Cruzamos la puerta en fila, y llegamos a aquella sala llena de abuelos sentados en sus sillones. Nada más asomar se empieza a escuchar ¡oh, qué guapos!, ¡pero qué graciosos!, ¡cómo se puede ser tan bonito! … Había verdadera emoción en esas voces desgastadas por el uso de la vida.
En Infantil del colegio Juan XXIII de la Chana llevamos a cabo la metodología por proyectos (ABP), y en la clase de 4 años, hemos estado haciendo un proyecto sobre el circo y hemos aprendido muchísimas cosas, pero lo más importante de todo, ha sido observar cómo los payasos hacen reír a los demás… En definitiva, cómo hacen felices a los que están a su alrededor… ¡Nosotros queríamos hacer lo mismo!
Así que, tras mucho investigar… Nos fuimos ganando los distintos elementos del disfraz de payaso, que distintas mañanas aparecían por arte de magia dentro de una carpa que tenemos en clase. Y una vez que tuvimos el disfraz completo… ¡Estábamos listos para llevar a cabo nuestra misión! ¡Ir a un centro de día a hacer reír a los abuelos!
Y así, fue como llegamos al centro Fuente del Avellano, con ilusión y nervios a partes iguales, pero con una misión que estaba conseguida mucho antes de empezar nuestro espectáculo: hacerlos sonreír.
Lo curioso fue que no solo sonrieron los ancianos, sino todos los que tuvimos el privilegio de presenciar ese encuentro. Es realmente mágica la conexión que existe entre ellos…
A los abuelos les despiertan ternura. Y los niños es como si, a pesar de su corta edad, empatizaran con la situación de las personas mayores… Es algo que no deja indiferente a nadie.
Les dijimos unas poesías, les bailamos, rezamos y cantamos juntos… y les regalamos unas narices rojas para que no se olvidaran de que había que sonreír. Pero la sonrisa la tenían dibujada en sus caras mucho antes de que les diéramos la sorpresa. Pues el verdadero regalo no eran las narices, sino las “manillas regordetas” de los niños que las entregaban. Esas mismas que, minutos después, acariciaron las suyas llenas de arrugas, entre las que asomaba la belleza de la experiencia y la sabiduría. Y las mismas que, más tarde, rodearon su cuello al abrazarlos como si se conociesen de toda la vida.
¿Qué hace alumnado de Infantil de 4 años en un centro de día de mayores? La respuesta es sencilla: hacer felices a los que están a su alrededor. ¿Puede haber algo más importante que aprender?
Ana Mª Fernández Martínez
(Maestra de Juan XXIII-Chana)
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