Su nombre es Francisco Sánchez Arenas, aunque todos sus amigos le llaman Paco. Nacido y criado en el Zaidín realizó sus estudios en el Colegio de los Escolapios, junto al río Genil, en el que las circunstancias de la vida han querido que siga ligado, pues desde hace 28 años enseña en sus aulas Matemáticas, Física y Química. Acaba de publicar con Esdrújula Ediciones el sonetario ‘La luz que no nombro‘ que presenta el jueves, 1 de febrero, en la Biblioteca de Andalucía (19:00 h).
Licenciado en Física Teórica, desde siempre ha sentido una gran inclinación por cualquier manifestación de la creatividad, el dibujo, la pintura, la música, también la filosofía y la historia. Se considera un lector voraz, pero mi y consideraba la poesía como su asignatura pendiente a la que ha llegado mucho más tarde. Entre las personas que le han llevado a superar esta materia incluye a compañero docente y poeta Antonio Caballero, «amigo del alma, que me fue despertando esta sensibilidad y que ha acompañado en todo este proceso». También reconoce como personas que le han influido en esta línea debido a su producción poética, su otro gran amigo y poeta Fernando Jaén e incluso sus antiguos alumnos, Carlos Allende y Álvaro Cruzado.
Como punto de inflexión señala, un encuentro celebrado en su colegio en el año 2010 con motivo de su 150º aniversario en la que intervino Luis García Montero, antiguo alumno, profesor universitario, actual director del Instituto Cervantes y poeta. «A partir de aquella tarde se despertó en mí un deseo grande de acercarme, de conocer, de comprender la poesía. Y derivé en un lector voraz, ahora de poesía. Leí a muchos autores y muy diversos que me cautivaron. Puedo destacar a Gil de Biedma, Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Lorca, Javier Egea, Ángeles Mora…» explica, antes de añadir «son muchos y no los puedo nombrar a todos. El caso es que, pasados algunos años desde ese momento, de manera bastante espontánea, empecé a escribir. Al principio más en verso libre. Así comienza esta aventura que ahora plasmo en ‘La luz que no nombro’, (Esdrújula Ed.)». Su primer libro de poemas que como buen marido, padre e hijo dedica a su esposa Mª José, tres hijas, Mª José, Carmen y Laura y a sus padres, Pepe Benigno y Fina.
Acerca del libro La luz que no nombro
Una vez que conocemos al autor le pedimos nos ofrezca algunas pinceladas sobre su el fondo y la forma de su obra. «Para comprender de qué va este libro, hay que saber que en el periodo de mi vida en el que se gesta, confluyen en mí dos acontecimientos. Uno es el acercamiento a la poesía que os narraba antes. El otro es una necesidad creciente de comprender, de elaborar, de ir resumiendo, de navegar en mi interior y poner un poco en orden todo lo vivido, que ya empezaba a ser mucho». Todo ello parte de la creencia de que si nos miramos por dentro lo suficiente, cualquier persona puede reconocer en sí misma cosas difíciles (incertidumbres, desasosiegos, incomprensiones, sentimientos que no son fáciles de aceptar…).
«Este mundo de lo difícil del interior suele ser muy complicado de expresar, de reconocer, incluso de darse permiso para reconocérselo y de expresárselo uno a sí mismo. Aquí es donde llega para mí la escritura poética con una magia inesperada», añade al tiempo que reconoce que poco a poco fue descubriendo cómo me facilitaba la poesía todo esto: «comprenderme mejor, decirme mejor y permitirme más en este mundo endurecido la expresión de lo difícil de dentro» llegando a destacar su aspecto «sanador, hasta puede ser terapéutico». De hecho, el libro recorre vivencias, pensamientos, dudas… acerca de la sombra que a todos nos acompaña por dentro, de la compleja vivencia del tiempo, de las relaciones y sus desafectos, de la memoria a veces ensombrecida, de los sueños de juventud, con los que hay que resituarse y reconciliarse…, del reconocimiento real de la diferencia del otro…, y también de la esperanza de la posibilidad de iluminación de toda realidad humana. «Esto último va como subyacente a todo el libro y es el origen de su título: esa luz posible que, en el momento en el que se nombra, deja de iluminarnos, porque ya la incorporamos a ámbito de lo conocido, de lo aprendido, de lo poseído y esto cierra, otra vez, la ventana a lo nuevo, a lo distinto, tan necesario para comprender lo complejo de la vida y nos estanca otra vez».
Cuatro partes con 14 sonetos
Desde el punto de vista de la forma decir que el libro consta de cuatro partes de catorce sonetos cada una: Sombra, Destierro, Lluvia y Ventana, en las que destaca una temática cuyo descubrimiento deja al lector y que, a la par, se entrelazan entre sí. El libro se completa con una coda de cuatro sonetillos de heptasílabos, uno por cada una de las partes anteriores. El libro va precedido por en magnífico prólogo de Antonio Caballero, que creo que lo ha entendido muy bien y el gran conocimiento que tiene del autor. A ello se añade una nota del autor en la que este explica de forma somera lo que ha pretendido con el libro. Así mismo, aprovecha para agradecer públicamente las dos reseñas de la contraportada, escritas por sus admirados Fernando Jaén y Alicia Choin, e igualmente para el autor de la ilustración de la portada, su también compañero en las tareas educativas, José Emiliano Rodríguez Amador, al que califica como «alma bella y maestro absoluto de las artes».
Obviamente en nuestro encuentro, en el entorno de la Biblioteca Pública del Paseo del Salón, quisimos conocer el origen de su interés por una forma estrófica clásica tan difícil, -al menos para nosotros- como es el soneto. «Se lo debo a mi formación escolar. En ella sí que me acerqué a lo formal de la poesía (el ritmo, la rima, contar las sílabas de un verso, sus acentos… las estructuras clásicas…). Personas como el gran poeta Manolo Jerez o mis admirados profesores de literatura Paco Caballero y Miguel Calpena me enseñaron esto bien y ese bagaje ya iba conmigo. Quizá mi modo de pensar algo matemático me ayudaba en esto. El caso es que el soneto apareció espontáneamente en mi proceso de escritura y encontré una comodidad especial en utilizarlo, porque me proporcionaba un marco que me obligaba a concretar», responde.
Para terminar, nos confiesa que, aunque sea un tópico, «lo cierto es que este libro está escrito para mí». A continuación reconoce que jamás imaginó mientras escribía que sería publicado, lo cual ha ocurrido de forma bastante casual tras conocer a la escritora y poeta Alicia Choin. «Ella se interesó en mi escritura y apoyó este libro desde el primer momento. A partir de aquí, conocí a Mariana Lozano de Esdrújula Ediciones, que me manifestó su interés en este libro desde su primera lectura y a la que agradezco mucho el apoyo, la atención y el cuidado en el proceso de edición», comenta mientras lo mantiene entre sus manos, lo contempla y comenta: «Ya no es mío. Ahora es también de cualquier lector que se acerque a él. Ojalá lo leáis y os sirva en algo, como a mí me ha servido escribirlo».
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