Tomás Moreno Fernández: «Gatos y literatos, poetas y filósofos, III: Gatos y poetas (Cont.)»

2. Seguiríamos, largo y tendido, ilustrando con bellos poemas a los poetas admiradores de los gatos -y autores de reconocidos poemas sobre ellos-, como los estadounidenses T. S. Eliot, Ezra Pound, Williams Carlos Williams, W. B. Yeats y Lawrence Ferlinghetti, el francés Apollinaire o el portugués Fernando Pessoa, autenticas “cimas” de la poesía occidental del siglo XX. Destaquemos sólo dos de ellos, como ejemplo. En primer lugar, el caso del estadounidense-británico Thomas Stearns Eliot, (nacido en Saint-Louis, Misuri, pero fallecido en Londres en 1965), autor de “Tierra baldía” (1922) y de “Cuatro cuartetos” ( entre 1935 y 1942), que publicó en 1939 una colección de poemas, ¡quién lo iba a imaginar!, sobre los gatos: “El libro de los gatos sensatos de la vieja comadreja” (“Old Possum’s Book of Practical Cats”), entre los que destaca el titulado “Ponerle nombre a un gato”, largo y espléndido poema. Tras su muerte, Andrew Lloyd Weber adaptó la colección de esa obra poética para el célebre musical “Catts”, estrenado en Londres en 1981 y en Broadway en el año siguiente.

En segundo lugar, nos referiremos al genial, extravagante y bohemio, y desgraciadamente furibundo antisemita y seguidor de Mussolini, Ezra Pound, perteneciente a la denominada “Generación perdida” y autor de la inmortal y monumental obra de su vida “Cantos Pisanos” (The Cantos, circa 1917 y 1962). Según su amigo, otro gran poeta, W. B. Yeats, que coincidió con él en Rapallo, en 1928, era un auténtico apasionado por los gatos hasta el punto de obsequiar a los mininos que encontraba en los callejones oscuros de la ciudad vaciando sus bolsillos de carne y de huesos. Dedicó a los gatos numerosos poemas entre los que destaca su “Gato domesticado”, que aparece en todas las antologías dedicadas a los gatos. Yeats señala que los gatos pertenecían a las clases oprimidas y, en cierto modo, Ezra Pound se comportaba al efecto como un auténtico revolucionario (Vid. Ezra Pound, Antología, Visor, 1979).

Lawrence Ferlinghetti y su gato

Si dirigimos ahora nuestra mirada a la poesía en lengua española comprobaremos que la atención dedicada a los gatitos a lo largo de nuestra historia literaria no le va a la zaga, en calidad y cantidad, a la escrita en otras lenguas foráneas antes revisadas. Desde Lope de Vega (“La Gatomaquia”) a Ramón Gómez de la Serna (greguerías poéticas…); desde Pablo Neruda (“Sueño de gatos”) o César Vallejo (“altura y pelos”) a Félix María de Samaniego (“La vieja y el gato”); desde Herrera Ressing (“El guardabosque”) y Baltasar del Alcazar (“Salir por pies”) hasta Gloria Fuertes (“El gato Pirracas”) o Ramón de Campoamor (“La carambola”) el motivo felino ha dado ocasión para que nuestros poetas, además de lustre literario, pudieran ofrecernos aspectos y perspectivas interesantes y sorprendentes de los gatitos domésticos. Entre ellos es obligado comenzar por el “Fénix de los Ingenios”, nuestro gran clásico madrileño Fray Félix Lope de Vega y Carpio, que dedicó toda una obra, bien extensa, La Gatomaquia, a ensalzar a sus protagonistas, la gata Zapaquilda y el gato Mízifuf. De ella seleccionamos o entresacamos este bello, como suyo, Soneto.

SONETO

Con dulce voz y pluma diligente,

Y no vestida de confusos caos,

Cantáis, Tomé, las bodas, los saraos

De Zapaquilda y Mízifuf valiente.

Si a Homero coronó la ilustre frente

cantar las armas de las griegas naos,

a vos, de los insignes marramaos

guerras de amor por súbito accidente

Bien mereces un gato de doblones,

aunque ni Lope celebréis, o el Taso,

Ricardos o Godofredos de Bullon.

Pues que por vos, segundo Gatilaso,

quedarán para siempre de ratones

libres de las bibliotecas del Parnaso.

Seguimos con J. L. Borges, al que le fascinaban desde pequeño, los felinos y los tigres, y que iba al zoológico cercano para admirar la elegancia del tigre, tenía un profundo amor por los gatos. De ellos Borges dijo una vez: “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son. Estoy solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me protegiera”. Y también: “Siempre preferí el enigma que suponen los gatos”. Tuvo varios gatos de los que solamente conocemos dos, llamados Odín y Beppo; el primero, un hermoso gato blanco que jugaba con los cordones de sus zapatos y se dormía en su regazo, fue así llamado en honor al dios de la mitología nórdica. Y el de Beppo, un gato atigrado de mal carácter pero que congeniaba con su amo, fue inspirado por Lord Byron, que poseía entre sus cinco gatos, uno de igual nombre, y que según cuentan viajaban con él allá donde fuera. En su obra “La cifra” (1981) Borges le dedicó un poema comentando un suceso en el que un día su gatito se miraba en un espejo y creyó ver a otro gato (un posible rival): “Se llamaba Pepo pero era un nombre horrible, entonces lo cambié enseguida por Beppo, el gato de Byron. El gato no se dio cuenta y siguió su vida” (Información y datos tomados del Blog “Gatos y respeto.org”, de 21 de julio, 2016).

Si tuviéramos que elegir un solo poema gatuno, como paradigma o arquetipo de las cualidades del pequeño felino, ese sería, sin duda, el titulado “A un gato” de “El oro de los tigres” (1972)

A UN GATO

No son más silenciosos los espejos

ni más furtiva el alba aventurera;

eres, bajo la luna, esa pantera

que nos es dado divisar de lejos.

Por obra indescifrable de un decreto

divino, te buscamos vanamente;

más remoto que el Ganges y el poniente,

tuya es la soledad, tuyo el secreto.

Tu lomo condesciende a la morosa

caricia de mi mano. Has admitido,

desde esa eternidad que ya es olvido,

el amor de la mano recelosa.

En otro tiempo estás. Eres el dueño

De un ámbito cerrado como un sueño.

Pero como podemos elegir alguno más ahí va este dedicado a “Beppo”, de igual título, incluido en La cifra (1982):

BEPPO

El gato blanco y célibe se mira

en la lúcida luna del espejo

y no puede saber que esa blancura

y esos ojos de oro que no ha visto

nunca en la casa son su propia imagen.

¿Quién le dirá que el otro que lo observa

es apenas un sueño del espejo?

Me digo que esos gatos armoniosos,

el de cristal y el de caliente sangre,

son simulacros que concede al tiempo

un arquetipo eterno. Así lo Afirma ,

sombra también, Plotino en las Ennéadas:

¿De qué Adán anterior al paraíso,

de qué divinidad indescifrable

somos los hombres un espejo roto?

 

 

Tomas Moreno Fernández,

Catedrático de Filosofía

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