Banderas de Europa y España

Jesús Fernández Osorio: «El olvido que somos»

Las elecciones europeas tradicionalmente se han venido considerado como unos comicios de segundo grado. Un cierto distanciamiento ante el que muchas veces se las ha hecho coincidir con otro tipo de convocatorias electorales: municipales, autonómicas o generales. Este próximo 9 de junio no será así. Sin embargo, de su importancia no debiéramos albergar muchas dudas; especialmente si aceptamos una sosegada mirada hacia atrás.

A estas alturas, y sin necesidad de exponer mucho más, todos sabemos muy bien de dónde venimos y el porqué del tradicional europeismo español. No queríamos seguir siendo esa onerosa excepción histórica que, viajando hacia el sur, se hallaba al cruzar los Pirineos. Anhelábamos ser y formar parte de esa Europa de libertades y de derechos civiles y sociales; esos que a nosotras y nosotros se nos había arrebatado tantas veces y durante tanto tiempo. Hasta que un día, por fin, lo fuimos plenamente. En concreto, un 1 de enero de 1986, en el que nos integramos de forma efectiva.

Antes de continuar, me detendré en precisar que buscando en un título que encabezara esta página y que de algún modo pudiera recoger el auténtico sentir de la misma, siempre me venía a la cabeza una película que no hace mucho tiempo tuve oportunidad de ver por segunda vez en la televisión pública. Se trata de El olvido que seremos, (2020). Una inolvidable cinta, dirigida por Fernando Trueba y protagonizada por Javier Cámara, que está basada en la biografía novelada homónima escrita por Héctor Abad Faciolince. En ambas se nos cuenta la historia del padre de familia, médico y profesor universitario colombiano Héctor Abad Gómez. Una conmovedora historia que, como es sabido, tiene un final dramático y la desaparición violenta de un hombre bueno, honesto y comprometido.

Cartel cinematográfico de El olvido que seremos

Casi cuarenta años después, igual que el joven escritor colombiano y su posterior adaptación cinematográfica se esfuerzan en recuperar la memoria de una persona digna y valerosa, ante las elecciones del 9J, no debiéramos dejar al azar de los caprichos del olvido (o de las premuras de lo inmediato y perentorio) lo que verdaderamente significa la Unión Europea (UE). Y es que, tal como he podido constatar estos días entre amigos y conocidos, no es ya que se cuestionen si merece la pena ir a votar o no, sino que casi ni están al corriente de las mismas. Todo un riesgo y de paso todo un éxito para quienes gustan de tomar decisiones sin contar con los demás y, tal como advertía Antonio Machado, con toda probabilidad contra ellos. Para evitar que queden sepultadas sus conquistas y los mejores de los sueños que Europa nos ha aportado, ejerzamos nuestro derecho de modo crítico y con sentido.

Para los que no lo sepan, aquí, hace algún tiempo, pasamos de la pobreza, de la subsistencia, de la “pertinaz sequía” y del apáñate como puedas a la proliferación de ayudas, oportunidades y fondos de cohesión (subvenciones que, dicho sea de paso, la más de las veces acaban llenando los bolsillos de todo un variopinto tipo de terratenientes siempre alejados de la problemática real del campo). De la salida a la vendimia francesa, que era la única oportunidad que se nos brindaba a los jóvenes andaluces para descubrir Europa, se ha pasado a las becas Erasmus y a los pases Interrail por las principales redes ferroviarias europeas. De la emigración temporera a los sufridos tajos alemanes y suizos de nuestros padres y hermanos llegamos a la integración y al conocimiento de la cultura y el patrimonio europeo. De los pasaportes, monedas y aduanas sin fin pasamos a la Europa sin fronteras interiores y de las oportunidades. Del aislamiento, del atraso permanente y del blanco y negro nos trasladamos a la modernidad y el desarrollo. Del que inventen otros se pasó al apoyo y fomento de la investigación. Del sálvese quien pueda (y si se lo podía pagar) a los avances en el bienestar social en su conjunto. De la estricta legislación nacional llegamos al amparo de una política global comunitaria. Del obtuso negacionismo de la violencia contra la mujer a las esperanzas fundadas en su pronta erradicación de la sociedad…

Entrega de premios del IX Concurso “Araceli Morales”

En este mismo sentido y haciendo memoria de las víctimas de violencia, no me olvidaré de mencionar aquí que esta semana, mi centro educativo el CEIP Reina Fabiola, de Motril ha celebrado la entrega de los premios del IX Concurso “Araceli Morales”. Un certamen educativo de ámbito provincial que, contando con la financiación de fondos estatales destinados a tal fin, además, de reconocer la importancia de la formación en valores de igualdad y contra la violencia de género en este caso dirigido a escolares de primaria y secundaria, continúa honrando la memoria de nuestra compañera: una mujer buena, querida y añorada

Una importancia decisiva de los comicios europeos que debiera mantenernos alejados (como de la peste) de ciertas posiciones involucionistas. De quienes niegan el cambio climático, que azuzan el odio y que, claro, se presentan bajo el señuelo de falsas garantías. Unos auténticos portadores de soluciones simplistas y contrarias a los valores más básicos que inspiraron la fundación de la UE. Una Europa surgida, no lo olvidemos, de las cenizas de dos guerras mundiales y que, contrariamente a lo que propugnan, no se dirigen a lograr una mejor Europa sino, en palabras del escritor y periodista Javier Aroca, al comienzo del que podría ser su fin.

Sí, para terminar, ya sé que también nos gusta analizarlas desde un punto de vista nacional. Y, aquí nos encontraremos a las derechas españolas atrapadas aún en la frustración que les supuso quedar relegadas a la oposición, cuando consideraban que el viento soplaba a su favor. También sé que vivimos tiempos confusos donde los bulos y la desinformación campan a sus anchas y que las poco casuales citaciones judiciales juegan sus bazas y oportunidades; seguramente por la conocida llamada a rebato de: “el que pueda hacer que haga”. Y que, en esta UE y en estos momentos, más allá del necesario debate ideológico, todo se podría reducir a la defensa de unos principios básicos de honestidad, de decencia y de democracia. Esta es la UE que el próximo domingo nos interpela para decidir su futuro. Que cada cual saque sus propias conclusiones; que cada cual las busque libremente con su voto. Esperemos que no acaben con el final de una Europa de libertades, de tolerancia, de progreso y de cultura.

 

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Jesús Fernández Osorio

Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).

Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.

Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘,

Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘ y coautor del libro

Torvizcón: memoria e historia de una villa alpujarreña‘ (Ed. Dialéctica)

Jesús Fernández Osorio

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