Rafael Reche: «Crónica de un día de verano, el mar»

Todos hemos cambiado, todo envejece ahora más rápido, sin embargo cada año los veranos están más lleno de vida con un mar que no ha envejecido.

Cada mañana un paisaje nuevo se abre al amanecer. Miro, contemplo desde mi terraza y me dejo seducir por las pulsaciones tranquilas del mar al despertar el día, en un espacioso cielo de verano, un manto blanquecino de bruma cubre como una sábana delicada la superficie. Las gaviotas en un planeo sostenido, van y regresa del mar a la arena.

El mar que nunca descansa al llegar la noche se aquieta, el arenal de la orilla se hace inmenso, no hay bañistas, no hay gaviotas, sólo la playa de luna, sólo parejas de enamorados, algunos andarines solitarios, de fondo el rumor amortiguado de las olas, la playa de noche, de olas azules que van borrando los corazones dibujados en la arena y las pisadas olvidadas.

Las puestas de sol sobre el mar son espectaculares. En Cádiz son lugares privilegiados desde la Caleta: con las barcas de pescadores, el Balneario, los Castillos de San Sebastián y Santa Catalina.

En mis veranos de jubilado, vuelven a beber mis ojos del mar, me detengo sin detenerme en ninguna orilla para abrir el reino del recuerdo. Cuantos secretos guardados en el mismo mar de la niñez, juventud, de la madurez y ahora mi memoria se hace del cristal de aquellos veranos, me vienen los fantasmas de los que se han quedado por el camino. De una vida en blanco y negro de los abrazos y caricias con la luz de luna, de la pandilla de amigos, de momentos que cambiaron la vida al color vivo de un Cádiz de los años 80 y 90 de renacimiento y esplendor.

El mar se ha poblado de alas, de los que volaron y otros que llegan. Veranos, un tiempo sin medida, donde los hijos crecían tan rápido con suben las mareas, pasando veranos tras verano buscando el sol, la alegría y el mar de Cádiz. Como los pájaros abandonan el nido, ellos marcharon a otros lugares y ahora vuelven como aves emigrantes con los nietos. Sólo hay un amor inmenso y sin revés, el de los nietos y los abuelos. A todos nos une el verano, nos une el mar y nos une Cádiz.

Una inmensa playa urbana de arena fina abierta al Atlántico.

Los nietos están hechos de ternura y de la inquietud propia de su inocencia. En los laberintos de su memoria sin grabar quedará: el dormir en literas en el apartamento de la playa, reunirse con los primos, saltar y dejarse llevar por las agitadas olas, el cine de noche en la playa, la paella del abuelo, los helados en las noches de verano.

Miro el mar, el mismo mar de antaño y de hoy, sopla el mismo levante o poniente, me encuentro detenido en el mismo lugar, precisamente detenido en mi vejez.

La ciudad se puebla: de nuevas caras, hoteles, cruceros, chiringuitos… una ciudad intermitente cuando llega el verano que atrae a todos como un imán.

Puesta de sol sobre la bahía de Cádiz desde singular paseo de la Alameda.

Aún quedan días de verano. Aún queda mar y orillas para mojar los pies en la espuma de las olas. Cádiz tan cerca y tan lejos del infierno de calor estival de Granada.

La mirada se proyecta hacia el infinito horizonte de un mar de mares, más allá están los amigos Mexicanos. México, una tierra de paraísos perdidos de lo inimaginable y un pueblo de personas que conquista y enamora, una experiencia enriquecedora en la reciente visita universitaria realizada desde Granada.

Al lado del mar, tengo la sensación que el tiempo no pasa, me siento en una terraza del paseo marítimo, suena una delgada melodía de salsa latina, se filtra un ligero aroma del freidor, todo se mueve sin prisa, transitan los peatones, el mar saca olas de su vientre, no me canso de mirar… ¡Es Cádiz! La nave que hace siglos encalló en la arena

Muy a propósito suena la canción del grupo Jarabe de Palo.

Depende

Que aquí estamos de presta’o
Que el cielo esta nubla’o
Que uno nace y luego muere
Y este cuento se ha acaba’o

Depende
Depende ¿de qué depende?
De según como se mire, todo depende
Depende ¿de qué depende?
De según como se mire, todo depende

¡Disfrutemos del verano!

¡Feliz verano!

Nota del autor: Es verano y tengo ganas de estar libre de mi prisa, por eso los artículos van y llegan como las olas, sin tiempo, sin prisa.

 

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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.

Rafael Reche Silva

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