Blas López Ávila: «Chupar del Polo»

“…ahora mismo los republicanos se están matando

entre ellos en Madrid, mientras Franco se hace limpiar

las botas para ir a desfilar por la Gran Vía. Pobre España,

no es fácil lo que le espera”

Leonardo Padura: “El hombre que amaba a los perros”

¡Qué le vamos a hacer! Venimos de donde venimos y lo peor de todo es que, al menos por ahora, no vemos siquiera la luz al final del túnel por mucho que se quiera disimular, por mucho que, yendo de “guays”, demos por bueno este carnaval de máscaras tan distante de la fe en la razón, de la verdad y de la solidaridad humana. Porque, ya me dirán ustedes, a ver qué otra cosa es sino una mascarada todo este circo que se ha montado en torno a la designación de La Coruña como capital de la AI. Chusco, bufo esperpéntico, tremendamente cómico -para verlo con cierta distancia- si no fuera trágico para Granada y por extensión y muy fundamentalmente para su alcalde, don Francisco Cuenca, que en los próximos meses habrá de enfrentarse a unas elecciones municipales.

Aunque más adelante entraré en materia al respecto, esta decisión del Gobierno de España me ha retrotraído a tiempos pretéritos en los que las cacicadas, bien aderezadas con su correspondiente propaganda, eran la siniestra forma de hacer política. Y fue así cómo, después de numerosos desengaños, en febrero de 1969, el BOE publicaba la concesión a Granada de su Polo de Desarrollo Industrial, cuando ya lo tenían en numerosas provincias españolas. Nunca llegué a entender ni el alborozo de los sectores económicos de la provincia ni la gratitud mostrada por el manso rebaño hacia la figura del dictador. Más aguda fue, sin embargo, la corriente crítico-humorística que se desarrolló en torno al acontecimiento, donde la frase que hizo fortuna fue la de que “todos íbamos a chupar del Polo”. El resultado, muy acorde con la idiosincrasia del sector económico granadino: apenas la creación de diez empresas, la más importante de ellas una fábrica de cañas de pescar. Como diría el castizo “pa mear y no echar gota”.

Pues bien, entrando ya en materia y como decía más arriba, no cabe mayor despropósito -uno más- de este gobierno y no sólo ya por la elección de la sede sino por el procedimiento designado para la concesión de la misma. Un procedimiento que de puro “guay” resulta tan ridículo como ineficaz y que ha dejado a más de un político –al Sr. Cuenca sin ir más lejos- con las posaderas al aire. A ver cómo explica ahora a sus conciudadanos lo que una buena parte de ellos consideran un fracaso en toda regla. Un procedimiento que, una vez más, pone de manifiesto la chapucería, la estulticia, la turbiedad de estos políticos profesionales y su manera de hacer y entender la política. Un procedimiento que habla muy a las claras del déficit intelectual y ético de los políticos en general y de los políticos granadinos en particular. Definitivamente los granadinos no tenemos suerte con nuestra clase dirigente. En tiempos del “ colegueo” y de OT nuestros próceres no han sido capaces de entender que decisiones de este calado son decisiones políticas, sí, única y exclusivamente políticas, y que toda esa puesta en escena de presentación de candidaturas y méritos no era transparencia sino eso: “colegueo” y “guayismo”.

Llegados a este punto, no es difícil de comprender la irritación del alcalde socialista granadino, agravada por la llamada al orden de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, monosabio repipi -glosando al otro Alfonso, a Guerra- de las esencias socialistas y sevillanas y Vicepresidente 1º del Congreso de los Diputados. Habría que haber oído al pájaro, si a su Sevilla de su “arma” le hubieran denegado la sede de la Agencia Espacial. En esta clase política española no cabe un farsante más. Porque, seguramente, no era el Sr. Gómez de Celis la persona más apropiada para llamar la atención de un compañero andaluz y sí, en cambio, para mostrarle su apoyo y solidaridad. Porque él mejor que nadie –ha sido concejal del Ayuntamiento de Sevilla- sabe el marrón que tiene ahora su compañero a la hora de pedir el voto para su partido a una ciudadanía agraviada por todo -somos una sociedad instalada en el agravio- y a todas horas y que ahora ha sentido una doble afrenta: frente a La Coruña y -otra vez más- frente a Sevilla, aunque de esta última tampoco se quiera hablar y otra vez el disimulo y el disfraz sean los elementos de toda argumentación.

Somos muchos los ciudadanos que estamos hartos de estas componendas políticas y muchos más los que sentimos la orfandad de partidos serios que nos representen. Somos muchos los que hacemos nuestras las palabras que el gran Francisco Umbral recoge en su novela “Las ninfas”: “…a cierta altitud de la miseria y la depravación se pierden las fronteras y las nociones, y todo parece posible, quizá porque nada es ya posible”.

 

 

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