Aunque cada vez los servicios postales privatizados van abandonando su principal misión: repartir correo, o sea cartas e impresos, algunos mantienen aún en funcionamiento los servicios tal y como los conocimos desde nuestra más tierna infancia. Aunque hoy, España, tiene un correo que sonroja y es una realidad cada vez más extraña para el usuario que avergüenza al país. Quizá estamos presenciando el ocaso del sistema postal que tanto costó consolidar desde que los taxis unieran las ciudades europeas con una tupida red de diligencias hace varios siglos. Era increíble que, con aquellos medios, las cartas llegaran más rápidamente que en el siglo XXI: se pagaba lo estipulado por el servicio y punto.
Hoy, nuestros prebostes postales, nos obsequian con extorsiones cuando el correo que te llega proviene de fuera del ámbito geográfico comunitario: en la época de las naciones libres ¿o es sólo una ilusión? no cejan en su empeño de alienarnos y querernos hacer creer [ellos] que todo es por nuestro bien. Increíble la desfachatez de estos lobeznos retorciendo el lenguaje: lo peor es que instituciones que crees que están para defenderte como el Defensor del Pueblo o la Agencia Española de Protección de Datos, no sólo no solucionan el entuerto, sino que te largan folios de «normativa o literatura legislativa» y no son capaces de contestar a una pregunta tan sencilla como ésta: ¿Desde cuando un calendario promocional, de algo menos de 200 gramos de peso, que viene franqueado con algo más de 5€ es considerado un envío comercial sujeto a gravamen?
Así que cuando un correo como el rumano [suponemos que en algún momento Bruselas les apretará y acabará sucumbiendo como recientemente lo hizo el Checo que rápidamente se deshizo de la sede histórica] hace que recuerdes el mundo postal de tu infancia o adolescencia cuando cartas de los más apartados rincones del mundo llegaban a Alhama en apenas una semana, por eso el comunicado de Bucarest encierra, en cierta manera, la esperanza de que todavía no es tarde. La información sobre las nuevas emisiones sigue siendo puntual, exquisita y ahí hay que felicitarlos, pero ¡ay!, el correo español nos duele en el alma.
Nos detendremos en la emisión dedicada a los tesoros de las colecciones de la Biblioteca Nacional que el 17 de noviembre de 2023 le dedicaban dos sellos [10 y 12 Lei], dos gemas para los amantes de la literatura, la historia o la Biblia y, si me apuran, hasta los amantes de la filatelia polar o fueguina podrían encontrarle un hueco a esta emisión sobre todo si incorporan el sobre de primer día inspirado en una obra de Carmen Sylva un topónimo de las tierras australes y que tiene su encanto.
La institución honrada con este par de estampillas se localiza en el cruce de la calle Doamnei e Ion Ghica en el casco histórico de Bucarest, en esa zona está también el Ministerio de Hacienda y, casi tocando, la Iglesia Rusa que, con sus siete cúpulas o bulbos es una estructura a base de piedra y ladrillo que no te deja indiferente.
La Biblioteca se construyó en un estilo neoclásico rumano y fue levantada por Stefan Burcus entre 1907-1910. Como todas las instituciones de su tipo, vela por la preservación del legado literario y custodia más de dos millones de ejemplares junto a casi 5.000 manuscritos que componen los denominados tesoros, dos de esos son los reproducidos en estas estampillas.
El facial de 10 Lei muestra un detalle de la primera Biblia impresa en Rumania en 1688, popularmente conocida como la Biblia de Bucarest o Cantacuzino. Se trata de una obra basada en las Sagradas Escrituras e impresa en cirílico que fue posible gracias al patrocinio de los soberanos del momento, concretamente Serban Cantacuzino y su sucesor Constantin Brancoveanu, ambos personajes recurrentes en la historia del pueblo rumano. Esa obra fue el trabajo de varios traductores y estudiantes de aquellos tiempos, concretamente participaron Nicolae Spataru-Milescu, el Obispo Mitrofan de Husi y los hermanos Serban y Radu Greceanu.
El valor de 12 Lei está dedicado al libro Istoria delle moderne rivoluzioni della Valacchia [Historia de la moderna revolución de Valaquia] una crónica compilada por el secretario de Constantin Brancoveanu [Florentine Anton-Maria Del Chiaro], se trata de un ejemplar que financió el autor que lo imprimió en Venecia en 1718, justo cuatro años después del asesinato del gobernante. Recordemos que Valaquia y Moldavia fueron escenario, en el XVIII, de grandes enfrentamientos que, transcurrido el tiempo histórico, prácticamente están todavía vigentes [guerra de Ucrania] en aquellos tiempos protagonizaron los otomanos o turcos, austriacos y rusos. Del Chiaro acabó realizando una radiografía de Muntenia [La Gran Valaquia] que sorprende a todos los que indagan en esa obra no sólo por el aspecto histórico político, sino por el aporte de material informativo sobre la cotidiana vida de esos pueblos.
La edición de esa obra incluye un grabado de Alessandro Dalla Via siguiendo el diseño que hiciera Pietro Uberti y muestra al soberano [ejecutado en Estambul en agosto de 1714 junto a sus cuatro hijos y el tesorero real Enache Vacarescu: sus cabezas fueron empaladas y paseadas por las calles de la hoy populosa urbe entre dos continentes] y en los cuatro rincones del grabado aparecen los cuatro hijos: Constantin, Stefan, Radu y Matei [una buena lupa nos permite ampliarlos y verlos en ese corto espacio del sello].
En la composición encontramos la heráldica rumana, el águila, la cruz, el sol y el Nuevo Mundo. Los sellos fueron diseñados por George Ursachi e impresos en dos versiones: mini-hojita de 5+Viñeta con amplio margen inferior y hojas de 32 ejemplares en offset a cuatro colores sobre papel Tullis Russel (Reino Unido). El sobre de primer día muestra el manuscrito Insir’te Margarite y texto de Vasile Alecsandri con ilustración de la soberana Elisabeth [literariamente Carmen Sylva].
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Juan Franco Crespo
Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio