Llegados a este punto de normalización, cada septiembre nos apuramos por ser diáfanas dianas punteras; atesoramos deseos, objetivos y cambios que creemos nos harán mejores una vez alcanzados. Pero lo cierto que este mes, también, es la continuidad de lo ordinario, de la rutina, de lo conocido y de lo seguro. Porque a cada impulso de cambio, nos frena cada costumbre consolidada y la comodidad de lo familiar.
A nuestro cerebro le pasa lo mismo, le cuesta explorar nuevas vías neuronales y abrir nuevos mapas mentales. La fuerza del hábito, que surca las dendritas neuronales, complica un nuevo aprendizaje, así que muchas veces, somos un septiembre continuo de ilusiones mal avenidas.
“A finales de septiembre se aferra al verano, como esa promesa que hiciste que nunca podrás olvidar”. Kurt Philiop Behm.
Desconocemos la fuerza de nuestra propia red neuronal, la plasticidad de ésta. Pequeños cambios, gestos, todos los días, tienen la capacidad de moldear nuestro cerebro. Por ejemplo, ya se sabe, gracias a la neuroimagen, que la psicoterapia modifica el cerebro, hay múltiples investigaciones sobre ello (Kristoffer NT, Månsson, Barsaglini et al. Susana Vázquez Rivera y otros, y un largo etc.). Esto lo que nos viene a decir es que tenemos, todos, la capacidad de transformar aquellos aspectos que nos pueden estar deteriorando o perjudicando (rumiaciones, adicciones, ansiedad, etc.), ya que el órgano donde se localizan (cerebro) es plástico. Tenemos por así decirlo la capacidad de construir las “autopistas” que deseemos e ir donde queramos.
“Tú eres lo que haces, no lo que dices que harás”. C.G.Jung
Tenemos septiembre en nuestras manos, y la posibilidad de recorrer otras calles, de transitar nuevas dimensiones que nos mejoren y nos beneficien. Tenemos la capacidad de crear nuevas formas de estar y de ser. Cuando esto se interioriza, se reafirma, nos damos cuenta que somos responsables de lo que nos pasa, y de lo que no nos pasa, y que sí tiene sentido emprender los cambios necesarios y ponernos manos a la obra.
Tiene sentido porque tenemos todo a nuestro favor, podemos dejar de sufrir, de atormentarnos y empezar a descubrirnos con un sentido creativo: podemos esculpir nuestro cerebro, nuestros pensamientos, nuestra percepción, nuestras creencias.
“Nuestra vida siempre expresa el resultado de nuestros pensamientos dominantes”. Søren Kierkegaard.
Gracias, por ejemplo, a la terapia EMDR (hablaré sobre ella en artículos posteriores, ya que estoy especializada en ella), podemos procesar aquellas heridas que nos marcaron y sanarlas, podemos salir de un trauma y recomponernos, ya que el cerebro sigue un proceso de información que siempre es adaptativo, siempre es sano. Con EMDR, se le da la oportunidad al cerebro de curarse a sí mismo, y siempre lo hace. Esta terapia avala científicamente la neuroplasticidad del cerebro y la importancia de la memoria en los procesos de trauma.
Cada día es un nuevo comienzo, un nuevo intento de recomponerse, de amarrarse o soltarse, de aprender y desaprender. Cada momento encierra miles de posibilidades, miles de pensamientos e interpretaciones.
Gran parte de la experiencia está en ti, y después el mundo, las circunstancias, lo que pasa fuera.
“Elige una ruta, no una rutina”. (L. Martin)
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Psicóloga especializada en Mindfulness
Terapeuta EMDR
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