No hay palabras idóneas para expresar el límite de la maldad y crueldad que invocan las proyecciones de las imágenes de niños, ancianos y en general de población civil que no encuentran su sitio en las actuales guerras sin sentido (Ucrania, Gaza, Israel, Líbano…). Ya no quedan velas por encender, ya no quedan altares improvisados para tanta víctima.
Como explicarlo, cuando estoy a miles de kilómetros mirando lo que pasa allí. Miles de rostros que acumulan el dolor en su piel, sufren la lenta agonía del día a día sin futuro, todos cargan su corona de espinas. Donde la vida se aquieta en una tierra negra, de calles desbaratadas con edificios desechos a bocados, de pueblos vacíos donde el eco habita el aire.
Mis pensamientos se bifurcan, se enredan cuando me pregunto: ¿En qué frontera está el enemigo?
Huele a sangre, a muerte, en ambos lados de la frontera. El mismo ruido y pánico siembran las bombas de un lado y del otro, sus lenguajes expanden el odio y la angustia. En todas los sectores hay solitarios forzados, la oscridad da grosor a los ojos atemorizados: del rehén en su negro túnel, de la mujer paralizada tras los cristales mientras se desploma el edificio de enfrente, de la madre en el ahogo de pena que espera la devolución de su hijo secuestrado/prisionero.
Escucho la sirena con sus pitidos apurados, cortos y largos. No puedo engañar a mi cerebro, fluye la sangre como torrente de agua desbocada, los latidos del corazón golpean mi pecho, aceleran mis pies. Como una autónoma que habita en la circunstancial camareta de una base militar, me coloco el chaleco anti fragmento y el casco, crujen sincrónicamente las puertas abriéndose y cerrándose bruscamente, pasos de botas que se multiplican apresurados hacia la salida del barracón. Sólo 5 minutos, tic tac… ¿cuánto vale un minuto de vida real? ¡Sólo 5 minutos! Para llegar al refugio.
En el cielo pardo, cruzan aves negras alineadas del sur al norte, expande su graznido de alarma, emigran prófugas de los sonidos de los cañones y cohetes, se alejan de la frontera “Blue Line” que separa el Líbano de Israel.
El aire exterior con el insólito olor a pólvora remolina el árido polvo. Se abre la puerta del bunker y penetramos en su interior, con precisión de reloj suizo caen los primeros proyectiles y cohetes de aviación en el territorio libanes, como una ola gigante al romper se siente la onda explosiva seca y opaca en el interior del angosto bunker, las explosiones instalan su trono en mis tímpanos, intercambiamos miradas planas entre nosotros, el mutismo es nuestro sino, espacio que crea consciencia, la respiración pausada y el pensamiento en la familia a miles de kilómetros. En esta isla de paredes de arena y piedra, mis ojos despiertos descubren una pequeña bandera española. La huella que habla por sí misma de nuestro destino como nación.
Quisiera estrangular este helado silencio interior impuesto. Fuera el rosario de explosiones continua sin prisa ni cansancio. Dos o tres horas de bombardeo sin cesar. Me siento un árbitro en un campo de batalla sin poder sacar tarjeta roja a los beligerantes, soy un testigo que ondea la bandera azul de la ONU en un mundo con la unidad perdida, soy un Quijote que aún cree en el ser humano y que le duele lo que ve.
Mientras en España un gigante árbol de Navidad se inaugura en Vigo, la calle principal de Málaga extiende el florido alumbrado multicolor de navidad, en Granada los estudiantes universitarios mayores preparan la comida de Navidad de su asociación.
Flotamos en mares distintos, dos gritos dispares: gritos de las víctimas sin consuelo que se mueven sin destino y gritos de júbilo por las fiestas, aplauden y saltan.
Tengo claro que la vida no es de nadie, todos somos la vida. Cristianos, musulmanes y judíos, el pan es de todos, el mismo sol brilla para todos.
Al otro lado del papel, este soldado jubilado, se ha permitido la licencia literaria de ponerse un uniforme imaginario para vivir y sentir, el pulso y las voces de los que portan el pabellón de España fuera de sus fronteras.
Un reconocimiento y un homenaje a nuestros miembros de las Fuerza Armadas en el trabajo por la paz mundial en cualquier parte del mundo.
El Ministerio de Defensa define la misión de nuestras tropas:
La presencia de tropas de la ONU en la frontera de Líbano con Israel se remonta a 1978.
Las Fuerzas Armadas españolas desplegaron en Líbano en septiembre de 2006. El grueso del contingente en la operación Libre Hidalgo se encuentra en la base ‘Miguel de Cervantes’.
Los militares españoles realizan patrullas a pie y en vehículo, para vigilar permanentemente la línea que separación entre Líbano e Israel. También establecen observatorios y realizan otras actividades en colaboración con las Fuerzas Armadas Libanesas (LAF). Todas dirigidas a garantizar el cumplimiento de la resolución 1701 de Naciones Unidas y evitar que se llegue a situaciones que puedan conducir a una escalada de tensión entre las partes.
A día de hoy, hay alrededor de 650 militares desplegados.
Desde el inicio de la misión, han fallecido en Líbano quince militares españoles.
A bocajarro, salta la noticia sábado 25 nov, una patrulla de vigilancia española de la ONU, ha sido atacada por fuerzas israelitas, por suerte no habido heridos ni bajas….
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Rafael Reche Silva, alumno del APFA
y miembro de la JD de la Asociación
de estudiantes mayores, ALUMA.
Premiado en Relatos Cortos en los concursos
de asociaciones de mayores de las Universidades
de Granada, Alcalá de Henares, Asturias y Melilla.
Comentarios
10 respuestas a «Rafael Reche: «¿En qué lado de la frontera está el enemigo?»»
Buen articulo con tanta verdad que dices es increíble que exista estás guerras hoy en día y no se Dan cuenta con lo vien que se vive en paz cuando todos morimos nadie queda aquí pero de forma natural y no matarnos unos a otros espero que las guerras se acaben y se pudran todas las armas un abrazo.
Amigo Antonio ojalá que tus deseos se cumplan y que la paz sea un patrimonio de la humanidad.
Un excelente artículo que muestra la cruda realidad de las guerras, en las cuales pierden todas las partes. Algunos países como España intentan colaborar en mitigar los efectos, incluso impedirlos, sin embargo, si la ONU ha declarado su incapacidad para evitar los conflictos, que se puede esperar del futuro, acaso la destrucción de la humanidad?, es eso lo que queremos?
Muy buen artículo Rafael y que pena de personas que por haber nacido un un lugar no conozcan otra forma de vivir, siempre en guerra. Los mayores y sobre todo los niños me dan mucha pena por el porvenir que les espera . Gracias por compartir.
Gracias Maria Expósito por tus palabras. Me uno a la pena que sientes por la cantidad de vida de inocentes perdida en los conflictos armados, sobre todo los niños, los veo en la pantalla de la TV y pienso que le han robado su infancia y su familia.
Gracias amigo Diego, seguidor de los artículos. Que verdad manifiesta cuando afirmas que los organismos internacionales son incapaces de frenar y poner solución a las guerras actuales donde el derecho internacional de los conflictos armados se vulneran contra la población civil.
Desgraciadamente, mientras comemos en nuestras casas al calor de la mesa camilla, vemos las escenas dantescas que suceden en el mundo como un serial de TV, como un inmenso cuadro del Guernica que se admira desde el confort de la sala del museo mientras comemos palomitas.
El mundo, mira deliberadamente hacia otro lado: el Black Fridey, Cuéntame, Novelas turcas…nos embotan y anestesian los sentidos.
Mientras, en el mundo suceden limpiezas étnicas no muy distintas de las vividas en los libros de historia, y enmascaradas bajo el amparo de una unión europea que se conforma con treguas firmadas de cinco días e intercambio de prisioneros. Después, tiempo libre para seguir matando en nombre de la ley. La de unos y la de otros.
Lo peor de la condición humana.
Gracias amiga y compañera Silvia, empiezo con la última frase «Lo peor de la condición humana» reflexiones que realizas con la claridad de la crudeza que vemos a diario en la TV, y la impotencia que se siente.
Muy fuerte y sentido tu artículo Rafael…creo que ante este panorama solo nos queda hacer aflorar nuestra paz interior, y que nuestra luz -de consuelo, empatía- pueda irradiarse hacia otros seres humanos sufrientes. Como decía Santiago Bouchon, soldado francés que estuvo protagonizando la Segunda Guerra Mundial y luego se instaló en Argentina y creó el increíble Museo Rocsen, frente a una gran sombra -la de quienes generan las guerras- debemos generar una luz mayor y más potente…
Gracias Susana que desde Rio Cuarto (Argentina) sigues los artículos. Admiro tu sensibilidad y humanidad. Desde la educación y el conocimiento debemos mejorar la sociedad para conseguir un mundo mejor que cuidemos nuestro planeta para las siguientes generaciones y que las guerras no tengan espacio ni razones de ser.