Al Colegio Mayor Santa Cruz la Real
y a la Tuna del Distrito Universitario de Granada.
Día cuatro de octubre del año dos mil cuatro. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, aula dieciocho, ocho y media de la mañana, primera clase de Historia Antigua de España impartida por el profesor don Mauricio Pastor Muñoz. Esta secuencia evoca, en mi persona, una serie de recuerdos referidos al inicio de mi vida universitaria. Han pasado ya dieciocho años –toda una mayoría de edad− y, aunque ya hace otros cuantos que terminé mi etapa formativa en la Universidad de Granada, jamás me he desligado de la misma gracias a los varios y buenos amigos, que en ella poseo, constituyendo estos uno de mis mayores patrimonios personales e inmateriales.
Son bastantes los muy buenos recuerdos, que me traen aquellos años universitarios, mientras me formaba académicamente, siendo un estudiante muy normal. Otros recuerdos, también vividos y convividos durante aquellos años, prefiero olvidarlos. Como suele suceder en toda etapa vital −es ley de vida−, “hubo de todo como en botica”, reza el viejo refrán castellano; no obstante, prefiero quedarme con los buenos recuerdos, que son la gran mayoría, y desechar los no tan buenos.
Algunos de mis amigos canileros y bastetanos, compañeros de promoción, fueron a residir a un colegio mayor, no fue mi caso, y, sinceramente, me arrepiento muchísimo. No obstante, lo único que, en aquel momento supe, y sé ahora, acerca de la vida estudiantil colegial universitaria es aquello que, mis buenos amigos: Manolo Senés, Mateo de la Haza y Vicente Muñoz, me han contado sobre la misma. Sin lugar a dudas, atesoraron tantas anécdotas que, si nos pusiéramos a relatarlas, una por una, daría para escribir un libro.
Por consiguiente, muy lejos de la intención manifiesta, esgrimida por determinados sectores de la sociedad, consistente ésta en denostar la vida colegial y denigrar sus varios siglos de existencia al pretender generalizar la, por supuesto, inaceptable, intolerable, condenable, deleznable, execrable, machista, antidemocrática, sancionable y reprochable actitud de un venado, que bramaba a la espera de escuchar la berrea de su hato de seguidores, y que, por descontado, no representan a la institución colegial sino que sólo se representan así mismos.
Nunca he sido partidario de generalizar, tampoco de banalizar, dichas actitudes que, evidentemente, están totalmente fuera de lugar en la sociedad occidental del s. XXI; ni mucho menos poner en práctica aquello, que dice el refrán, de “que paguen justos por pecadores.” Por lo tanto, que las autoridades judiciales, universitarias y colegiales competentes actúen con todo el rigor, que la ley contemple, impongan las debidas sanciones que el reglamento recoja de forma inmediata y contundente; y que la fiscalía actúe de oficio, que para eso está, y si presuntamente aprecia indicios de delito alguno, acto seguido, ponga el caso en manos de la autoridad judicial competente.
Todas estas actuaciones, en mi opinión, deben de ir encaminadas a ofrecer un escarmiento, que sea ejemplarizante, a fin de que un suceso tan lamentable como el acontecido recientemente en un determinado colegio mayor madrileño, no vuelva a suceder. Dicho esto, tampoco estoy dispuesto a admitir que se generalice aquello, que constituye un episodio puntual en un determinado y concreto colegio mayor, evidentemente, contrario a todos los valores humanos, sociales, democráticos y, si el colegio está regido por alguna orden religiosa, cristianos como son el respeto mutuo, tolerancia, convivencia, armonía, solidaridad, prestación de ayuda desinteresada, compartir lo que tenemos y no dar lo que nos sobra, igualdad, libertad, dialogo, escucha, no violencia…, que constituyen el ideario de cualquier Colegio Mayor. No voy a seguir abundando en esta cuestión pero, debido a la actualidad inmediata, quería dejar constancia por escrito de mi firme defensa de la vida estudiantil colegial y que jamás comulgaré con aquello de “tomar la parte por el todo.”
Por otro lado, también recuerdo que, durante las primeras semanas de asistencia a clase, me acerqué a la secretaría de mi Facultad para preguntar si en la misma existía tuna puesto que me habían hablado de la misma. Se daba la circunstancia que un servidor era, en aquel momento, y es, en la actualidad, miembro de la Tuna Municipal de Caniles. Pues durante aquellas “brumas de octubre” del dos mil cuatro, llevaba cuatro años becado en la misma y me hubiera gustado mucho entrar a formar parte de alguna tuna universitaria.
El caso es que al realizar la pregunta, anteriormente formulada, me contestaron que hacía unos cuantos años atrás que la Tuna de Filosofía y Letras se había disuelto. Entonces, al no conocer yo a alguien, que fuera miembro de otras tunas (facultativa, distrital o colegial), desistí de mi propósito inicial. Sin lugar a dudas, fue un craso error cometido que me costó el no haber sido becado jamás con beca de tuna universitaria alguna. Por lo tanto, como de los errores se aprende, pues yo relato el mío, a modo de exhortación, para que si alguien, hombre o mujer, siente la curiosidad por descubrir qué es y en qué consiste el mundo de la tuna universitaria. Si éste es el caso, por favor, que no lo piense y que no le ocurra como a mí, es decir, que se informe de las tunas universitarias existentes –a día de hoy es súper sencillo a través de las rr.ss. y de las páginas webs− y se integre como novato en Distrito, Medicina, Arquitectura Técnica (Aparejadores), Ciencias o Derecho, o como novata en la Femenina de Medicina. Dicha persona será recibida con los brazos abiertos y acogida con sumo gusto en la gran familia que conforma la Tuna, de eso que no le quepa la menor duda.
Pero, volviendo a mi caso particular –prefiero hablar en primera persona−, ni viví una vida universitaria en un Colegio Mayor ni formé parte de Tuna Universitaria alguna. Sin embargo, “nunca es tarde, si la dicha es buena”, reza otro viejo refrán castellano, para establecer y mantener buenas relaciones de amistad con ambas instituciones. Éstas que, fundamentalmente, están compuestas por maravillosas personas, cuya generosidad no conoce límites, y es a través de esos magníficos seres humanos y a su increíble generosidad, al compartir aquello de lo que ellos sí forman parte, como uno ha podido acercarse a las susodichas instituciones, no como integrante de las mismas: ni soy colegial, ni tuno universitario; pero sí como amigo.
“El hombre propone y Dios dispone”, nos dice otro clásico del refranero español, y es que, sin pretenderlo, a través de mis labores de investigación, entré en contacto con la Tuna Universitaria al haber podido conocer a varios investigadores que, de alguna manera –integral o parcial−, se han dedicado al estudio de esta tradición musical estudiantil y a hallar sus orígenes desmontando así viejos mitos que distorsionaban la realidad histórica. Enormes investigadores e historiadores, cuya calidad académica y producción científica tan sólo es superada por su grandeza humana. Pues, en este contexto, se celebró, en el C.A. a la UNED de Baza, el I Simposio sobre Historia de la Tuna en Andalucía, el cual me cupo el honor de coordinar junto a mi amigo y hermano tuno, Héctor Valle Marcelino, director de la muy prestigiosa revista “Legajos de Tuna”; y contando con la generosa participación de todos y cada uno de los ponentes que, gustosamente, se desplazaron hasta Baza para regalarnos su conocimiento fruto éste de sus múltiples investigaciones. Pues bien, resulta que, gracias a este contexto académico universitario, además de compartir nuestros resultados tras la investigación, realizada ésta junto a Susana Carrillo Sánchez, incombustible maestra de maestras, con los más versados investigadores andaluces acerca de historia de la tuna y de la música tradicional, pudimos estrechar unos grandes lazos de amistad con ellos.
Unos meses más tarde, gracias a dos amigas, que para mí son fundamentales e imprescindibles, Mélanie Sánchez Martínez y Sol Mochón Benguigui, ambas miembros de la Tuna Femenina de Medicina de Granada (TFMG) y de la Tuna Municipal de Caniles (TMC), pude conocer a Juan Francisco Casas Muñoz, jefe de la Tuna del Distrito Universitario de Granada (TUDIGRA); más a mis buenos amigos el bastetano Antonio Bernabéu Durán, tuno distrital; y el accitano Alejandro Baena Regalado, actual jefe de la TMC, tuno de Ciencias de la Educación de Granada, y ambos, miembros de la ilustre Tuna de Guadix. Es preferible que no siga hablando sobre estas personas porque precisaría un libro entero para poder hacer justicia a su generosidad, humanidad, sensibilidad, bonhomía, grandeza, sencillez, humildad… Es por tanto que, a través de todos ellos, he podido saber acerca de las Tunas Universitarias y, mediante la TFMG y la TUDIGRA, conocer más profundamente este maravilloso mundo que, en su momento, por lo anteriormente expuesto, no me atreví a descubrir.
Actualmente, dentro de mis circunstancias personales y profesionales, ayudo a la Tuna en todo cuanto me es posible, sobre todo, en una cuestión fundamental, consistente ésta en ofrecer una versión real, justa y alejada de manipulaciones, espurias y maniqueas, que hace varios años, lamentablemente, se vienen ofreciendo en demasiados lugares. Por supuesto, dicha visión negativa, total y absolutamente alejada de la realidad, a la que injustamente distorsiona, con la única finalidad de crear sobre la Tuna una “leyenda negra” basada en los tópicos, clichés, etiquetas y mentiras que, constantemente, se vierten sobre la misma. ¡Retornemos al principio! –amables lectores− no estoy dispuesto a tomar la parte, por mínima que ésta sea, por el todo.
Así que, siempre podrán leer mis crónicas, publicadas en la prensa granadina, sobre los actos públicos en los cuales participa la Tuna. Por ejemplo, sobre las jornadas de recepción al estudiantado universitario, que la Universidad de Granada (UGR) realiza cada año, a comienzos del curso académico, en los Paseíllos Universitarios sitos en Fuentenueva. La ronda, a modo de ofrenda musical, que el Consejo de Tunas Universitarias de Granada, partiendo de la iniciativa de la Tuna de Arquitectura Técnica de Granada (Aparejadores), que tuvo en 2018, le canta a la Patrona de la Ciudad, Ntra. Sra. de las Angustias, en el día que la ciudad realiza su ofrenda floral y solidaria. La “saeta” tunantesca, que con su canto estudiantil, la Tuna del Distrito Universitario de Granada –y todos los tunos de las demás tunas universitarias, que quieran participar en tan feliz acontecimiento, se suman, siendo recibidos estos con los brazos abiertos− cantándole a los Sagrados Titulares de la Cofradía de los Estudiantes. Como manda la tradición, cada Miércoles Santo, una eterna plegaria, en la Plaza de la Universidad, esperando estos tunos a que las puertas de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor sean abiertas, y así poder sentir la emoción cofrade, dimensión espiritual y devoción religiosa, así como el deleite con el Arte y la Cultura –escritas en letras mayúsculas−, a Nuestro Padre Jesús de la Meditación y a María Santísima de los Remedios. Escribiendo la Tuna de esta forma, en el pentagrama, una de las más bellas páginas cofrades mediante las notas que salen de sus guitarras, bandurrias y laúdes, en forma de plegaria, cantada por las voces de nuestros tunos estudiantes.
Y, como hemos hablado al principio, es a través de las personas y de su extraordinaria generosidad, como uno puede conocer las instituciones. Por consiguiente, es a través de mi amistad con Juan García Montero, director del Colegio Mayor Santa Cruz la Real, regido por la Orden de Predicadores (frailes dominicos), y de su infinita generosidad; como he podido conocer este Colegio Mayor. Sin lugar a dudas, para mí ha sido todo un descubrimiento.
Más allá de la joya renacentista, que constituye el antiguo cenobio dominico, a día de hoy, reconvertido en institución colegial mayor; he podido conocer, de primera mano, y así poder reconocer la magnífica labor colegial que en dicha lugar se realiza. Sin lugar a dudas, es tan maravillosa la vida que, en el interior de sus muros viven las y los colegiales, que pueden sentirse agradecidos por la infinita suerte que han tenido al poder, así, viviendo en este Colegio Mayor Santa Cruz la Real, enriquecer su vida estudiantil de una exponencial manera. Puede que ahora no sean conscientes de ello, o sí, pero con el tiempo sabrán apreciarlo y, lo más importante de todo, valorarlo. Pero, no sólo estamos hablando del plano académico, sino que el enriquecimiento personal y el crecimiento humano experimentado por los colegiales, a través de la convivencia y las múltiples actividades: deportivas, artísticas y formativas, tanto académicas como espirituales, hacen que, en el interior de los muros del Colegio Mayor Santa Cruz la Real, se formen personas cuyos valores, humanos y, en muchos casos, cristianos −que vienen a ser idénticos−, garanticen nuestra perfecta convivencia humana en la sociedad española democrática del s. XXI en la cual vivimos.
Pues el hecho de conocer todo esto, en primera persona, gracias a la generosidad de la gran familia dominica, que conforma dicho Colegio Mayor Santa Cruz la Real, más personificadamente en Juan García Montero y su esposa María Ángeles Molina Pérez; me ha hecho reflexionar, pensar, y tomar la siguiente decisión que quiero compartir con todos ustedes: “En los próximos días, en la notaría de doña Juana Motos, sita ésta en la ciudad de Baza, firmaremos el oportuno documento notarial por el que se deja constancia de mi voluntad de donar, a la Biblioteca de dicho Colegio Mayor, todos y cada uno de los libros que componen mi biblioteca particular, para el uso y disfrute de todos los colegiales allí residentes, en particular; y, por extensión, de toda Granada en general.”
Estoy absolutamente convencido que mis libros, el bien más preciado que poseo, al ser fuente de conocimiento e instrumentos del saber, cuando pasen a engrosar el catálogo de tan hermosa biblioteca colegial, aportarán su granito de arena para contribuir, en la medida de mis escasas posibilidades, a que los colegiales descubran el “Sapere Aude” pronunciado por el poeta latino Horacio, en el s. I a.C., y difundido por I. Kant en el XVIII. Así que ya era hora de que un servidor le devolviera a Granada, la ciudad más hermosa del mundo, algo, muy poquito, de lo que ésta le ha regalado. Por consiguiente, en la tarde-noche de las vísperas de la festividad de Ntra. Sra. del Rosario, durante el pregón de las fiestas del barrio del Realejo, el director del Colegio Mayor Santa Cruz la Real (O.P.), don Juan García Montero, anunció solemnemente, en su magnífico pregón al barrio granadino, que fue su cuna de nacimiento, dicha intención y propósito míos.
Por último, el Sr. Director realizó otro anuncio muy importante para el inicio de este presente curso académico. Dicha buena nueva consiste en que, a partir de este momento, el Colegio Mayor Santa Cruz la Real es el nuevo hogar de la Tuna del Distrito Universitario de Granada. Algo que en la historia de este Colegio Mayor no es nuevo puesto que, cuarenta años atrás, la Tuna del Colegio Mayor Santa Cruz la Real junto a la Distrital muchas veces rondaron juntas las calles de Granada perdiéndose sus canciones por los bosques de la Alhambra. A partir de ahora, el antiguo cenobio dominico será su casa y, como a tal, la cuidarán y mimarán al más puro y tradicional estilo estudiantil, es decir, ejerciendo el mester de tunería, como hicieron en dicho evento, al cual, inmerecidamente por mi parte y muy generosamente por la suya, me invitaron a participar; engrandeciendo de esta forma el Arte del Buen Tunar, a una preciosa velada poniéndole así el broche final.
Para concluir este artículo de opinión, lo voy a hacer compartiendo una última reflexión, en mi adultez estoy viviendo aquello que no viví en mi juventud universitaria, por las razones que ya se han relatado, eso sí, desde una óptica distinta, que corresponde al momento vital en el cual me encuentro. La vida no deja de ser un “rosario” de emociones, que en cada “cuenta” suma una nueva experiencia, y en cada “misterio”, una nueva etapa. Por lo tanto, sigamos rezando este “rosario”, que es la vida, para sumar cuantas más etapas mejor y que cada experiencia cuente.
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DE GRANADA Y SU REINO