¡No!, no os voy a hablar sobre las controversias que en la expansión del metropolitano se están produciendo en algunas ciudades de nuestra Andalucía… Entiendo que haya personas a favor de su implantación, valorando, desde mi punto de vista, los demostrados beneficios que conlleva, y otras manifiesten su disconformidad, a veces, por malos recuerdos de proyectos anteriores.
Tampoco voy a aludir a la utilidad que supuso para la ciudadanía la red de tranvías que, por ejemplo, funcionó años atrás entre diferentes localidades de Granada, hasta que un día alguien decidió “favorecer” otros medios de transporte más “actuales”.
Mi reflexión de hoy viene al hilo de una historia contada –y vivida– por uno de nuestros emprendedores más significativos –y mejor persona–: en el que fuera su taller de “chapa y pintura” recibió a un cliente que con, urgencia, le demandaba una determinada reparación, difícilmente realizable “en el tiempo y la forma pedida”: “Es usted el dueño”, le dijo. Y, tras la contestación afirmativa, le solicitó un metro, requiriéndole que lo extendiera hasta la medida de la edad que entonces tenía el propietario del local (50 años)… Realizada la operación, el usuario, con carácter inmediato, le preguntó la estimación del tiempo que podría seguir viviendo. “Al menos hasta los 80”, respondió el empresario, quien, tras continuar con la medida, se dio cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo y lo corto que, en teoría, le quedaba por delante, aviso –lo conozco y lo he sentido personalmente– sirvió como acicate a nuestro protagonista para su ulterior, y positivamente deseable, desarrollo profesional y personal.
Daos cuenta que hasta el propio papa Francisco recordaba –Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2023– el “ánimo de san Pablo exhortando constantemente a la comunidad a estar vigilante, buscando el bien, la justicia y la verdad: «No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios»”.
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de
Ramón Burgos
Periodista
