Por acuerdo unánime de su junta directiva, la escritora Celia Correa Góngora ha sido nombrada presidenta de honor del Centro Artístico, con carácter vitalicio.
Se une así a un selecto y muy reducido grupo de próceres que históricamente le antecedieron, como la marquesa de Squilache, Grande de España, cuya infancia transcurrió en Granada, protectora luego de nobles causas, a la que se otorgó la distinción de presidenta de honor del Centro Artístico el 4 de febrero de 1909; como Natalio Rivas, quien ejerció como ministro de Instrucción Pública entre 1919 y 1920, o como el Duque de San Pedro de Galatino, constructor del Hotel Alhambra Palace y del tranvía a la Sierra, así como impulsor de la traída de agua potable corriente a la ciudad.
Tras una brillante etapa de ciento veintinueve años fomentando las artes, las letras y las ciencias, en que dejó hitos tan importantes para nuestra ciudad como la creación de la primera cabalgata de Reyes Magos de España, la iniciativa y organización en 1922 del celebérrimo Primer Concurso de Cante Jondo, o el impulso para la erección del monumento a Ángel Ganivet en los bosques de la Alhambra, el Centro Artístico, sumido en deudas y raquítico de respaldo social, se veía abocado el año 2014 a su desaparición, lo que habría supuesto otra lamentabilísima pérdida para Granada: una más… Momento en que Celia Correa tomó el timón del conocido históricamente como “la Simpática Sociedad”. Pugnó enconadamente por salvarlo del naufragio; braceó a contracorriente hasta el agotamiento; supo recabar difíciles ayudas, convencer mecenas, acrecentar socios y, rodeada por una eficiente junta directiva, con ella siempre al frente, logró evitar el hundimiento de esta nave, cargada de casi siglo y medio de historia cultural granadina, reflotarla y ponerla de nuevo, airosamente, a navegar.
Tras ocho años de incansable boga, hace uno que Celia Correa dejó la presidencia de la entidad de que hablamos. Ahora, la actual junta directiva le otorga merecidamente el nombramiento vitalicio de Presidenta de Honor. Sin ella, sin su esforzado y agotador empeño por salvarlo y sostenerlo, no existiría ya “la Simpática Sociedad”: el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada.