Un amigo me ha enviado unas líneas sobre un científico francés que intervino para rebajar la tensión internacional en los tiempos de la ‘Guerra Fría’. Transcribo la historia porque en estos tiempos de alta tensión internacional necesitamos conocer los esfuerzos de personas como esta, que seguro están haciendo todo lo posible por la Paz.
Jerôme Lejeune se interesó por el síndrome de Down, allá por los años cincuenta. Fue un gran genetista y algunos lo consideran el padre de la genética moderna. Recibió infinidad de premios pero no el Nobel…
Colaboró con San Juan Pablo II por la ciencia y la vida. El buen hacer del brillante científico francés no dejó indiferente a Juan Pablo II, que se convirtió en un gran amigo suyo. Lejeune, que perteneció a la Academia Pontificia de Ciencias durante 20 años, fue designado por el Papa como el primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida, cuyos objetivos son estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida.
Mediador entre EEUU y la URSS en plena ‘Guerra Fría’. Lejeune alcanzó un puesto en la ONU como experto sobre los efectos de la radiación atómica en la genética humana. Allí desempeñó un papel notable como mediador entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la ‘Guerra Fría’. Poseía un estilo y carácter conciliador le llevó a jugar un papel decisivo en todas las reuniones a las que asistió. Durante la peligrosa crisis nuclear de 1981, que llevó a ambas potencias a una escalada de tensiones, el Vaticano, muy preocupado por el asunto, envió mediadores a cinco países clave: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y, el más complicado, la Unión Soviética. Para este último, confiaron en Lejeune y otros dos investigadores.
Durante la cena que se sirvió en los aposentos del líder soviético, Brézhnev, Lejeune narró una bella historia: “Hace mucho tiempo, tres sabios partidos de Oriente visitaron a un poderoso príncipe. Habían observado signos en el cielo, anunciando, pensaban ellos, una buena noticia: la paz sobre la tierra a los hombres de buena voluntad.
Aproximadamente dos mil años más tarde, científicos venidos de Occidente se pasan por la casa de un hombre muy poderoso. Ahora la historia es diferente. Pues nosotros sabemos que si por desgracia aparecen en el cielo signos desencadenados por los hombres, no será ya el anuncio de una buena noticia sino el de una masacre de inocentes.”
Los anfitriones entendieron enseguida a qué se refería, y el discurso les gustó. Los tres sabios de occidente —se da la circunstancia de que eran genetistas— le presentaron a Brézhnev un cúmulo de datos sobre los efectos que podría acarrear una guerra nuclear en la población y lograron pacificar la situación internacional.
Uno de los aspectos más destacados del genetista galo fue su gran humanidad. Predicaba con el ejemplo. Y una de las muchas pruebas de la humildad del genio francés fue que su hija se tuvo que enterar de que su padre era famoso a través de una profesora de su colegio.
Su Beatificación está seguramente próxima. Jérôme Lejeune dejó como legado la Maison Tom Pouce (la Casa de Pulgarcito), que asiste a mujeres embarazadas o madres con un bebé de pocos meses, y la Fondation Lejeune, centrada en investigación genética y en atención de personas afectadas por una enfermedad genética.
Un cordial saludo a los lectores y lectoras de IDEAL en Clase.
Maestro retirado