Jubilado y viudo, meticuloso, observador atento, sobre quien –a pesar del éxito profesional– la sensación cada vez más aguda de la soledad se cierne sobre él.
El lector confinado a novelas que le mantienen en vilo y que se siente en manos del autor no se puede perder Pasajeros, del escritor alemán Michael Krüger.
Una desconocida dormida en el vagón de un tren. Un hombre mayor que, de repente, siente el cuerpo de la joven sobre él. ¿Qué consecuencias tendrá esto en sus destinos? Estos son algunos de los ingredientes argumentales de Pasajeros.
Desde el comienzo, el narrador va postergando lo que parece ser la historia principal para retomarla definitivamente a mitad de la obra. Entre un momento y otro, las extensas disquisiciones de la voz narrativa nos permite conformarnos una imagen del narrador y protagonista: jubilado y viudo, meticuloso, observador atento, sobre quien –a pesar del éxito profesional– la sensación cada vez más aguda de la soledad se cierne sobre él.
Los personajes secundarios son peculiares, cuando no extravagantes: el lunático vecino fallecido, el presuntuoso librero, el escritor húngaro que trabaja como consejero empresarial, la enigmática familia vecina…
Son continuas las alusiones a la reputación del protagonista como director espiritual y motivacional en miembros de medianas empresas, lo que le ha permitido ampliar su cartografía personal en periplos comerciales por innumerables ciudades y países. Esta escritura más objetiva en la narración queda aderezada por otra más íntima y psicológica que atiende tanto a retazos de la infancia como al mundo de los sueños.
Como decíamos líneas atrás, es a partir del capítulo 5 cuando, camino de Múnich, el narrador decide que el centro de la historia recaiga sobre la figura de Jara, una joven que inesperadamente ha posado su rostro dormido en uno de sus hombros. Al llegar a la estación y bajar del tren, se le plantea un serio dilema: ¿despreocuparse de la anónima compañía o intentar socorrerla poniendo en riesgo la alteración de su propio bienestar? Este personaje femenino se nos presenta con todo un halo de misterio: el protagonista no conoce su procedencia, no entiende su idioma y ha aparecido en su vida sin ningún dato de su pasado.
El carácter de la muchacha no es precisamente el de compartir sus pensamientos; únicamente el joven vecino Benjamin parece merecer su confianza.
Solo en el médico Berger halla el narrador –del que no sabemos su nombre– oídos a su mayor preocupación: la posibilidad cercana de que Jara se marche, sobre todo cuando la presencia de los servicios sociales se cierne como una estrecha amenaza y supone una inflexión en su hasta entonces despreocupada vida.
Desconcierta al lector que cuando parece tomar el pulso a una de las historias que ensambla en la narración nos encontremos de pronto con una interrupción de la misma para más adelante, de manera inesperada, retomarla.
El escritor alemán luce una prosa vigorosa entre la objetividad (sin caer en el adocenamiento del texto expositivo) y minuciosas descripciones sin ornamentos líricos.
Pasajeros, de Michael Krüger, con traducción de Juan Fernández-Mayoralas, se puede disfrutar en la colección Las Hespérides, de la editorial La Huerta Grande.
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Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato