Seguiremos reivindicando lo que nos pertenece, concentrándonos y manifestándonos donde haga falta, pero desde el diálogo, el entendimiento y el respeto, tendiendo puentes y no construyendo muros.
Desde luego que sí, que hay gente para todo; los hay educados, sensatos, sinceros, virtuosos, etc. pero también groseros, embusteros, siniestros, maliciosos, etc. y, por supuesto, los impresentables, que no hay por donde cogerlos. Pero, afortunadamente, creo que abundan más los primeros que los segundos, e, incluso, también pienso, que, en el fondo, la gente es mejor que en las formas, más afable de lo que aparentan, porque no está de moda la buena educación, sino los malos modos, lo feo y lo extravagante. Por eso, a mí siempre me ha gustado esa frase, que dice: “Todo el mundo es bueno” De entrada y como principio general, la sigo aceptando; si no cómo vamos a defender la “presunción de inocencia”. También, inicialmente, hay que partir siempre de lo bueno y positivo; después, tiempo habrá para las decepciones o las ilusiones y tendremos ocasión de denunciar o rectificar. Pero, lo evidente, es que todos cometemos aciertos y errores, tenemos atinos y desatinos, clarividencias y cegueras.
Ortega y Gasset, en el Espectador, sostenía que “Cada época tiene un régimen atencional determinado, un sistema de preferencias y posposiciones, de clarividencias y cegueras” Convendría pensar entonces, cuales son hoy nuestras clarividencias y nuestras cegueras. Las mayores cegueras se encuentran en el fanatismo y en el fundamentalismo; que, en su ensoñación, se creen en posesión de la verdad, de su verdad, que carece de fundamento y de sentido. En el caso de los separatistas, su argumento es la voluntad de no convivir, como decía Laín Entralgo, de no relacionarse con sus vecinos, de vivir solos con sus dogmas, de despreciar todo lo español, de prohibir hablar el idioma oficial más extendido del mundo, etc. Pero, este pensamiento totalitario, ¿cuándo ha existido?, ¿de dónde lo han copiado?, ¿cómo se llama?, etc. No sabemos, si quieren volver a los años cuarenta, imitar a Corea del Norte o vivir en las miserias de Cuba y Venezuela.
No es ninguna novedad, afirmar que la derecha y la izquierda, histórica y políticamente, siempre se ha llevado mal. Igualmente, es completamente cierto que la transición política, que culminó en nuestra Constitución de 1978, supuso un cambio radical y muy positivo, en este sentido. Un abrazo histórico, democrático, político, relevante y trascendente, entre dos facciones hermanas de un mismo pueblo, que, rectificando sus errores, se unen fraternalmente y en paz. Una clarividencia extraordinaria, que nos ha proporcionado más de cuarenta años de bienestar, libertad y progreso. En el año 2011 surgió en España el movimiento 15M, también conocido como “indignados”; mayores y jóvenes indignados, muchos de ellos universitarios, con los que tuve la oportunidad de colaborar. Todo parecía un movimiento ciudadano interclasista e integral, que pretendía salvar los problemas más urgentes y defender a las personas más desfavorecidas de la sociedad. En realidad, se trataba de una crítica coyuntura, todavía efectos del Lehman Brothers, la crisis económica del 2008. Dicho movimiento desapareció, como siempre, cuando fue controlado por radicales de izquierdas, que tergiversaron su misión y sus fines, convirtiéndolo en Podemos.
Desde entonces, hasta ahora, la situación ha ido empeorando; la izquierda radical, bajo su nueva denominación de “progresista”, ha sustituido su ideología, por un liberalismo extremo y radical, al que se unió el PSOE, tras la llegada de Sánchez a la Moncloa. El acuerdo de Amnistía, entre Sánchez y Puigdemont, siempre negado, ha sido vergonzoso. Por el contrario, los conservadores y centro/derecha, están actuando con democracia, responsabilidad y sensatez, mientras que el bloque progresista, ha dejado de defender a los trabajadores y a la Constitución. La clarividencia ciudadana y la sagacidad del pueblo, se enfrenta a las cegueras de los citados sujetos y a sus respectivas cohortes de lacayos y servidores. Particularmente grave, resulta esta situación, para los que amamos a España, los que nos sentimos comprometidos con nuestro país, – como la mayoría de los ciudadanos del mundo – rechazamos la violencia y la guerra y deseamos la justicia, la libertad y la paz en Europa y en el mundo entero. Pero, también pretenden recalar en la belleza, las bondades y cordialidades que el arte, la naturaleza y la vida nos ofrecen cada día.
Vargas Llosa, en su discurso para recibir el Premio Nobel de Literatura (Estocolmo 10 -12-2010), hablaba de que “aún, en las peores circunstancias, vale la pena luchar y vivir”. Desde luego que sí, siempre vale la pena vivir; la vida es lo más grandioso y hermoso que poseemos. Por ello, “al mal tiempo, buena cara”; seguiremos reivindicando lo que nos pertenece, concentrándonos y manifestándonos donde haga falta, pero desde el diálogo, el entendimiento y el respeto, tendiendo puentes y no construyendo muros. Estamos en tiempos de adviento, en tiempos de alegría, en tiempos de esperanza, en vacaciones de Navidad para todos, creyentes y no creyentes. Amigos y lectores.
¡FELIZ NAVIDAD Y MUCHA SUERTE PARA EL 2024!
(NOTA: Este texto se ha publicado en la sección de Opinión del diario IDEAL, correspondiente al sábado, 9 diciembre de 2023)
Leer más artículos de
Catedrático y escritor