Vencido Napoleón,
tras la dolorosa guerra,
retornó Fernando VII
entre vítores y fiestas.
Pero pronto defraudó
por traiciones y arrogancias
mostrándose un rey felón
que la ley no respetaba
incumpliendo por decreto
lo que poco antes jurara.
Los años de su reinado
fueron etapas aciagas
y España vivió unos tiempos
de aprensiones y desgracias.
En la Década Ominosa,
con crueldad inusitada,
la violencia del Estado
regó de sangre la patria.
La Pragmática Sanción
abolió la Ley Sálica
propiciando que su hija
fuera reina soberana.
De nuevo surgió la guerra
con las garras afiladas
y en las contiendas carlistas
entre hermanos se mataban.
A su vez, en las provincias
de la América hispana
el ansia de independencia
por todos sitios brotaba.
Al morir Fernando VII
España fue gobernada
en regencia por su viuda,
María Cristina llamada.
Cuando la hija heredera
tuvo edad de gobernar
lideró la monarquía
entre el fervor popular,
la reina Isabel II,
una dama peculiar
no sólo en su vida pública,
aún más en la personal.
Continuaron las luchas
por el poder alcanzar
y el juego de la política
resultó poco ejemplar.
El deterioro aumentaba
sin poderlo refrenar
y hubo una revolución
para la nave virar
nominada “la Gloriosa”
en el decir coloquial.
La reina marchó al exilio,
gobierno provisional
cuyo mando lo ostentó
una terna militar.
Las Cortes Constituyentes
se afanaron en buscar
una nueva monarquía
garante de orden y paz.
Fue la Casa de Saboya
la que optaron por llamar
con don Amadeo I
de rey constitucional.
Tal embrollo había en España
que prefirió renunciar
refugiándose en Italia,
su amada tierra natal.
Asesinaron a Prim,
no se podía gobernar
y las cortes decidieron,
en votación singular,
que fuese una república
de carácter federal
quien asumiera el poder
y el directorio estatal.
Esta primera República
tuvo un corto recorrido
pues apenas en un año
todo se vio concluido
al darse un golpe de Estado
que fracturó el hemiciclo
retornando nuevamente
a los problemas antiguos.
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Profesor jubilado y escritor, autor de
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