Tras dejar atrás la capital insular, emprendemos un pequeño viaje en bus hacia el Palacio de Cnosos que fuera levantado en el 1900 a. C. [el anterior había quedado devastado por el terremoto un par de siglos antes] y es lo que hoy contemplamos. Debemos colegir que, como en otros yacimientos arqueológicos, las excavaciones siguen su curso y las reconstrucciones también: tienen tarea para siglos si tenemos en cuenta la cantidad de material que, como si fueran parte de un tridimensional puzzle, esperan encajar en el proyecto que trata de devolver su otrora maravilloso esplendor, sobre todo si nos atrevemos a imaginarlo tras ver algunos de los trabajos que proyectan del lugar en el mundo de las nuevas tecnologías; advertiremos que mucho material del lugar se halla expuesto en el Museo Arqueológico de Heraklión [Irákleio].
El viaje transcurre rápido y en apenas un cuarto de hora estamos en la «serpiente» que espera pacientemente para adquirir las entradas al lugar, después de pasar el control toca deambular por el yacimiento que parece haber padecido un gran cataclismo, cuando en realidad es que no se ha recuperado y casi todo está como quedó hace miles de años. Hay que ponerle mucha imaginación para tratar de hacerse una idea del esplendor que un día tuvo.
Bien señalizado, si el tiempo acompaña, nos puede llevar varias horas recorrerlo, por suerte no está tan concurrido como otros lugares visitados en este Mediterráneo que nos cobija; digamos que no padece esa presión del turismo de masas y puedes disfrutar haciendo elucubraciones sobre la majestuosidad del lugar. Hay que detenerse en el salón del trono, dicen que era el lugar ocupado por la sacerdotisa de turno, el cromatismo de los ocres tiene su encanto, pero depende también de la posición solar para extraerle su máxima belleza.
Otra parte para contemplar es la del Propileo Sur, en donde hay un detalle magnífico de la procesión, lástima que apenas sean un par de metros, el original, que debería de cubrir toda la pared debería ser una exquisita belleza. La bañera de la reina, restaurada, nos habla ya de la cuidada sociedad del momento de máximo esplendor en la sociedad de Cnosos.
El complejo contaba con más de mil estancias, disponía de un avanzado sistema de alcantarillado, letrinas, agua corriente y calles perfectamente pavimentadas: un gran legado que fueron acumulando las sucesivas oleadas de navegantes que se instalaron en la región 7.000 años antes de Cristo [o sea: más de nueve milenios nos separan de aquellos primigenios cretenses; los micenos se apoderaron de la isla hacia el 1456 a. C.
Hacia el 800 a. C. surgía la ciudad estado en la que encajan los actuales restos arqueológicos que saldrían a la actualidad en el siglo XX cuando el británico Sir Arthur Evans iniciaba las excavaciones que más de un siglo después siguen su curso. Dicen que en sus mejores tiempos la zona albergó nada menos que una ciudad con 100.000 personas, en su momento, fueron una potencia marítima que dominaba la mayor parte de la zona y conservó ese poder hasta prácticamente la invasión dórica.
Tras esta introspección es necesario advertir que el yacimiento no es ni plano ni uniforme. Dicho esto, las personas con problemas locomotores se verán impelidas a dar algunos rodeos para tratar de acceder a la mayor parte del recinto y, en algunos casos, contentarse con imaginar algunos de los tramos o los históricos frescos.
Teniendo en cuenta que el lugar tiene un bus más o menos cada media hora, podría aprovecharse el rato de espera en alguno de los lugares que ofrecen bebidas, sobre todo en período estival. Mi consejo es saborear, tranquilamente, la famosa cerveza local Mythos [comenzó a fabricarse en Creta en 1962, aunque en la actualidad la planta embotelladora está localizada en Tesalónica], es bien suave y a veces la encuentro en las grandes superficies en la zona en que vivo a un precio sumamente competitivo así que me puedo dar el gusto de consumirla, siquiera de vez en cuando, para recordar el magnífico emparrado del chiringuito donde, bien acompañado, disfrutamos de la rubia cerveza o si lo prefieren del zumo de trigo debidamente macerado y combinado para lograr un sabor realmente bueno; a muchos les recordará la famosa cerveza holandesa de la botellita verde que va echando del mercado a marcas más conocidas y consolidadas].
Otra opción es curiosear por las tiendas que, cuando visitaba la zona por segunda vez, acosadas por la debacle de la pandemia, tenían precios realmente competitivos, sobre todo en el tema de las camisetas que en verano son un buen recurso para ir ligero de equipaje: se trata de una pieza versátil que costaba tanto como el precio de lavar una camisa en el hotel.
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio