Juan Franco Crespo: «Estambul: el lado asiático de la gran urbe»

Sin duda este lado es mucho menos atractivo para el viajero aunque también tenga sus encantos, por ejemplo, el de la inolvidable colina de los enamorados donde en mi primer viaje me encontré la radio de la policía turca que en aquella época todavía usaba la Onda Corta y por ahí debe de andar su QSL en un sencillo papel y de la que me hice unas cuantas fotos que, con el colapso de mi anterior ordenador, se perdieron y de vez en cuando me las encuentro en la red en algunas de las páginas de radioescuchas o diexistas por aquello de ser una estación exótica y poco habitual, lamentablemente sólo está en la FM y la colina en esta ocasión custodiada por las célebres camionetas de la policía.

La histórica QSL de la emisora de la policía turca, otra radio que abandonó la Onda Corta

Dos décadas después de mi primera visita a la urbe, me la encontré más decadente, menos animada y, por consiguiente, más triste ¿la pandemia? ¡Saber, dirían los ticos! Quizá fuera producto de la hora, por la mañana no es precisamente la mejor ocasión pero, la luminosidad del mediodía, permite una mejor vista de la parte europea de la megalópolis turca. Ahora, es mucho más fácil cruzar al otro lado, bien por el célebre puente o el metro, aunque deberemos señalar que el paseo en barca no deja de ser una romántica opción para llegar a la otra orilla si, además, encuentras que sólo es para un pequeño grupo de cinco personas, entonces la comodidad y la privacidad hacen que valores esa oportunidad de volver a un lugar conocido.

En este lado tampoco faltan mezquitas así que tampoco hay que preocuparse, en la ladera estaban construyendo otra más, la ingeniería en construcciones religiosas tiene buenos clientes en esta parte del mundo. Otras religiones no pueden mantener su patrimonio arquitectónico acumulado durante dos milenios y aquí siguen elevando fantásticos edificios para estar cerca del Todopoderoso.

La tanqueta policial en la zona de la emisora de radio en la colina de los enamorados

Quizá merezca la pena no perderse el palacio de la emperatriz granadina Eugenia de Montijo [Eugenia Portocarrero-Palafox y Kirkpatrick, Granada 5 de mayo de 1826, Madrid 11 de julio de 1920] a la sazón esposa de Napoleón III cuando en 1869 se hospedó en él mientras realizaba su largo viaje para inaugurar el famoso Canal de Suez. Dicen las leyendas, y los guías se explayan en esa parcela, que el imponente edificio fue fruto de un amor imposible: el del Sultán Abdulaziz y por eso trató que la emperatriz no olvidara nunca su estancia y, realmente, fue así. Eugenia de Montijo regresaría a Beylerbeyi a los 85 años, fue en 1910.

Generalmente este palacio sólo es visitable con guía, en nuestro caso se nos mostró prácticamente en exclusiva durante toda una mañana que dio para desplazarse con toda tranquilidad por su interior. Aunque la vida, en la época en que se levantó [finales del XIX], no carecía de lujos, en la realidad no es el más bonito de los palacios turcos visitados; sobresale su proximidad al Bósforo y ello hace que sea un ambiente relativamente fresco en el tórrido verano, sobre todo si utilizamos su parte exterior ajardinada. Sus funciones fueron básicamente albergar a personalidades de visita oficial, aunque el ala izquierda superior prácticamente era de uso privado por parte del clan femenino del mandatario de turno. Digamos que está tal cual se levantó y de ahí que no deje de sorprender al visitante ese ambiente cargado que le caracteriza.

Fachada del imponente Beylerbeyi, justo bajo el puente, una impresionante obra de ingeniería sobre el Bósforo

En esta zona encontramos un pequeño muelle para los barcos-taxi, en la parte posterior izquierda [justo tras dejar el palacio encontramos el acceso a esas instalaciones] encontramos el embarcadero frecuentemente usado para estos casos.

En cierta media ya lo aconsejé en alguna de mis anteriores entregas, lo más fácil es tomar el transbordador en el puente Gálata [Buscar Eminönü] que suele realizar varias paradas en este lado del Bósforo. Lo mejor es comenzar el viaje bien temprano para aprovechar el día y disfrutar al máximo de la jornada, eso fue lo que hice en el primer viaje y llegué hasta la colorista flota pesquera de Sariyer; en los límites del Mar Negro, abandonaba el ferry y a comer, regresaría por carretera casi al anochecer: era otro mundo.

La fortaleza donde los barquitos suelen dar la media vuelta, aunque dependiendo de lo que uno contrate, se puede subir hasta prácticamente el Mar Negro

Por lo que me dijeron en el último viaje otra opción es bajarse en esta orilla asiática aprovechando el ferry que hace el viaje hasta superar la Fortaleza y, desde allí, tomar los autobuses que suelen realizar la ruta hasta Üsküdar en donde siempre encontraremos una variada oferta gastronómica y transporte para regresar al viejo Estambul y, en caso contrario, andar un poquito en busca del Metro.

 

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.

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