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Juan Franco: «Pamukkale: La gran necrópolis, Hierápolis , (Turquía)»

Pasear por los restos de esta sorprendente zona arqueológica es como si nos trasladásemos a épocas pretéritas donde convivieron diversas razas y religiones; donde florecieron las artes y las ciencias, donde sus gentes prosperaron desde que fuera fundada apenas un par de siglos antes de Cristo, concretamente con Eumenes II de Pérgamo, aunque la ciudad progresaría sobre todo con el imperio bizantino, momento en que allí convivían judíos [algunas de las piedras que han llegado a nuestros días muestran la lámpara de siete brazos] y cristianos ortodoxos que nada pudieron hacer contra los elementos naturales que acabarían provocando su abandono tras el seísmo de 1334 que acabó con una de las ciudades más bellas del momento.

El centro arqueológico de Hierápolis que fuera destruido por un terremoto.

Visitar este yacimiento es una de esas gratificantes actividades que conviene iniciar en la entrada norte, apenas concurrida, permite moverte sobre un terreno casi llano o en suave pendiente hasta llegar a los travertinos donde, a pesar del COVID, habría mogollón de gente y… ¡Sin mascarilla! Con lo que te haces preguntas sobre el mundo en que vives, si es realmente tan dura la epidemia o simplemente es una alienación del sistema porque, indudablemente, para defenderse de ella tendríamos que realizar las mismas actuaciones a nivel planetario y, sin embargo, sales, observas y quedas convencido de que el mundo sigue a pesar de la alienación a la que nos han sometido. Digamos que por muchos lugares nos dieron propaganda o simplemente se dedicaron a emplear todos los medios posibles para atemorizar a la población antes que consejos prácticos, sencillos y preventivos. O sea que hemos estado matando bichitos a cañonazos, nos hemos cargado la economía y hemos dejado a la sociedad tocada con patologías difíciles de borrar, como teníamos poco, nos traen la guerra a nuestras puertas.

Plafón indicador de los baños romanos

Nada más acceder al yacimiento tenemos la gran necrópolis con tumbas bellamente labradas y, en algunos casos, de excelente factura a pesar de los dos milenios y el abandono de la zona. Hay que resaltar que a las hierbas las mantienen controladas. Inmediatamente encontramos la zona de letrinas y baños romanos, seguirá el ágora, el arco de Domiciano y el Teatro helenístico –casi haciendo frente- recorreremos el Frontinus y, a lo lejos, sobre la colina, a la izquierda, el impresionante teatro romano que está bastante bien conservado respecto al resto de la otrora hermosa Hierápolis; fue levantado siguiendo los deseos imperiales de Adriano y Séptimo Severo, tenía una capacidad de 20.000 espectadores; todavía conserva grandes paneles decorativos y asientos de autoridades que encandilan tras tantos siglos en ruinas.

El paseo central de Hierápolis

Los Baños Romanos acogen, desde 1984, el Museo Arqueológico de Hierápolis, éste está dividido en tres áreas de exposición [estatuas/sarcófagos, pequeños utensilios y teatro], trío que se complementa con numerosas piedras o piezas al aire libre.

Según nos informó el guía y también lo recogen los folletos turísticos que puedes tomar cuando sales por la puerta sur [mucha gente simplemente va bajando las terrazas o travertinos llenos de agua termal], antes había hay establecimientos hoteleros que fueron derribados para dignificar el lugar; poco antes de abandonar el torniquete que da acceso al parking, hay una pequeña oficina informativa que facilita material, lamentablemente no disponían de nada en español.

Para los que tienen buenos remos, tras el teatro romano sigue una senda que lleva hasta donde la historia dice que martirizaron a San Felipe apóstol. La leyenda informa que fue colgado boca abajo tras retar a los paganos, también añade esa historia que entonces la tierra se abrió –algo bastante frecuente por lo visto en esa época- y se tragó a los devotos de las bichas [serpientes] y casi 10.000 curiosos que veían tan “edificante” espectáculo; se ve que el padecimiento de los demás fortalece el corazón del ser humano.

Restos arqueológicos, a la derecha los restos de una almazara romana

Sea como fuere, unas excavaciones –aún falta más del 80% por desenterrar- realizadas por arqueólogos italianos en el 2011, justo hace una década, dieron la sorpresa de descubrir, en una tumba bizantina cercana al lugar del martirologio, los restos de una persona y ello hizo reanudar las especulaciones sobre esos hechos históricos que devolvieron el interés para seguir trabajando en el proyecto, aunque hay que señalar que los visitantes estaban más por las terrazas de agua salada, los travertinos, los baños en la piscina de Cleopatra, cristalina y transparente, que te dejan bien relajado, opción que mucha gente siguió y otros nos dedicamos a corretear por lo que queda tras los sucesivos movimientos telúricos en la histórica Hierápolis.

Después de todo no debemos olvidar que aquí nos encontramos con el camposanto más grande de la inmensa Anatolia como testimonio de su largo millar de tumbas que padecieron no sólo las furias de la naturaleza, sino también la de los saqueadores, todo ello provocó que muchos sarcófagos quedaran destrozados tras su profanación.

Las excavaciones arqueológicas continúan

Otra imagen que me quedó grabada fue la planta del molino de aceite que, personalmente, me devolvía a mi infancia feliz y la familiar molienda en La Parra o el Molino de Federico que, por ahora, parece seguir funcionando y que entonces generaba trabajo para prácticamente medio año de molienda; a media tarde comenzaban a llegar las reatas de mulos cargados con 5 o 6 sacos que habían sido recogidos a mano y muchos críos aprovechábamos para hacer unas pesetillas en la época. ¡Qué tiempos!

 

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.

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