesen aquellas personas en el mes de mayo, sobre unas pistas con más de dos metros de nieve, a cerca de tres mil metros de altitud (*) y que a las seis de la tarde, después de haber regresado a Granada y haber almorzado en el campo, se bañasen en el mar, entre los frutos tropicales. (…)”.
En fin, “locuras” de una época lejana y distinta en la que las ganas de pasarlo bien hacían cortas las más largas distancias y rectas hasta las más cerradas y peligrosas curvas.
(*) En esa misma página del periódico se informaba de un grosor de nieve de 2,10 metros en Borreguiles, que está exactamente a 2700 metros de altitud.
Ver artículos anteriores de
Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)