Posiblemente el lugar más próximo para visitar monumentos que durante milenios habían estado sepultados bajo la arena y que visionarios o románticos europeos acabaron sacando a la luz [también los saquearon] y hoy son un punto de atracción para el turismo de masas que descubre, con asombro y desconcierto, el fantástico y gigantesco lugar de los tiempos faraónicos.
La primera vez que estuve en Luxor fue una escala técnica de un vuelo originado en Palma de Mallorca y con destino final Nairobi, eso sucedió hace más de treinta años, entonces las instalaciones aeroportuarias me parecieron un espejismo en esa zona desértica. Tres décadas después me he encontrado unas instalaciones que, en nada tienen que envidiar a las de cualquier país desarrollado, limpias, modernas y funcionales a pesar del cambio climático, idiomático y cultural.
Es cierto que a veces los alienados europeos miramos con cierto recelo a los países de Oriente Medio que [todo hay que decirlo] desde que el terrorismo se instaló entre nosotros, occidente tampoco es el lugar seguro que nos venden o quieren hacernos creer y, como prueba, tenemos cómo desaparecieron los humanos de las calles cuando en marzo del 2020 anunciaron la “plaga” del siglo XXI que sirvió para embaucar y experimentar cómo es el horror y la aprehensión, por no decir la desconfianza, la sumisión en un ostracismo del que parece difícil salir.
Más veces vuelvo a esa zona del mundo, más cómodo me encuentro quizá, en el fondo, subyace nuestra infancia, tan desfigurada cuando uno regresa al lugar que le vio nacer y del que salió apenas cumplida la mayoría de edad. Por esa zona del mundo todavía la vida transcurre con una relativa calma donde la sosegada charla, las vivencias y la realidad, sin intermediarios, hacen que tomar el té con estas gentes sea realmente un momento de placer y de intercambio que modifica cantidad de prejuicios que nos han ido inoculando contra este otro mundo que, no lo neguemos, tiene otros parámetros y otros juicios de valor, pero donde la humanidad no se ha perdido, por ahora.
Luxor cambió pero, en sus esencias, aún conserva su encanto, sus callejuelas, su tradicional sistema de vida, en suma su tranquilidad y su vida nocturna que es realmente un encanto, una alegría, un renacimiento de la ciudad que aparece casi desierta durante la mayor parte del día. Recordemos que se levantó sobre la antigua Tebas que en su momento fungió como la capital del país entre 1550-1069 [A. N. E., Imperio Nuevo] y allí tendremos que encaminaros si pretendemos visitar los templos homónimos, el de Karnak, base para los yacimientos más importantes del Antiguo Egipto: el Valle de los Reyes e infinidad de otros lugares que en la práctica harán que sea imposible recorrerlos todos en la tradicional oferta de las agencias. No olvidemos que el mayor yacimiento arqueológico del orbe lo tenemos bajo nuestros pies: también es el puerto base desde donde suelen iniciar el Crucero Fluvial hasta Asuán; en nuestro caso eso no se cumplió ante el overbooking que hubo.
Salvando las distancias, sólo el Templo de Luxor nos permite disfrutarlo cómodamente desde nuestro hotel ya que está dentro perímetro urbano y, si seguimos la impresionante avenida de las esfinges, podremos llegar por nuestro propio pie al Templo de Karnak. Incluso, si me apuran, toda la región occidental la podemos planificar sin grandes dificultares por nuestros propios medios y tiempos. Todo dependerá de nuestra disponibilidad y nuestro cansancio. Los taxis, para los parámetros españoles, son relativamente baratos, más aún si se viaja en grupo, para uno es barato, para dos casi un regalo y para cuatro apenas el costo de un café en España ahora que casi lo han convertido en artículo de lujo. ¡Qué lejos tiempos aquellos en que de veinte duros se pasó al euro y ahora en infinidad de establecimientos ya te sisan 1,50€! Suele suceder que tardaremos más en comprar las entradas a los yacimientos [están a precios europeos] que el tiempo empleado en los establecimientos arqueológicos de la zona, van controlados al minuto y te asignan, a los grupos, horas de entrada y salida.
La ciudad es moderna y bulliciosa, en 2020 se hablaba de casi millón y medio de habitantes, éstos se adaptaron a lo largo de milenios a la fértil franja fluvial que la cruza, recordemos que el extremo oriental es uno de los desiertos más grandes del mundo [el mayor es el continente helado o sea: la Antártida] y cuya temperatura diurna suele superar con tranquilidad los 40º, de ahí que se aconseje al viajero programar sus visitas fuera del caluroso estío y, sobre todo, llevar siempre agua.
Patearla es una opción, la primera vez, con la canícula estival, no lo intenté, a finales de otoño la cosa cambia y un simple paseo en calesa puede deparar una visión lejana a la idea preconcebida, además contribuiremos a que la familia del conductor coma. Eso sí, la mayoría de ellos son simples “mandados” y, tanto el carruaje, como el caballo, son de otra persona, aunque eso sea algo anecdótico para el viajero, podemos colegir que los carruajes son mucho más viejos que los clásicos en algunas de nuestras fiestas donde, con impostación, nos quieren decir que es la tradición [un claro ejemplo son ELS TRES TOMBS DE VALLS que se celebra cada enero].
Las últimas horas de la tarde son propicias para adentrarse en esta urbe que inicia su despertar y ambienta sus calles con una gran profusión de olores y colores. Después de todo, a pesar de la dureza del circuito. En nuestro caso no hubo crucero fluvial y la agencia española, ante nuestra reclamaciones, se excusó diciendo que el percance se debió al overbooking provocado por miles de turistas llegados por la sesión del COP27 que la ONU celebraba a primeros de noviembre del 2022 en Sharm el-Sheij. Es cierto que la citada conferencia tenía más de 30.000 participante que pagamos a escote todos los humanos. ¡Cuánto vivales anda suelto a costa del presupuesto o cómo se las ingenian los “vivos” para hacer turismo a costa del ciudadano!
A nosotros martilleándonos con el dichoso cambio y ellos dilapidando los recursos de forma descarada porque, a pesar de todo, el mundo sigue y Pangea continúa dando vueltas a pesar de los pesares; lo contrario ya sería el definitivo fin.
En la construcción del Luxor histórico participaron tres célebres faraones o personajes: Ajnatón, Tutankamón y Alejandro Magno, así que es lógico pensar que con tamañas figuras de la historia, tenemos yacimientos y monumentos para semanas enteras; iremos adentrándonos en algunos de ellos, recordemos que tras la etapa faraónica, llegaron los romanos y la era cristiana. Entre todos dejaron incalculables tesoros, en forma de arquitectura, en la zona más ancha del río de la vida.
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio