La mezquita desde el otro lado del río

Juan Franco Crespo: «Asuán (Egipto)»

Cuando contratamos el viaje, éste era el destino final del no crucero [teníamos que embarcar en el Papyrus, otras M/V en iguales condiciones en aquel momento finales de octubre, eran AMIRA y LIBERTY], unos doscientos españoles y media docena de operadores de nuestro país sufrieron las consecuencias, nos vimos impelidos a realizar un circuito terrestre: no quedaba otra alternativa si queríamos hacer el viaje. Los organizadores, después de varias quejas a la agencia de viaje, lo achacaron todo a la COP27 que unas semanas después llevaría a más de 30.000 delegados de todo el mundo a las aguas del Mar Rojo.

Asuán era el punto de partida para la jornada más dura de todo el circuito [nosotros ya llevábamos tres jornadas duras, por no decir durísimas] hasta llegar a Abu Simbel tras casi cuatro horas de carretera y levantados desde las dos de la madrugada. Digamos que es la meta de la faraónica obra levantada por Gamal Abdel Nasser que inundó un inmenso valle con la gran presa de Asuán [la primera la construyeron los británicos a principios del siglo XX] que hoy es frontera con Sudán y asegura, dicen, un siglo de agua dulce para el pueblo egipcio ya que la mayor parte de la presa está en Egipto y con razón le llaman el río de la vida; digamos de paso que puede ser un motivo de conflicto en el futuro ya que otros países quieren hacer sus presas aún más arriba, algo que inevitablemente afectaría a los recursos hídricos de este río que transcurre de Sur a Norte. O para entendernos, como si en las tierras burgalesas se permitieran construir una presa sobre el Ebro.

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La ciudad está precisamente a pocos kilómetros de la centenaria presa levantada por el Imperio Británico en los albores del siglo XX, la Gran Presa que levantó Nasser está hecha bastante más arriba, casi puede verse desde otro templo trasladado en su día, el de PHILAE donde está el del hispalense TRAJANO, ubicados en una de las islas surgidas tras controlar las aguas del mítico río.

Asuán [ASWAN] es la más meridional de las ciudades egipcias y desde tiempos remotos aparece en los documentos, concretamente desde que se instaló aquí una estratégica guarnición militar –si uno observa con atención, en la carretera hacia Abu Simbel, en el lado derecho, existen kilómetros de muro que quedan mimetizados con el desierto, seguramente instalaciones militares, pero nada que lo delate- y ha jugado un gran papel, sobre todo en el aspecto comercial, por aquí pasaban las caravanas que, procedentes de la India, se introducían en África y muchas veces llegaban hasta el mismísimo Golfo de Guinea, especialmente en la época de oro del comercio de esclavos.

Tarjeta de embarque

Pasa por ser una ciudad de provincias que, a pesar de casi su millón y medio de habitantes, goza de una extraordinaria quietud y la presencia del orgulloso pueblo nubio [las crónicas dicen que el Lago Nasser desplazó a casi un millón de personas de esta etnia]. Sin duda un lugar para relajarse y explorar sus alrededores con una relativa tranquilidad. Llegamos a media tarde y llevábamos doce horas de autobús a cuestas. Es cierto que el circuito terrestre, al que nos vimos sometidos, permitió disfrutar del otro “Egipto”, el que no está diseñado para el turismo.

La carretera, entre controles, policías tumbados o topes y socavones, es de aquellas que se hace difícil olvidar. Comíamos a las cinco de la tarde y estábamos hechos polvo, pero habíamos llegado, sólo faltaba ir al hotel, instalarse, asearse y descansar pues a las nueve teníamos preparada la cena-buffet, algo que algunos hasta perdonamos.

Los letreros para que sepas dónde estás, en árabe la cosa se complica

Cruzamos el río con la lancha del Isis Island Resort cuyas instalaciones, en esa preciosa isla fluvial, dan a los dos brazos del río, lástima que estuviera todo tan desangelado y a medio gas, porque a pleno rendimiento es un lugar que no olvidas. Extraordinarias las instalaciones comunales, pero la Primaveras Árabes y el diseño de los trileros de la crisis pandémica, dejó tocada la industria turística en este país africano –recordemos que entre el turismo y las cuotas de paso del Canal de Suez, prácticamente se cubre el 50% del presupuesto nacional- aún le quedan temporadas para ponerse al día, hay falta de personal, el mantenimiento, a pesar de la buena voluntad es escaso y la limpieza deja mucho que desear a pesar de las deslumbrantes instalaciones de la planta de llegada.

El centro cultural africano

La ciudad, para los parámetros africanos, aparece bastante caótica, aunque la gran contradicción, en el aparente caos, todo está bajo control, unas veces directo, otras inducido. Para ir a Abu Simbel monta un oficial en cada vehículo y cerca de las cuatro de la madrugada comienza el desfile de hormigas que no se detendrá hasta el mediodía cuando se inicia el retorno, más o menos los visitantes tienen dos horas para estar dentro de los famosos y míticos templos.

La suciedad y la arena del desierto es algo consustancial, la gente que usa lentillas lo pasa realmente fatal, digamos que éste es un terreno hostil para ellos. Quizá lo que más atraiga al viajero será el zoco, éste está ubicado en Sharia as Souq, puede hacerse incluso extraordinariamente duro; pero a los que les encanta regatear, el divertimento lo tienen asegurado, el ambiente nocturno es fascinante y es una buena forma de distraerse y disfrutar del frescor del río una vez que el astro rey se va por el horizonte.

La mezquita desde el otro lado del río

En primera fila tenemos el exclusivo SOFITEL [Old Cataract] donde Agatha Christie escribió su célebre novela Muerte en el Nilo. Es un edificio inconfundible y, desde la lancha que nos transporta al Hotel Isis, aparece asomado al acantilado, buena ubicación para sus terrazas y, al lado, tenemos los jardines feriales que permiten refrescarse gracias a su impactante manto verde, casi detrás del Hotel tenemos la Catedral Copta [cristiana] y, subiendo esa calle, llegaríamos al célebre cementerio fatimí y casi estaríamos en la cantera del Obelisco Inacabado zona desde donde se parte en una casi caravana hacia Abu Simbel, previamente se tendrán que ir sorteando numerosos controles.

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.

Juan Franco Crespo

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