“Los espacios exteriores de un centro son recursos educativos en potencia. Entre otras cosas son lugares privilegiados de contacto entre el centro educativo y el territorio, el social y el natural.” (Carme Cols Clotet)
Cualquier espacio que pertenezca a un centro es enriquecedor para tod@s. Soy afortunada porque mi aula cuenta con dos puertas: una de ellas da al pasillo del edificio y otra a un pequeño espacio exterior. Un espacio con algunos árboles, chinos y unas escaleras/rampa que comunica con el patio. Un espacio no muy llamativo, pero lleno de un sinfín de posibilidades.
Tenemos que repensar esos espacios exteriores con lo que nos podemos encontrar y darles el lugar que realmente se merecen, ya que esos espacios exteriores pueden convertirse en espacios de vida, de experiencias, donde poder realizar actividades diversificadas; interaccionar con otras personas; favorecer la creatividad y el juego; la resolución de problemas; recuperando el contacto y la interacción con la naturaleza.
Como docentes debemos de observar las posibilidades que pueden ofrecer cada uno de los ambientes a los que podemos acceder, enriquecer esas posibilidades, interactuar con los niños y observar sus reacciones y expresiones.
Las personas crean los espacios y los espacios, conforman a las personas.
Y eso hice con ese espacio prolongado de mi aula. Este curso ha sido un bosque encantado de otoño, un jardín mágico de Halloween, un laboratorio de experimentos, una cruz de mayo… y un chiringuito.
Crear un chiringuito de forma vivencial y significativa fue muy sencillo gracias a mis familias y gracias a mis peques. El entusiasmo y la ilusión con lo que lo viven y aprenden hacen que todo merezca la pena, pero… ¿y por qué un chiringuito? Llegaba el final del trimestre, tenemos una zona con sombras y chinos y muchas ganas de verano y vacaciones, así, que no imaginé un mejor final para nuestro último trimestre.
Primero necesitaba todo el mobiliario y el menaje (el menaje lo estuve reuniendo durante tres meses, reutilizando todo lo que no necesitamos: envases de zumos, yogures, helados, botes de colacao vacíos…) y de clase: vasos de plástico, platos, cucharas… de nuestra cocinita de aula… además, adquirimos algunas cositas específicas de los chiringuitos: vasos de coctel, sombrillitas, cucharitas de helado…
A todo eso, sumamos la colaboración de nuestras familias: sillas, tumbonas, mesas, sombrillas, barbacoa, bandejas, guirnaldas, máquina de bebidas… y la mismísima barca para nuestros espetos.
Una vez estaba todo reunido en clase, los peques se lo encontraron en la asamblea. Sabían qué podíamos hacer con él y su motivación era máxima para ello. Investigamos: aprendimos a montar y desmontar en la misma mañana la zona de mesas y sillas, los oficios de cocinero y camarero, llevar bien una bandeja sin caerse, servir la comida sin hacer esperar mucho… así, como a ser buenos clientes: ser pacientes, pedir por favor, pagar por la comida…
Elaboramos nuestras cartas (carne, pescado, menú del día y cócteles) y precios, las cuáles estaban pegadas en los muros a la vista de todos los clientes, pero, además, elaboraron unas individuales para dejar en las mesas, así como un cuaderno de comandas para los camareros.
Repartían sus roles cada vez que lo visitaban: los clientes esperaban a ser atendidos, el camarero los acompañaba a su mesa, les dejaba una carta, tomaban la comanda, la llevaban al cocinero, preparaban la comida…
Siendo un aprendizaje totalmente vivencial, significativo y totalmente globalizador. Han aprendido jugando.
Pero no solo nosotros hemos disfrutado de este espacio, lo hemos convertido en un lugar de reunión con nuestros compis de ciclo, todas las aulas de infantil dan a este espacio y siempre eran bienvenidos para disfrutar de ellos, a veces eran solo clientes y otras veces cambiaban sus roles. E incluso nos podían poder ir a desayunar al aire libre en nuestras mesas y sillas.
También se acercaba el fin de curso, así que, para el fin de nuestro chiringuito, decidimos darle vida. Convertimos este producto final en un momento de convivencia con las familias y una experiencia para el recuerdo.
Tras una reunión llena de risas e ilusión por este cierre de curso, decidimos con las familias lo que queríamos en nuestra fiesta final de chiringuito.
Nos trajeron barbacoa: chorizos, morcilla, salchichas, hamburguesas…, migas con boquerones fritos, patatas, gusanitos… y bebidas para cocteles.
Ese último día, cambiamos nuestros roles y los peques fueron los clientes, ya que ellos cocineros y camareros eran los papás y mamás que habían acudido (con atuendos playeros) a disfrutar del chiringuito.
Pero no solo nos sirvieron y retiraron la comida y bebida, también se animaron con las famosas canciones de Georgie Dann realizando una gran conga.
Música, comida, sol, unión… disfrutamos de una mañana juntos llena de risas, baile y mucho amor.