Como siempre, os recomiendo –me recomiendo– la lectura como medio imprescindible para formar el pensamiento y el alma, aunque, eso sí, eligiendo con tino y sabiduría lo que se pone a nuestro alcance en las librerías (ya sabéis que para mí el “papel” es un arma imprescindible y duradera, a la que siempre se puede recurrir si se la mima).
Esta vez ha sido un libro, catalogado, curiosamente, como “infantil y juvenil”, de Isabelle Simer, “Las ideas son criaturas extrañas”, el que me ha hecho reflexionar sobre los muchos propósitos y juicios que ocupan mis sueños: “Los caminos de los pensamientos son insondables, aunque en ocasiones se comportan como criaturas extrañas: seres flotantes que cambian de piel, se mimetizan, nos miran, se zambullen, nadan, vuelan o escarban”.
Sobre todo porque me ha recordado, una vez más, la realidad que estamos viviendo tan llena de declaraciones alborozadas o, incluso, triunfantes que, en contados casos, tienen el marchamo de la verdad, acercándose más a lo mohíno.
Parece como si los dicentes hubiesen asumido como propio el papel de una criatura de cuento de hadas, sin notar sus propias alucinaciones, fantasías o quimeras: “Hasta meter, prometer; y una vez metido, nada de lo prometido” (refrán tan español como certero).
Fuimos concebidos para la vida en común; con ideas y proyectos diferentes; pero fusionados por la supervivencia universal y la herencia que dejaremos a las futuras generaciones. Y sólo así conseguiremos perdurar, pues como mantenía tiempo atrás –y lo seguiré manteniendo–, el crédito que nos dan nuestros congéneres, y la propia naturaleza, no depende de petulancia alguna; al igual que la formación integral es enemiga de cualquier modo de copia… ¡Que para imitar las falsedades de otros –o sustentar las propias– ya hay suficientes “payasos”, y no precisamente tan honestos y profesionales como los que trabajan en los circos!
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de
Ramón Burgos
Periodista