No sé dónde he vuelto a leer el término ucronía –«Reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos» (RAE)–, pero lo cierto es que me ha hecho reflexionar sobre mil y un aspectos de nuestras actividades sociales y conversaciones, más o menos sesudas, en torno a las posiciones y recuerdos de muchos de nosotros.
Ahora, en plena Semana Mayor, vivo interés de corazones, tiempo –para muchos– de acercarse a lo soñado meses atrás, mezcla de sentimientos, emociones, admiración o puede que hasta indiferencia, el bullicio asoma en cada esquina.
Y es que en esta Andalucía nuestra, en este «solar de las bellas artes y las humanidades», capaz de cambiar un tradicional villancico en marcha campanillera, cabe lo bueno por definición y lo que no lo es; lo apacible y lo contrario; la calma y la prisa; el desafecto y la apuesta decidida.
Lo cierto es que en este contexto –al menos me lo parece a mí– se está poniendo de moda reescribir los hechos y vicisitudes de las corporaciones que protagonizan este tiempo, muchas veces cortando párrafos de su devenir o cambiando (dulcificando) los lances, gestas e incluso efemérides.
Por ello, cito aquí, con toda intención, a Antonio Machado: «Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda. De este modo premia Dios al escéptico y confunde al creyente».
Y esta “supuesta evolución”, me impelen a mantener que en nuestra Semana Santa –en nuestra sociedad– no pueden seguir existiendo asociaciones de primera o de segunda, comunidades con diferente valoración, uniones con mayor o menor reconocimiento.
Los tiempos revueltos nos arrojan a ser más conscientes, comprometidos y exactos con nuestro rol social de actores eficaces; con la exposición pública de nuestras creencias; con el compromiso ineludible de interesarse por los otros y ayudarles en todas sus necesidades.
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de
Ramón Burgos
Periodista