Antonio Alaminos: «Granada en bronce»

Numerosas son las esculturas en bronce y otros metales que encontramos por nuestra ciudad cuando paseamos en los atardeceres veraniegos intentando refrescarnos. Personajes granadinos con sus muchas luces y algunas sombras que nos transmiten sus más valiosos y evidentes valores.

Las figuras se calientan con los rayos del sol hasta quemar si se tocan al medio día y no se enfrían hasta bien entrada la noche. Hay que desear que sus virtudes recaigan también en todos, especialmente en los políticos elegidos el 28 M y el 23 J. El bulevar de la avenida de la Constitución ya alberga desde hace casi catorce años a sus estrellas, que han marcado historia en Granada. El Gran Capitán, San Juan de la Cruz, Manuel de Falla, Federico García Lorca, Manuel Benítez Carrasco, Pedro Antonio de Alarcón, Eugenia de Montijo, María la Canastera, Elena Martín Vivaldi, y el torero Frascuelo. Junto con las esculturas de San Juan de Dios y el Beato Fray Leopoldo de Alpandeire, en los Jardines de la Inmaculada del Triunfo. Y la emocionante familia de emigrantes frente a la estación de RENFE. Y al final de la Gran Vía el grupo de la venerable Isabel la Católica junto al descubridor Colón. Y la de del filósofo, médico, lingüista y padre de los traductores, el judío granadino Yehuda Ibn Tibón, al inicio de la calle Pavaneras. Todo un conjunto de inspiradores bronces dispuestos en una imaginaria línea que atraviesa el eje central de la ciudad casi de norte a sur.

Estatua de Washington Irving   en los jardines de la Alhambra ::A. ARENAS

Luego está el Togado de Periate en el Museo Arqueológico, junto al bailaor Mario Maya, el Padre Manjón y Chorrojumo; desde la Carrera del Darro hasta la entrada al Camino del Sacromonte. O la escultura a la Sanidad Militar al inicio del Zaidín. O el monumento a Ángel Ganivet junto a la Fuente del Tomate y la escultura a Washington Irving en los Bosques de la Alhambra. Y más arriba en el Cementerio de San José imágenes de bronce sobre las tumbas de nuestros difuntos. No hay comentarios, sólo las lágrimas y las oraciones que salen del corazón. Y un caballo y un burro en las esculturas del Instante Preciso sobre la puerta del Ayuntamiento y del Aguador en la Plaza de la Romanilla. Y tenemos a Albert Einstein y Santiago Ramón y Cajal en los jardines del Parque de las Ciencias, junto con Fernando de los Ríos en la carretera de Armilla, como si quisieran bajar a la costa granadina. Y unos niños del Ave María jugando al inicio de la Avenida de Cervantes, y una niña sentada en Soledad en la Plaza de Bibataubín. Y la estatua del Sultán Boabdil el Chico que cierra ese espacio onírico que discurre desde La Caleta hasta el Paseo del Violón. Y la escultura al Caminante en Granada que mira y remira junto a la Fuente de las Batallas. Y el Padre Suárez en el primer patio de la Facultad de Derecho. Y nuevamente San Juan de Dios en su calle a la entrada del comedor social socorriendo a un necesitado.

Monumento a los viajeros románticos, en el paseo del Violón ::A.A.

En el bajo Albayzín, en la calle La Gloria ubicada en lo que fuera el antiguo barrio de Axares, se encuentra una escultura dedicada al pintor inglés afincado en Granada, George Owen Wynne Apperley. Y la escultura de Carlos V, que impresiona en el Patio del Archivo del Rectorado de la Universidad de Granada en el Hospital Real. O la imagen del ingeniero aeroespacial granadino Emilio Herrera que parece querer impartir clases entre la Facultad de Ciencias y la Escuela de Ingenieros de Caminos. Y el monumento al Flamenco que miran asombrados los dos Viajeros Románticos desde su pedestal en el Violón. Y Agustín de Lara que canta a Granada en la Plaza del Ángel. Y el Medallón de Álvaro de Bazán en su esquina de Reyes Católicos. Y Don Bosco rodeado de chiquillos y chiquillas junto a su colegio salesiano. Y unos atletas gigantes próximos al estadio del Nuevo los Cármenes. Y el busto de San Juan Pablo II en el patio de la Virgen de las Angustias y las esculturas de las fuentes de los jardines del Salón y la Bomba, el Duque de San Pedro de Galatino y la niña del cántaro. Y para terminar la estatua de Fray Luis de Granada que preside la plaza de Santo Domingo, como si quisiera darnos consejos tomistas para reconducir este alocado mundo. Y hasta la armadura de un caballero en la escalera de la Casa de los Tiros que parece querer salir a la calle, a una rotonda o a una glorieta, para tomar el fresco. Pero no sabe que lo que se le vendría encima es el calor de la canícula granadina.

Cordiales saludos a los lectores y lectoras de IDEAL en Clase.

 

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Antonio Alaminos López,

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