Tomás Moreno Fernández: «Gatos y literatos, poetas y filósofos, V: Gatos y poetas

4. Si Miguel Hernández se muestra tierno con los niños y con los animales, no menos tierna y sensible se manifestó en sus lindos poemas Gloria Fuertes, de la “Generación del 50”. Esta inmensa humilde poeta, fallecida en Madrid en 1998, conocida como “la poeta de los niños”, dedicó prácticamente toda su prolífica producción literaria, caracterizada por la alegría, el humor, el espíritu de juego, a los niños y niñas de su pueblo (Madrid: España).

Tuvo además la virtud de explorar en sus textos las posibilidades del lenguaje para destruir prejuicios y descubrir en lo popular, y en el “habla” infantil y de la gente común, riquísimas dimensiones de lo real ocultadas a presuntuosos, estirados o pedantes. Leídas con mirada de niño y con espontánea inocencia, sus versos nos hacen reír y llorar, pensar y emocionarnos. Lo que ya es algo: más no se le puede pedir a la Poesía. El poema gatuno elegido en este caso es:

EL GATO PIRRACAS

El gato Pirracas estaba helado,

El gato Pirracas vivía en el tejado.

La gata Timotea con las patas se asea,

La gata Timotea vivía en la azotea

¡Bájate conmigo gato!; salta, gato, no seas pato”

Tengo comida de lata”, le dijo la gata.

El poeta Francisco Acuyo con dos de sus gatos

Francisco Acuyo creador y gestor del blog literario Ancile y discípulo, admirador y amigo del gran poeta granadino, de Albolote, Antonio Carvajal*, es un amante incondicional de los gatos. Actualmente goza de la compañía de siete gatos con nombre y “personalidad” propias: Marramaquiz, Zapaquilda, Zoraida, Friz, Mar, Timoteo y Carpincho. Dos están en su piso “granaíno”, los otros cinco en su casa de campo. Autor de una docena larga de libros de poesía y de media docena de ensayos meta-literarios en su mayoría. Entre sus libros podemos destacar Los Principio del tigre (1997 y Haikus de la Alhambra (2014). Como poeta yo lo calificaría como “jánico” (de “Jano bifronte”, el dios griego poseedor de dos frentes o caras que miraban en dirección opuesta). Es, en este sentido, un autor ambivalente: por una parte un poeta de culto, clásico, hermético a veces, habitualmente juanramoniano en busca de la pureza poética esencial y orfebre del lenguaje siempre, caracterizado por una utilización del barroco gongorino, que es clave en su identidad poética. Y por la otra, poeta popular que domina las formas y métrica de la poética andaluza desde las letrillas gongorinas hasta las distintas formas de la copla; desde la poesía japonesa, el haiku, tan cercana al flamenco, hasta el romance tradicional, que domina a la perfección, “romancista consumado” en opinión de Rosa Navarro Durán. Desde que lo conozco, alterna, sin solución de continuidad, ambos perfiles.

De Francisco Acuyo hay que resaltar, para los fines de este ensayo, especialmente su poemario De Feles DignitateGatodiceao El coloquio de los gatos, aun no publicada, dedicada por entero a los gatos y dirigida al solaz, la sonrisa y la edificación de los niños (y de los mayores). Una composición poética que, sin ser una remake, ni un pastiche, ni tampoco una burda imitación, sí recuerda —en su formato e intertextualidad, en su denominación e intencionalidad— a dos de los libros pioneros sobre gatos y perros, de la literatura española y occidental: La Gatomaquia de Lope de Vega y El coloquio de los perros de Cervantes. Diálogo o coloquio delicioso, en el que se pone de manifiesto esa veta de ternura hacia la infancia y también ese amor a los animales, especialmente al felino doméstico, que no contradice, para nada, la otra vección profunda filo-sófica y filo-científica de su producción literaria y de su personalidad intelectual. Consta de XVII apartados precedidos por una Nota Introductoria, en donde explica las circunstancias y motivos de su creación, y por dos sonetos (I. Marramaquiz y II. Zapaquilda) más XV poemas dialogados, que constituyen y configuran un bello y largo Poema en el que sus gatos intervinientes transmutan sus rasgos felinos en humanos transformándose en gatos-filósofos, que asumen en sus argumentaciones y diálogos, modos de pensar propios de los pensadores de todos los tiempos (socráticos, platónicos, aristotélicos, cartesianos, empiristas y hasta kantianos). Leamos, pues, con atención estas dos muestras de su libro, un Soneto sobre el gato Marramaquiz y un fragmento de la disquisición metafísica de un filósofo-gato de nombre Benito Espinosa:

MARRAMAQUIZ.

De lamerse después en el tejado,

Marramaquiz prudente, sabiduría

de lo celeste y lo profano hacía

en honda ontología ensimismado.

Abundante y profunda en la innombrada

agenda hiciese y diligente guía

de ciencia: intelectual orfebrería

donde quedó el saber a su cuidado.

Acuden en tropel, no obstante, dignos,

serios, disciplinados pensamientos

que hablan sobre el silencio de los signos

inveterados de sapiencia viva,

que levantan, diríase, monumentos

de conciencia felinos reflexiva.

POEMA XI (fragmento)

Si disperso o junto,

seguro o accidental,

caprichoso constante,

sujeto o bien objeto,

eterno o bien efímero al instante,

la faz del mundo no sería nunca la misma

hasta el mundo en que el gato

sionista, dicen que marrano,, si

bien de muy pura de bengala raza –y discreto-

que al nombre respondía de Arrebato,

castigo y plaga del sofisma

todo en su ópera póstuma transforma,

así filosofía fue la cara

ciencia donde de grado el panteísmo

más elevado, no el humano,,

sino aquel que este gato mismo

en el mundo universo elaborara.”

Dicho esto y, ya encorvado

Primero el lomo y, luego, prolongado

ad infinitum, félida y elástica estructura,

se despereza cual

luenga fuese y flexible su figura

y entonces, tras un rato bostezando

prosigue con la línea del discurso:

Observen la sustancia

en presta vigilancia,

y el atributo y su conato,

vean qué personal

filosofía de la vida

hace, donde el amor intelectual

se mira en Dios, y en forma no fingible

hubiera de mirarse cada gato”.

Rosaura Álvarez y Antonio Carvajal

Como colofón de esta aproximación poético-sentimental a los félidos peludos ningún homenaje más delicado y cariñoso que este poema de Rosaura Álvarez, poeta granadina (nada menos que del Albaicín, que imprime carácter), una de las poetas más representativas del panorama literario granadino, en el que abundan numerosas y excelentes mujeres poetas. Pertenece a la Academia de Buenas Letras de Granada, profesora de Historia del Arte y exquisita artista con una privilegiada formación musical, pictórica y literaria que se ha reflejado felizmente en su obra poética e intelectual y en su elegante y lúcido talante personal. Entre su muy extensa y variada obra destacan: De aquellos fuegos sagrados (Granada, 1988), edición al cuidado de Antonio Carvajal; y Lumbres apagadas (2012), poemario con el que inicia una nueva etapa de “poesía esencial, desnuda” en su trayectoria poética, oscilante entre el arrobo de la espiritualidad religiosa y de la mística y el esplendor poético del arte y de la búsqueda de la belleza. En el texto poético que seleccionamos —un absolutamente perfecto poema— Rosaura nos ofrece con emoción contenida, una tierna despedida de su gatito, llena de lírico sentimiento e impregnada de una nostalgia que nos interpela y conmueve profunda y fuertemente.

FELINO MÍO

Felino mío, no te empeñes:

Tus saltos ya no tienen eficacia,

tampoco gracia. Andas ya

de despedida, como el débil sol

en el ocaso. Rondas el jardín

como antaño lo hacías,

mas no tienes el gentil gesto,

prestancia del pisar, avizorar

del instante la presa sabrosísima

que tu ser gozaba.

Felino mío

tu mirar brumoso,

tu desgastado olfato,

tu lentitud… denuncian

el sol en el poniente,

tu luz despavorida,

aquella deleitosa luz de ayer

para atrapar a un pájaro.

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Tomas Moreno Fernández,

Catedrático de Filosofía

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