“María Botía, hizo un Noalejo mejor, una España mejor, un mundo mejor” Hoy, pocas cosas son lo que perecen; todo es apariencia, nihilismo, pasotismo y postureo. Nada interesa, a nada le encontramos sentido y pocos hechos son auténticos y verdaderos; la mentira, se ha impuesto como uso común. Dicha situación, es particularmente grave, en las esferas del poder, en todos sus espacios, formas y colores. Se promueven y reivindican las leyes más absurdas e innecesarias, y todas contrarias a la natalidad (Aborto, SÍ es SÍ, Trans, Igualdad, etc.). Pero ninguna protege a la familia, ni promueve la natalidad; en cincuenta años, no hay futuro, porque no habrá jóvenes suficientes para mantenerlo.
Pero, cuando más aumenta la crisis, cuanto más crecen las incertidumbres, cuanto más desconfía el hombre de sí mismo y de su futuro, mayor es la necesidad de crear esperanzas, de ilusionar, de recurrir a los hechos históricos relevantes, al patrimonio, a las tradiciones y a los valores universales, que siguen siendo más necesarios que nunca. Desde que el hombre existe sobre la Tierra, siempre ha creído y ha soñado, y, hoy, no vamos a dejar de hacerlo. En nuestro pasado reciente y en nuestro presente, tenemos grandiosos ejemplos de fe, de bondad, de esperanza y de valor. Hoy, les vengo a hablar de uno de ellos.
El próximo día 25 de marzo (D.m.) sábado, a las 18´30 horas de la tarde, en Noalejo (Jaén), se le pondrá el nombre de María Botía a una de las calles céntricas de dicha localidad, justo haciendo esquina con la casa, donde ella vivió toda su vida; hoy, ya derribada y construida de nuevo. El acto estará presidido por el señor alcalde, Antonio Morales Torres, junto con concejales, familiares, amigos y vecinos de Noalejo; más aquellas personas, que deseen acompañarnos. Dos personas más, ya fallecidas y destacadas por su servicio a Noalejo, han recibido este digno homenaje: el Juez José Algar y el Capitán de la Guardia Civil, Luis Rayo.
María Botía Becerro, nació en Noalejo el día 3 de octubre de 1905 y falleció en el mismo lugar el 11 de junio de 1985, es decir, casi con 80 años de edad. María, desde muy pequeña, quiso ser monja y así pudo ser. Hacia 1923, con 18 años, tenemos indicios de que tomó los hábitos de novicia, en la iglesia de San Juan de los Reyes de Granada, regentado por las monjas de la Presentación de la Virgen, residentes en el convento adjunto a dicha iglesia. Está emplazada en la calle del mismo nombre y tiene la originalidad de una rica evolución histórica: fue templo Romano, iglesia visigoda, mezquita musulmana y, finalmente, ha vuelto a ser iglesia cristiana. Sin embargo, su ilusión, pronto se vio frustrada; pasados unos meses en el convento, aun siendo novicia, enfermó y tuvo que regresar a su casa. Entonces, no había tantos médicos, ni hospitales como hoy. Pero ella entendió o quiso entender el mensaje del Cielo a su manera: “Dios ha querido que mi misión evangélica, la realice aquí, en mi pueblo, en Noalejo”, y así lo hizo. En primer lugar, aumentó, profundizó y perseveró en su gran fe, hasta el final de su vida. Asistía a Misa diariamente, celebración a la que le daba la máxima importancia, participaba en todos los actos litúrgicos y religiosos, rezaba diariamente el Rosario y otras muchas oraciones, como las tres Ave María, colaboraba en todas las necesidades y tareas de la parroquia, daba clases del Catecismo y de Religión, colaboró y creó en Noalejo la asociación de Marías de los Sagrados Corazones, etc. Con esta Asociación organizaban Ejercicios Espirituales, Retiros Mensuales, Actos Eucarísticos, crearon una biblioteca para formarse mejor y extender las lecturas religiosas, repartían revistas, como El Promotor, etc.
Pero, si grande y rica fue su labor de fe, no menor fue su ayuda a los más necesitados. Las fuertes razones que le asistían, las conocemos: fe absoluta en Dios y amor sin límites al prójimo. Con cesto de palma en el brazo y monedero negro en mano, se pateaba diariamente el pueblo entero, mañana y tarde. Una larga ruleta de vueltas y revueltas, un ajustadísimo “encaje de bolillos” para que al final del día le salieran las cuentas y nadie se quedara sin comer. Pedía y repartía dinero, comida, ropa (que lavaba, cosía y planchaba), zapatos, enseres, sellos usados, etc. Conocía perfectamente las necesidades del pueblo; sabía a quién le tenía que dar y a quién le podía pedir, pero todo ello con la máxima discreción. También hablaba, visitaba y daba compañía a enfermos, personas mayores, solitarias, viudas, niños desatendidos, etc.
En resumen, una persona comprometida y ejemplar, que, con una fuerte fe, entregó su vida a los demás, al pueblo de Noalejo. Actualmente, todos deseamos la utopía de un mundo mejor; pero “María Botía, hizo un Noalejo mejor, una España mejor, un mundo mejor.” ¡Mil gracias María!
(NOTA: Este artículo de Antonio Luis García Ruiz se ha publicado en la pág. 23, de la edición impresa de IDEAL Jaén correspondiente al jueves, 23 de marzo de 2023)
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Catedrático y escritor