Mi aula es un lugar de inclusión, un lugar no solo de papeles, objetivos y evaluaciones, si no también, un lugar de personas. Un lugar de compartir, de crear, de hacer amigos, de conocerse a sí mismos y a los demás. Un lugar de ilusión, de descubrimientos, de conexiones. De conexiones que van de dentro a fuera y de fuera a dentro.
Mi aula está abierta, y eso da paso a las familias, a las visitas, a las sorpresas, a los amigos, a las salidas y a las cosas nuevas y útiles que vienen a enriquecer el ambiente de aprendizaje.
Un aula abierta da paso a los acontecimientos sociales, virtuales y culturales.
En mi aula, que está abierta, ocurre que siempre tenemos la sensación de que en cualquier momento pueden ocurrir cosas interesantes.
En el trabajo por proyectos es muy importante la colaboración y participación familiar, pero a los largos de los años y con el paso de las promociones de alumnado nos puede ocurrir que tengamos cursos con familias muy implicadas y otros no tanto.
Yo he trabajado en diferentes centros y muy diversos entre sí. He estado en centros donde las familias no participan nada y otros en los que me faltaba tiempo literalmente para poder trabajar todas las aportaciones que traían al aula.
Cuando comienzo mi primera reunión general de tutoría siempre las animo a formar parte activa de la vida del aula de sus hijos, les hablo de la importancia de la unión hogar-escuela y de la proyección emocional de sus hijos en el aula cuando traen sus trabajos e investigaciones a clase.
Es muy importante dejarlas aportar sus propuestas, si les coartamos no van a proponerte nada más, tal vez no puedan llevarse a cabo con la idea inicial que traían, pero si podemos buscarles caminos a sus propuestas, darles solución para que de un modo u otro las lleven al aula y participen de forma activa.
¿Cómo pueden participar?
Debemos tener en cuenta que tendremos familias que tengan horarios complicados pero que sí que quieren venir a clase, si queremos que participen y se sientan parte del aula, tenemos que facilitar, ser flexibles y no rígidas con nuestra programación. Yo nunca les pongo día u hora para que vengan al aula, yo les digo, ¿cuándo puedes?, yo me adapto siempre que no tenga especialidad y si no me queda más remedio hablo con la compañera y se aplaza su clase hasta la siguiente semana.
Pero sus aportaciones no tienen que ser siempre presenciales, pueden participar en muchas actividades que pueden surgir del aula o pueden surgir desde casa:
Elaboración de decorados para actuaciones.
Desayunos temáticos.
Participación en efemérides.
Aportando material al aula.
Cuentacuentos.
Vídeos.
Talleres.
A través de nuestra experiencia hemos podido observar que una participación activa de la familia en la escuela repercute de una forma positiva en los alumnos, en sus familias y en nosotros los maestros ya que:
Adquieren mayor confianza hacia el centro, puesto que conocen de primera mano su funcionamiento.
Dan seguridad y motivación a los niños/as.
Les permiten disfrutar de las mismas experiencias que sus hijos.
Mejoran la relación entre familia y escuela.
Se relacionan con otras familias y comparten con ellas dentro del contexto escolar.
Representan un apoyo para el desarrollo de algunas actividades escolares.
Aportan recursos para la realización de actividades en el aula.
Por tanto, creo necesario crear proyectos comunes compartidos para construir verdaderas comunidades de aprendizaje donde las familias no sean un mero espectador del proceso sino, conocedores del medio en el que viven sus hijos, la realidad del centro y protagonistas activos junto con sus hijos/as.