José Luis Abraham López: «Sigues sin poder dormir por las noches»

Previsiones de futuro y obligaciones de presente, cuando no enredado en el suplicio de episodios difusos de lo pasado que parece mover molino.

 

Sigues sin poder dormir por las noches. Alguien pensará que porque no tienes la conciencia tranquila. Caes rendido al cansancio del día pero apenas te dura la paz unas contadas horas. Y es porque tu cabeza vence al resto del cuerpo. O digámoslo mejor: porque el pensamiento doblega holgadamente al cuerpo. Durante tantas horas mirando la pulcritud del techo en prolongado insomnio, a uno le da por pensar: ¿para qué quiere uno cuerpo si luego quien manda es la inquietud?

Y no es broma cuando afirmas que alguien tiene que colocar las calles. Ojalá lo dijeras para decorar un chiste, pero no, lo dices de verdad y con toda la seriedad de la que estás capacitado. Siempre hay un motivo para el desvelo y entonces, en ese momento de angustia y de querer vivir, uno se dice muchas cosas: Por ahí no; Venga, que mañana vas a estar rendido; No es para tanto mientras haces la guardia permanente al despertador.

Y cuando en tu vigilia recuerdas el refrán «La cama es buena cosa: quien no puede dormir, reposa» te sientes meramente carne y hasta te marcas como un reto permanecer entre las sábanas, pero no hay manera. Absurdas previsiones de futuro y obligaciones de presente, cuando no enredado en el suplicio de episodios difusos de lo pasado que parece mover molino. La memoria no da tregua a la fantasía ni a la imaginación, sino a una realidad que vivaz te acompaña y que de tan fiel como es parece lamerte la mano.

No me ocurre como a Bécquer: «Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales».
Por más que te gires sigilosamente hacia la izquierda, hacia la derecha, te pongas boca arriba, tu compañera de cama hace lo mismo: pura imitación del sonámbulo. Y te sientes mal porque crees haber derruido un sueño más.

Eso sí, que no te quiten la siesta. Es cierto que el dormir bien es imprescindible pero no es menos verdad que «A más dormir, menos vivir».

Para dormir de noche te tienes que ir a la cama, pero la siesta -¡oh, delicia del ser humano!- se presta a amoldar tu cuerpo en cualquier rincón. Si bien no te quedas a dormir en casa ajena, sí te puedes permitir el placer de echar una cabezada. Por eso, la siesta es más agradecida.

Cama sin hacer – Eugene Delacroix :: historia-arte.com/

Muchos pintores no pudieron sucumbir a la tentación de representar tu idilio con el mal sueño. Comparemos el caos de “La cama sin hacer” de Eugene Delacroix, y “La siesta” de Johansen Krause o el homónimo de van Gogh, Guillermo Collazo, Miguel Zaragoza y Aranquizna, Martí Alsina, Moïse Kisling, o “La meridienne” de Millet. ¿Cuál es la más inquietante? Sin duda, la de Delacroix.

¿Para qué queremos una larga vida si la mayor parte la pasamos inconscientes? Y luego, la siesta tiene que luchar con la imagen de que quien acostumbra a practicarla es más perezoso que aquel otro que duerme con placer nocturnamente. Si tiramos de estudios científicos, estos son concluyentes: un descanso de al menos ocho horas ayuda a mejorar nuestra capacidad de aprendizaje y la memoria, pero que no te digan a ti que una siesta a tiempo, más bien breve, es un gran reconstituyente del espíritu.

 

 

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José Luis Abraham López

Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato

 

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