Llega otro año nuevo por el largo pasillo del invierno, avanzamos irremediablemente en el siglo XXI, porque está claro que el tiempo que se resiste a pasar acaba pasando y se lo lleva sin regreso. Sin quererlo estamos en el 2023 y repetimos la frase “Como pasan los años”.
Llega otra Navidad diferente, difuminada la pandemia, nos ha dejado la secuela del vértigo de vivir con intensidad, inmersos en la locura de las multitudes y aglomeraciones, absorbidos en colas, en el denso tráfico, en una densidad pesada por donde vayamos.
Nos gusta la Navidad, porque se cruzan los tiempos en un camino de aromas, sabores y colores, fiestas como siempre deseadas, ansiadas de familia, de días para volver a sentir el imán de las luces navideña: árbol y Belén para darle a la pausa del mando de la soledad que sobrevive a escondida en las sombras de los años.
Admiramos la luminosidad vertical del cielo de las calles, miles de led que iluminan el contagioso festejo, como si el mundo se hubiera milagrosamente suspendido en sí mismo en su ofrenda de alegría. La universidad cierra sus puertas, los puentes de días festivos se alargan, los nietos compartes sus ratos libres en la casa de los abuelos, todo es una metamorfosis en desorden y en orden.
La Navidad es esa media luz que hace la penumbra suave, nos regresa a las cosas dulces y los recuerdos agradable de una infancia de días innumerables, `pero también nos trae el anverso de la fugacidad de la vida. Los asientos vacíos de aquellos que han quedado en un tiempo detenido, tiempo que diluye sus rostros, ya no volverán.
Ahora amplificamos esas sensaciones de un ayer de nostalgia que nos permite abrir los ojos puros, de rebuscar en los corredores sin fin de la memoria para recobrar aquellos días de la Navidad de un salón repleto, de panderetas, palmas y voces de villancicos después de la cena de nochebuena.
La Navidad siguen con sus componentes de tradición, relaciones sociales y diversión. El modelo ha cambiado del conocíamos hace 50 años, la misma forma de comunicación: los buzones repletos de postales y cartas de cualquier parte de España y familiares en el extranjero, hoy en el presente ese vacío de la palabra escrita en felicitaciones se multiplica en cientos de mensajes, en imágenes y sonidos de voces grabadas, que se reenvían por redes sociales. Lo más insólito y rocambolesco, que no logro asimilar quizás sea por los años, es la aparición de un personaje, hoy diríamos con sobrepeso ( antes gordo), de panza prominente, larga barba blanca, lentes de presbicia, vestido con un tipo de pijama rojo intenso, más parecido a un anuncio de hamburguesas o de cervezas que de un protagonista modelo para los niños, su perfil da para pensar, vive aislado en un extraño e inhóspito lugar cruzando la línea del Círculo Polar Ártico, viaja en trineo de renos cosa normal en esos parajes donde no hace falta congelador sino que vuela por el cielo con renos sin alas, una innovadora manera de no consumir gasolina ni energía, dado el precio que están. Lo siento me quedo con los Reyes Magos, que me caen más simpáticos y divertidos, viajan en camello, siguen el vuelo de un cometa y nunca me han fallado con sus regalos cada noche del 5 de enero de más de 60 años.
Acaba un año y comienza otro, en Australia antes por el huso horario entramos en un examen de conciencia del tiempo pasado devanado en los largos 365 días. Cuando te haces mayor sabes esperar y ver con otros filtros más selectivos, el ayer, el hoy y el mañana, sin prisa sabiendo que un año sucede a otro, como un mar se adentra en otro mar y un proceso mental estadístico valoramos los conceptos. salud, amor, dinero y gestionar nuestro tiempo. Les ponemos notas al 2022 y realizamos los propósitos de mejora para el 2023.
En este apartado mi intención os la transmito: para la salud, actitud positiva, para el amor compartir, para el dinero, devaluarlo para ser feliz no necesitamos tanto material y para nuestro tiempo, intentar aprovecharlo en ser uno mismo.
Amigos, compañeros, lectores, desde estas líneas os deseo un Feliz Año 2023, ya que la vida nos pone años, pongámosle a los años vida y alegría.
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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.