Los nervios se han desatado. ¡Que si yo no aparezco en la foto! ¡Que si tú apareces en dos! ¡Que si el otro se ha puesto en medio! ¡Que si tú más que yo! ¡Que si…!
No me preguntéis por qué, pero el panorama que se está dibujando en estas tierras –tan dispares y, a la vez, tan deseosas de entenderse– no se acerca de ninguna forma a lo que, al menos yo, entiendo como una nación responsable de sus actos (por las acciones y decisiones de determinadas cabezas dirigentes).
Parece como si el “terreno político” estuviese asfaltado con turba: “Carbón ligero, esponjoso y de aspecto terroso que se forma en lugares pantanosos debido a la descomposición de restos vegetales. La turba es un combustible fósil con poco valor energético”, definiciones de Oxford Languajes.
Y ello me da pie para recordar, y recordarme, en aras de la mejor convivencia, la necesidad perentoria de acabar de una vez por todas con el renaciente empeño de dividir a nuestras gentes –todo lo que sea dividir conlleva el peligro del aislamiento y de la pérdida de conciencia colectiva–.
Afirmo que algunos, amparados en el descontento de situaciones puntuales, usan las diferencias sociales para intentar crear nuevos ducados con sesgado sentido antidemocrático… La verdad es que yo preferiría que antepusiesen la realidad del compromiso activo, el mismo de aquellos que luchan y trabajan día a día por el desarrollo y mejora global de nuestra sociedad, sin localismos intransigentes cercanos a las trasnochadas dictaduras nacionalistas.
¿Valdrá la pena recordarlo ahora que nos han convocado a ejercer nuestro derecho a la elección? Yo apuesto por el sí; un sí con visión de futuro y sin hechizos de falsas expectativas mantenidas sin ley ni arte y, por desgracia para los más, repito, reiteradamente incumplidas.
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de
Ramón Burgos
Periodista