La gente, en España, es feliz. Hay sol, se come bien y la seguridad por las calles es manifiesta. Por cierto, muchas felicidades a la Policía Nacional en su 200 aniversario. Podemos estar mejor o peor económicamente, pero contamos con una comunidad de apoyo, que es la familia, que todavía pervive saludablemente. Crecen algunos índices de soledad, pero existen organizaciones volcadas ante las necesidades sociales. En nuestro país nos gusta disfrutar de las cosas, aunque tendemos a sufrir con la política y a dramatizar en determinados temas en los medios de comunicación. Ambas cosas nos hacen pupa, porque las palabras tienen un impacto directo en la salud. Y solemos ser bastante duros con los demás y con nosotros mismos.
Nunca hemos tenido acceso a tanta información y nunca hemos sido tan vulnerables al engaño. Una buena cosa es suprimir el uso de los móviles en el ámbito escolar. Y si se limitaran algo el uso de equipos informáticos en, al menos, las clases de primaria, creo que también sería adecuado. Solemos patinar sobre lo superfluo, y cada vez somos más incapaces de profundizar y llegar al trasfondo de las cuestiones.
Nos quedamos en titulares, en rumores, en comentarios superficiales que condicionan nuestros juicios. Y eso que, gran parte de la felicidad consiste en gestionar bien lo que nos conviene para evitar los chascos. Si sustituimos la memoria por Wikipedia, el sentido de la orientación por Google Maps, y la atención por las pantallas, cada vez tenemos menos capacidad para ver la realidad desde dentro, en vivo y en directo.
En la vida hay errores, dolor y batallas sociales. Si nos pasamos los días buscando ser perfectos y no fallar, como sociedad o como individuos, enfermamos. Y si todo nos da igual, ocho que ochenta, como personas o como colectivo, también enfermamos, personal o socialmente. El equilibrio tiene su aquel. Y si no, está la polarización como la vía de escape más actual. En una sociedad estresada e incapaz de alegrarse adecuadamente de las cosas buenas que tenemos, deberíamos soñar en grande y actuar en lo pequeño, legislativamente hablando. Construir castillos en el aire cuando seamos capaces de levantarlos social y personalmente, si los votos de las personas valieran igual en todos los territorios. Plantear objetivos y celebrar su consecución es importante. Porque, simplemente, trabajar por esas metas ya nos conecta con lo bueno de la vida como personas y como sociedad.
Maestro retirado