Sin duda alguna, también la educación emocional es un valioso ingrediente de un estilo de vida saludable
Independientemente de nuestro estado emocional, nuestro cuerpo siempre nos acompañará. De tan obvia como es esta verdad, resulta hasta absurda. Y la mayor parte de nuestra vida, la piel y forma que nos envuelve se va convirtiendo en nuestra preocupación más acuciante, hasta relativizar aquello de “alimento para el cuerpo, alimento para el alma”. No, a cierta edad dejemos el alma tranquila y nutramos aquello otro que nos sostiene físicamente sobre la faz de la tierra.
Cuando jóvenes, el alimento para el cuerpo exige una decorada estética, sacar lustre al pabellón corporal muchas veces espoleadas por campañas publicitarias interesadas en convertir a la apariencia en un signo inequívoco de salud y algo que resulta fundamental en una sociedad como la actual donde la eficacia se mide en función del tiempo invertido; esto es, dietas milagrosas (cada vez más dispares en sus apreciaciones, por cierto) que garantizan en pocas semanas una reducción y mantenimiento de nuestra fachada en inmejorables condiciones. Y nada que decir de anuncios que a bombo y platillo aseguran una robustez que a saber quién es el inteligente en adivinar los años que llevamos encima. La plusmarca no está tanto en el tiempo invertido sino en el tiempo en el que uno es capaz de mantener ese cuerpo en perfecto estado.
En cambio, ¿hasta qué punto es este ejemplo un espejo de vida saludable incluso para los que consideran su cuerpo un templo?
Siete enunciados breves y sencillos. Unos tratan las consecuencias beneficiosas de la vida saludable, en otros imperan los consejos. Nueve verbos clave: ayudará, sentirte, come, muévete, camina, sube, busca, inspirar, agradece. En apenas veinte segundos, el Ministerio de Sanidad lanzó una campaña sobre la vida saludable; publicidad que en ningún momento nos pone sobre alerta en cuanto a las contraindicaciones del sedentarismo. Si bien las imágenes aluden a la socialización no así tanto el aparato textual. Es esta una campaña que apunta a la salud exclusivamente alimentaria.
A pesar de estas prácticas recomendaciones de seguir adecuados patrones alimentarios y de la necesaria actividad física regular y regulada, la aludida campaña obvia otras igual de reparadoras: estrés moderado, invertir en ocio y cubrir las horas de sueño. Conciliar todos los consejos con el sueño resulta imprescindible para quien quiere hacer de su cuerpo un verdadero baluarte de resistencia y tranquilidad. Pero ¿dónde queda, por ejemplo, la salud mental y afectiva? ¿Por qué ceñirnos a lo físico cuando hablamos de vida saludable?
En sus estudios sobre la conducta de bebés, Darwin se convenció de que la expresión facial y el cuerpo son los medios primarios de la expresión emocional. Son incontables los trabajos científicos que apuntan a que enseñar a manejar las emociones desde edades tempranas forma parte de unos hábitos saludables, además de medidas preventivas en salud mental porque no olvidemos que el cuerpo y la mente se mueven en una sola dirección hacia su idea de bienestar: cumplir sus aspiraciones y satisfacer sus necesidades.
José Luis Abraham López
Profesor de ESO
y Bachillerato