Una araña en la ciudad

Paco Olvera: «Señales de vida silvestre en la ciudad»

Tengo tres amigos que hemos trabajado juntos en la escuela durante algunos años de nuestras vidas. Compartimos, además de inquietudes y valores, un profundo amor por la naturaleza. Con cierta frecuencia realizamos salidas al campo en las que vamos comentando la belleza de los animales y plantas que nos vamos encontrando en los recorridos. Cuando salimos a caminar solos, compartimos con frecuencia en nuestro grupo de whatsapp, fotos y comentarios de lo que nos ha llamado la atención en el paseo de ese día.

Mi amigo Manolo comentó en el grupo que había realizado una jornada online sobre la biodiversidad en los medios urbanos y nos mostraba una foto de una alcaparra que había crecido en el espacio existente entre un muro y la acera. Yo contesté recordando que el estudio de las señales de vida silvestre en los entornos urbanos es una estupenda actividad escolar que nosotros mismos habíamos realizado en nuestras clases. De inmediato se incorporó José Manuel diciendo que estaba casi seguro de que en la terraza de su bloque anidaba un cernícalo. Al día siguiente nos envió algunas fotos de un vencejo en vuelo. Miguel, el otro amigo, es un enamorado de la fotografía y también nos deleita, de vez en cuando con imágenes de sus paseos por la ciudad.

Alcaparra entre la acera y el muro

Investigar en las zonas urbanas

Cuando realizo talleres o charlas para docentes sobre las investigaciones escolares, los asistentes me cuestionan con frecuencia que estudiar la naturaleza en las escuelas de los pueblos pequeños es relativamente fácil, pero que hacerlo en las zonas urbanas debe ser bastante más complicado. Yo les digo que, efectivamente, en las zonas rurales, las posibilidades de estudiar temas de la naturaleza son mayores, más diversas y con mejor acceso para su estudio, pero también les digo que investigar en las ciudades aspectos de la vida silvestre es mucho más sencillo de lo que nos puede parecer.

Les añado que lo más importante es querer construir el currículo de una manera abierta, alejada de los libros de texto y, en consecuencia, construir el conocimiento escolar de una manera más autónoma a partir de los trabajos de investigación. Para conseguir eso, debemos activar en nuestro alumnado los mecanismos emocionales necesarios para que deseen profundizar en sus intereses. Cuando consigamos esa actitud, el camino está abierto.

Vencejo en la ciudad

Son muchas las posibilidades de estudio de aspectos naturales en las urbes. Tal como hemos visto al inicio de este artículo, en un paseo, en el trayecto de la escuela a la casa, en un jardín o en un solar abandonado, podremos observar plantas que han colonizado muros, aceras y hasta en las grietas del asfalto. Del mismo modo es frecuente que veamos algunos pájaros, insectos, arañas y, hasta con un poco de suerte, algún pequeño roedor. Cada planta, animal o señal de vida es un potencial tema de estudio. Solo basta que nos entrenemos en saber observar y reconocer los indicios de vida que tenemos a nuestro alrededor.

El tamaño no importa

Como escribimos en el libro “El mundo tu aventura” (1985), mi amigo José Manuel Gutiérrez y yo, e ilustrado por María José Bustamante, no se trata de buscar en las fuentes de la ciudad anacondas o hipopótamos, tampoco de encontrar en los parques elefantes o gorilas. De lo que se trata, es de aprovechar en las zonas urbanas árboles, plantas y animales con un tamaño suficiente para ser observados e investigados de una manera sencilla y cómoda. Lo importante de las investigaciones no es el tamaño, sino el rigor científico con que las hagamos. Investigar una hormiga es tan interesante como hacerlo con un elefante, pero con la enorme diferencia de que una la tenemos al alcance de la mano y el otro no.

Portada de El mundo tu aventura

Desarrollar procesos de investigación en el aula es sencillo, pero se necesita un aprendizaje. Siempre que hablo de este tema, me gusta empezar haciendo una reflexión sobre un proceso que tiene cuatro momentos: ver, mirar, observar e investigar. Vemos porque tenemos un sistema ocular que se activa de manera automática ante estímulos externos. Si reparamos nuestra atención en algo, entonces se producen las miradas. Observamos cuando esas miradas se vuelven más persistentes, analíticas y reflexivas. Investigamos al poner en marcha una metodología que incorpora a nuestras observaciones otros elementos con la pretensión de encontrar respuestas a nuestros intereses y dudas.

Los pasos de las investigaciones escolares son en todos los casos los mismos. Una vez elegido el objeto de estudio, lo ubicaremos mediante un croquis, después recogeremos todos los datos que nos parezcan de interés; una vez en clase, analizaremos con más detalle los datos recogidos y buscaremos en la biblioteca de clase más información, si fuera necesario. Es muy probable que, a lo largo de este proceso, surjan preguntas y dudas, a las que se intentará dar respuesta. Finalmente, se elabora un librito y se expone en clase a modo de conferencia.

Los gorriones del desayuno

Si estuviera aún en la escuela, les contaría a mis alumnos y alumnas que cuando desayuno cada mañana en la terraza del bar que hay cerca de mi casa, acuden a mí un grupo de gorriones para que comparta con ellos, en forma de migajas, mi tostada. Todos los días, casi a la misma hora, me intento sentar en una mesa que está situada en la periferia de la terraza. Mis queridos amigos vienen piando hasta mis pies de una manera descarada y exigente. Mientras les reparto las migajas me he llegado a plantear la siguiente pregunta: ¿Me reconocerán estos gorriones, por el volumen, manera de vestir y por sentarme cada día en el mismo lugar y a la misma hora? Yo creo que sí. Algunos casi vienen a comer en mi mano de manera confiada.

Tal vez no encuentren los lectores y lectoras relación alguna del relato con el tema que nos ocupa. Voy a intentar explicar que para mí sí la tiene. Dije anteriormente que los procesos de las investigaciones hay que aprenderlos. Cuando se los explicaba a mis alumnos y alumnas, usaba todo el tiempo necesario para que cada paso de las investigaciones fuera bien entendido. Enseñar a pescar es una etapa previa e ineludible para que las futuras investigaciones se vayan produciendo.

Me gusta decir que el corazón de todas las investigaciones son las hipótesis. No aprendemos saberes porque sí, sino que lo hacemos porque necesitamos dar respuestas a nuestras preguntas e intereses. Tal vez se comprenda ahora, el por qué la hipótesis del maestro con sus gorriones podría ser un buen ejemplo para explicarle a su alumnado este concepto.

 Algunas investigaciones que hicimos en clase

A lo largo de mis años en la escuela fui conservando muchas de las investigaciones que se hacían en clase. Algunas de ellas son originales que sus autores y autoras me regalaron; otras son fotocopias de las que se dejaban en la biblioteca de clase y, finalmente el resto, las que anotaba en un cuaderno reflejando la fecha, el tema y una pequeña sinopsis de cada una de ellas. Eso me ha permitido tener un valioso archivo al que he echado mano con frecuencia para distintos estudios y escritos y que en esta ocasión me permite, a modo de ejemplo, mostrar algunas de las que se hicieron sobre señales de vida silvestre en la ciudad.

Es frecuente que en algunas zonas urbanas existan solares abandonados o en espera de ser construidos. Ese tipo de espacios a veces estaban cerca de donde vivían algunos de los niños y niñas de la clase. Poseo investigaciones cuyos esquemas reflejan los elementos que se estudiaron. Normalmente todas ellas tienen un croquis para ubicar el lugar. Si el solar era muy grande, acotaban un trozo del mismo. A partir de ahí seleccionaban algunos de los animales y plantas más abundantes o de mayor interés. El estudio de cada animal o planta ya era en sí mismo una pequeña investigación. En la mayoría de ellas aparecen recuentos y representaciones gráficas de las plantas y animales observados. Una variante de este tipo de investigaciones son los parques o jardines de los barrios. Y otra mucho más sencilla, pero no menos interesante, la de estudiar el pequeño ecosistema que se puede crear debajo de algunas piedras.

Investigando bajo las piedras. El mundo tu aventura.

Otros espacios interesantes de las zonas urbanas son las fuentes, sus alrededores o algún lugar en el que se haya producido una pérdida de agua mantenida en el tiempo y haya sido colonizado por plantas y animales que necesitan del agua o la humedad del terreno.

Los itinerarios que van desde la casa a la escuela y viceversa, también pueden ser estudiados observando los animales y plantas que se encuentran en los muros o en las aceras, como sucedió con la alcaparra de mi amigo Manolo. La ventaja de este tipo de trabajos es que se pueden realizar poco a poco, dedicando cada día un poco de tiempo a la ida o la vuelta del colegio.

Como se puede comprobar, las zonas urbanas pueden ser también, un excelente muestrario de posibles investigaciones.

 

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Paco Olvera,

licenciado en Historia, ha sido maestro  e Inspector de Educación.
Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación,
entre los que destacaría “La Investigación del Medio en la Escuela”.

 

Paco Olvera

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