Según Reporteros Sin Fronteras, más de un tercio de la población del mundo vive en países donde no existe la libertad de prensa. Pero no creamos que los otros dos tercios nos libramos de esta enfermedad, es una pandemia mucho más letal e invisible que la que acabamos de vivir. En países como el nuestro el combate se ha hecho más sofisticado, pero siguen recurriendo a la censura, el miedo y la coacción, de una forma más indirecta, para dominar esta fuente de poder: la información.
El pasado 2 de mayo se realizó un acto en homenaje a todos los periodistas víctimas de la represión. Varias organizaciones, entre las que se presenció Amnistía Internacional, leyeron un manifiesto frente al Monolito de Ruiz Carnero, último director del Defensor de Granada, eliminado junto a su diario en 1936.
Entre los cristales de la fiesta de la noche anterior, al lado de un contenedor de vidrio, una quincena de personas se erigían defensoras de esta libertad. Nombraron a los 24 periodistas asesinados en lo que llevamos de año, recordaron la cifra de 478 que son los periodistas actualmente presos; este encarcelamiento creció un 20% en 2021. Mientras, las ‘fake news’ y el monopolio de la publicidad entierran la verdad por la que tanto se sacrifican algunos. Esta desinformación de la sobreinformación ha matado nuestra búsqueda de la verdad y el debate se ha sustituido por la comodidad de confiar en aquello que nos dé la razón para seguir viendo el mundo de la forma simple que nos gusta verlo.
Nosotros perdemos la fe en su labor, pero algunos entienden que no hay futuro posible sin esta libertad, solo pasado.
(P.D.: Este texto de Lucía Real Valdés se ha publicado en la la sección de Cartas al Directos de IDEAL correspondiente al 4 de mayo de 2022)
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