Para ello, los políticos, son los primeros que tienen que ponerse las pilas, salir de su comodidad, estar a la altura de las circunstancias, dar ejemplo, no insultar, actuar sin dilaciones y ofrecer soluciones
Qué suerte la nuestra de vivir en un país maravilloso, admirable y admirado, envidiado por propios y ajenos y cargado de recursos culturales, naturales, patrimoniales, etc. Más todavía, copiosamente resplandeciente de luz solar, aroma de mar, perfume de montaña, esencia de historia, fragancia de arte, olor a filosofía, sabor a sabiduría, etc. Sin embargo, todo hay que reconocerlo, ocupamos los primeros puestos europeos en tasa de paro y los últimos del mundo en la tasa de natalidad; aunque, los primeros en esperanza de vida. Es urgente replantearnos estos asuntos tan importantes, antes de quedarnos sin futuro. También habrá que revisar la educación, sus programas y sus valores. Si reflexionamos brevemente, sobre las problemáticas y el futuro incierto de la juventud, tendremos que reconocer que algo hemos hecho y seguimos haciendo mal, muy mal.
Pero, afortunadamente, vivimos en una democracia plena, gracias a la Constitución, que mayoritariamente nos dimos los españoles, en el año 1978, con un acierto completo. Nuestra hipótesis constitucional, se ha convertido en una tesis universal, al demostrar su eficacia y su frutífera aplicación, en sus casi cuarenta y cuatro años de existencia. Estoy seguro que nos durará mucho tiempo, porque, gracias a ella, estamos superando esta coyuntura histórica, complicada y difícil, por circunstancias endógenas y exógenas, agravadas por un gobierno, que, increíblemente, no sabemos si juega a favor o en contra de España y de los españoles. Por ello, no estaría demás una reflexión personal, sobre estos asuntos; vayamos a que, en un futuro lejano, perdamos nuestro nivel de vida y las mermadas oportunidades de decidir y opinar, que nos quedan.
El mando de la televisión, nos permite ver una cadena u otra, un programa u otro, un personaje determinado u otro; incluso podemos cambiar, cada vez que aparece un participante, una escena o un anuncio, torticero o impresentable. Libertad total; cada uno en su casa es libre de ver aquello que quiera. Otra cosa distinta, es que hay poco para elegir; porque, casi todas las cadenas son iguales: abundancia y a veces empacho de anuncios, exaltación del individualismo y del consumismo, exceso de violencia, profusión de programas basura, connotaciones sexuales por doquier, tertulias tediosas, con posicionamientos simples y bipolarizados, como si en la sociedad y en la vida, sólo existieran dos modelos izquierda y derecha. Dejamos fuera la complejidad, la diversidad, la interacción, la multicausalidad, las circunstancias, los matices, etc. Es necesaria una educación televisiva, es indispensable la ética para poder ver la televisión, sin que nos engañen y nos tomen por bobos.
La tarjeta de compras, nuestra amiga inseparable, nuestra alegría y nuestro tormento, la que nos saca de apuros y nos pone en aprietos, constituye otra de las potestades, sobre las que decidir, aunque en muchas ocasiones ilusoriamente. Seguir fielmente la moda, parece una solemne tontería y un derroche, que solo los muy potentados, se podrían permitir. Es necesario el equilibrio y la preferencia entre precio, calidad, comodidad, estética y moda. El buen gusto y la elegancia de las personas, está en sus formas de comunicar, hablar y vestir, acordes con el lugar y el momento (un profesor, no debe ir en chanclas a la Facultad), pero, sobre todo, estriba en la amabilidad y el trato que deparamos a los demás. Referente al origen de los productos, igualmente libertad total; comprar a gente que te desprecia cada día y durante todo el año, puede implicar más torpeza, que inmoralidad.
Finalmente, aludiremos a la papeleta electoral, decisiva en tiempos venideros. Aparte de la crisis geopolítica, de la guerra y de las relaciones internacionales existentes, en España estamos viviendo una coyuntura muy particular, crítica y peligrosa. Primero, está protagonizada mayoritariamente por personas poco cualificadas, sin la preparación necesaria e incluso, sin experiencia laboral alguna. Segundo, aún peor, están cargadas de sectarismo, resentimiento y revancha. Tercero, sus afirmaciones y sus argumentos, son completamente falsos y tremendamente injustos, aparte de cargados de autoritarismo y fuera de lugar y de tiempo. Lo único que les mantiene, es la debilidad del gobierno de España, porque en Francia la situación es la misma y nada tienen que decir. Cuarto, sus mensajes minoritarios y necios, tampoco son compartidos por la ciudadanía, tan sólo por minorías extravagantes, que no se conforman con que los respetemos, sino que nos exigen que seamos como ellos quieren; es decir, que practican lo que critican: tolerancia cero con los demás.
Con todo, no estamos ante un asunto baladí, sino ante una tesitura, tan estúpida, como grave, que nos exige reflexionar y actuar con determinación y valentía. Para ello, los políticos, son los primeros que tienen que ponerse las pilas, salir de su comodidad, estar a la altura de las circunstancias, dar ejemplo, no insultar, actuar sin dilaciones y ofrecer soluciones. Necesitamos argumentos clarividentes, ideas consistentes, razones evidentes, datos rigurosos, expertos, proyectos, calendarios, etc. aparte de entusiasmo, ilusión y veracidad absoluta. Así podremos votar con confianza, esperanza y tranquilidad.
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Catedrático y escritor