Llevo mucho tiempo, meses, años, observando los esfuerzos realizados por las distintas corporaciones en pro de un buen sistema de reciclaje, y bien es cierto que si hoy te propones reciclar, es cuestión de actitud. De modo, que mi más sincera enhorabuena a aquellas ciudades, entre la cuales incluyo a la mía, la ciudad de la Alhambra, por las buenas gestiones realizadas por sus diferentes equipos de gobierno en lo que a este tema se refiere.
Lo paradójico de todo esto está en la base de la pirámide, es decir, ¿cómo es posible que al realizar cualquier tipo de transacción económica en el cajero de mi sucursal y me consta que de otras también, se me pregunte con relativa insistencia (dándome a entender: “ piénselo muy bien usted antes de actuar “) si quiero imprimir el resultado de la misma o simplemente me conformo con verlo en la pantalla? Yo, por mi forma de ser, prefiero papel en mano (la octava parte de una cuartilla A4 ) que directamente en casa va un cajón desastre de papeles, que si bien es desastre, me conozco al dedillo.
Vayamos directamente al quid de la cuestión. Aficionada como soy, he de admitir mi pecado, a las compras por Internet, en cuantiosas ocasiones recibo pedidos cuyo tamaño es infinitamente inversamente proporcional al del envase en el que es presentado, tanto es así, que recuerdo en particular una crema facial de 50 ml cuyo embalaje me sugería, salvando las distancias por supuesto (¡ya quisiera yo!), a una de las cuantiosas joyas de la corona inglesa expuesta en esas megablindadas vitrinas de cristal. Fue abrir la enorme caja de cartón y resplandeciente en medio de tanto papel, en el centro mismo del Universo, allí estaba, completamente “empoderada” mi cremita, que conociéndome, seguramente no superaría los 20 euros.
De modo, que evidentemente algo falla. Creo que los de arriba, porque en realidad el ciudadano de a pie es bastante consciente de la importancia del reciclaje, debieran realmente tomar medidas al respecto. En fin, supongo que esto es “ hablar por hablar”.
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profesora del
IES Mariana Pineda
(Granada)