Resulta que nos ha dado –les ha dado a algunos– por ponerle apellidos –marcas con carácter publicitario– a las ciudades de nuestra Andalucía (de la música, de la ciencia, de la tecnología, de los museos, etc.); lo que no deja de parecerme una estrategia mediática con cierto sentido común en sí mismo, siempre y cuando el ‘paridor’ de la idea y sus adláteres tengan una visión más amplia que la de simplemente ‘collocare‘ –Del latín. Colocar: Acomodar a alguien, poniéndolo en algún estado o empleo (RAE)–.
Habría que recordar que estos nuevos empeños ya eran comunes tiempo atrás cuando se añadía al escudo heráldico de una villa determinados ‘piropos’ sobre su lealtad, celebridad u otras virtudes demostradas.
Y esa es la cuestión: agregar por agregar no tiene ningún sentido si no es que antes se poseen los continentes, los contenidos y los medios materiales y humanos para realizarlos y mantenerlos; es decir, si el valor de lo emprendido o por emprender está patentizado (y no solo se le supone).
Pero no penséis que estoy en contra del desarrollo –llevar a buen puerto– de algunas de estas cuestiones planteadas de forma coherente, reflexionada, consensuada y confirmada ‘científicamente’. Todo lo contrario. Lo que mantengo es que no es tiempo de obras faraónicas. Indiscutiblemente hay que progresar pero con un orden lógico y, por tanto, anclado en la realidad que vivimos y en la optimización de los recursos.
Lo afirmaba en el Pregón Oficial de la Semana Santa de 2019, refiriéndome a las peticiones de símbolos mundanos «(…) por lo único que podrían comprender este interés sería porque nos ayudase a ser más responsables en nuestras decisiones; a tener una mayor integración en nuestras hermandades; a reforzar nuestra fe; a entender el honor como una carga de amor. (…)»; ¡lo que, estoy seguro, es aplicable a cualquier ámbito social!
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de
Ramón Burgos
Periodista