Antonio Luis Gallardo Medina: «Mi querido Calabuch»

He llegado a ese punto en el que leo, oigo y veo alguna que otra película que en su día me dejaron buen sabor de boca y a decir verdad, se hacía muy buen cine, mejor incluso que las películas chapuceras y subvencionadas de ahora.

Acabo de ver la película Calabuch, obra maestra del genial Luis García Berlanga, esta data del año 1956, aquella España en blanco y negro, de boina, cerrado y sacristía, fatigas y necesidad, quizás no muy lejos de la de hoy. La película es un dechado de buen cine, buenos actores y argumento simple.

En plena Guerra Fría, el profesor Hamilton, un sabio ingenuo que creía en las bondades de la energía nuclear, al darse cuenta de su error, huye y se lleva consigo todos sus secretos. Encuentra refugio en Calabuch.

Es Calabuch una comedia inofensiva y costumbrista de tono festivo, pero que revela valores ya de por sí desvalorizados hoy en día; las relaciones personales de los habitantes del pueblo están basadas en su sentido de la amistad y el humor tan característico de los pueblos pequeños. Sus vidas transcurren lentas pero seguras, el trabajo en equipo y colectivo de todos sus moradores es casi idílico y da envidia de que no tengamos hoy día en nuestros pueblos.

Aquí, la gente vive en paz, a su ritmo, sobreviviendo de forma modesta, pero llena de fraternidad y camaradería; frente a la naturalidad de todos sus vecinos, existe una absurda organización, política (el señor alcalde), militar (el cabo de la Guardia Civil) y eclesiástica (el señor cura) impuesta desde el poder central.

Cada habitante vive pendiente de sus obligaciones y subsistencia, pero llegado el momento siempre está dispuesto a ponerse del lado de quien lo necesita, sin importar color, calor y estupor. Nada de lo que ocurre en Calabuch es ajeno a ninguno de sus habitantes.

En definitiva, estamos ante un cuento que para los utópicos nos representa algo maravilloso. Frente a la corrupción galopante, políticos embusteros, paro, desahucios, miseria; brota la camaradería espontánea de la buena gente.

Esta España nuestra que hemos creado todos, no me gusta. Ahora todo es avaricia, engaño y filibusterismo. Y claro nadie quiere reconocerse en ningún papel de la película real que estamos viviendo.

La escena de las olas del mar arrastrando las lanzas y los cascos de romanos nos desvela que todo es un sueño y nos devuelve a la cruda realidad, pero fue bonito mientras duró… mi querido Calabuch.

 

 

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