Al mostrar, en este artículo de IDEAL en Clase, los seis diplomas escolares que durante tantos años he conservado, y que enmarqué hace poco tiempo para conservarlos mejor y como motivos decorativos, hay gustos para todo, no es mi intención hacer un estudio sobre los planes de convivencia y de conducta que recogen las normas de los centros escolares. Tan sólo pretendo remover la curiosidad mostrando la faceta artística de los mismos y, de camino, hacer una pequeña reflexión personal sobre su uso en aquellos años.
Los diplomas constituían, entonces, una evidente forma de implementar un incentivo a la asistencia y puntualidad, y a la conducta y aplicación, en el ámbito del proceder que los colegiales deben desarrollar en la escuela.
Para no discriminar a ningún alumno o alumna, todos recibían al final de curso algún diploma, pues, además de estos modelos, existían otros muchos de muy variadas competencias, como las deportivas, las de manualidades, las de convivencia, de solidaridad, etc.
No todas las escuelas disponían de medios como estos diplomas que eran imprimidos por la editorial Luis Vives S.A. Otros centros escolares compraban modelos de diplomas, que se vendían en las papelerías, sobre todo en aquellas que disponían de imprenta. En Granada teníamos varios ejemplos de estos establecimientos en aquellos años. Luego eran rellenados convenientemente con los motivos de su concesión. En otros casos, eran los propios maestros y maestras quienes confeccionaban los diplomas mediante sus propios dibujos y otras técnicas artísticas de manualidades, muchas veces con la ayuda de padres y madres que se brindaban a ello.
Eran los años de la fotografía de recuerdo escolar, de los chicos y chicas, con la pizarra de fondo y un globo terráqueo encima del pupitre. Todos bien peinados y con caritas de buenos estudiantes.
El conductismo establece que el aprendizaje es un cambio en la forma de comportamiento en función a los cambios del entorno, colegial, familiar o social. Así es como, la asistencia y la puntualidad escolar, o la aplicación, cambian mediante la adecuada conducta en el centro docente, en el ámbito familiar o ciudadano. Según esta teoría, el aprendizaje es también el resultado de la asociación de estímulos y respuestas. Los diplomas constituían un reforzamiento de los estímulos y unas estrategias de manejo conductual en el aula. Se asignaban reconocimientos y reforzadores simbólicos inmediatos, como puntos positivos u otros medios, los cuales al irse juntando conseguirían un objetivo de recompensa a más largo plazo, como en el final de curso con los diplomas.
De esa manera se potenciaba la educación en valores, como la responsabilidad y el respeto en los procesos de enseñanza y aprendizaje, entre otros muchos, favoreciendo en los alumnos y alumnas la interiorización y el desarrollo de los mismos.
Además la consecución de los diplomas escolares conseguía, en cierta forma, también concienciar a las familias como los primeros responsables de la educación de sus hijos, y de la importancia de educar en sintonía con la escuela.
Como ejemplo de estímulo en el ámbito de la ciudadanía añado un séptimo diploma, el de la «subasta de ilusiones». Y pido disculpas por la referencia en todos ellos a mi persona.
Pero en fin, no pretendo liar la cuestión. Sino que, a quien le apetezca y le parezca bien, disfrute con los diseños artísticos de estos diplomas que tienen más de medio siglo. Parece mentira cómo pasa el tiempo. Estoy seguro que traerán recuerdos, espero que todos buenos, a los lectores y lectoras. Cordiales saludos.
Antonio
Alaminos López,
maestro retirado