Juan José Gallego Tribaldos: «El Barranco del Poqueira»

En la mitad del camino
de la fragosa Alpujarra,
como cicatriz abierta
desde las cumbres nevadas
y con el pico Veleta
vigilante en su atalaya,
el Barranco del Poqueira
culebrea entre las montañas.

Por la profunda hendedura
el bravo río zigzaguea
en nacimiento glorioso
desde el vientre del Veleta
que con su blanca esclavina
coquetea con las estrellas,
galante y acicalado
en su prestancia geométrica.

Castaños, nogales, caquis
se aloman por las laderas,
la retama y las gayombas
en balates hermosean,
el mastranzo reverdece
por toda la barranquera
y los chopos plateados
junto al agua se cimbrean.

Hay tres pueblos en la altura
refulgentes de belleza
con terraos coronados
por pícnicas chimeneas,
las fachadas encaladas
y jarapas en las puertas,
los tinaos engalanados
con los tiestos de macetas,
entre el verdor de ramajes
enraizados en las huertas
y el aroma embriagador
que destilan las higueras.

Se denominan Bubión,
Capileira, Pampaneira,
tres villas paradigmáticas
de la tierra alpujarreña,
que en armónico equilibrio
parece que se despeñan
como blancas cataratas
en un lienzo de acuarela.

Son topónimos mozárabes,
Capileira y Pampaneira
junto a otras nominaciones
de la zona alpujarreña
que navega ensimismada
bordando su propia estela
entre olas del mar, al sur
y al norte, la nívea sierra.

Las casas, arracimadas
en laxitud lisonjera
por las calles empedradas,
entre visos y placetas
van diseñando caminos
con senequista paciencia
y las acacias se mecen
por ribazos y glorietas.

Destacan los campanarios
brotando de las iglesias,
ascendiendo hacia los cielos
en busca de las estrellas
que por las noches titilan
con toda magnificencia
en un decorado excelso
de sosegada belleza.

Como reptil mitológico
la carretera serpea
desde el profundo valle
hasta el pico del Veleta
entre taludes, declives,
recónditas barranqueras
donde se ocultan apriscos
para guarecer ovejas
que durante el día pacen
sobre tapices de hierba
y por la noche dormitan
al albur de las tinieblas.

En las tardes invernales,
cuando el ocaso se aleja,
descuelgan como jarapas
paños de tupida niebla
dándole un halo romántico
al barranco del Poqueira.

Es un cónclave de artistas
la comarca alpujarreña
que de todos sitios vienen
buscando paz y lindezas
para residir tranquilos,
en alegre convivencia,
con las personas nativas
de esta beatífica tierra,
luminosa, tolerante
y colmada de inocencia.

Cuando llega el mes de agosto
estos pueblos del Poqueira
ascienden en romería
hasta la vecina Sierra,
pues la Virgen de las Nieves
su onomástica celebra
y suben a festejarla
justo al lado del Veleta.

Las fiestas de las castañas
con frenesí se despliegan
cuando el diluvio amarillo
insemina las choperas,
manteniendo tradiciones
arraigadas en la tierra
donde los trovos y el baile
hacen acto de presencia
en entrañables encuentros
que tanta añoranza encierran.

Por las calles sinuosas,
las flores en las macetas,
y en ventanas y en balcones
aromas de hierbabuena
mientras las tapias se embozan
con oropeles de yedra
que por la noche fulguran
cuando guiñan las estrellas.

Tierras de las Alpujarras,
sosegadas y serenas
donde los vientos amainan
anulando turbulencias
y las almas se apaciguan
en mística transcendencia.

Próxima entrega: SIERRA NEVADA

 

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Juan José Gallego Tribaldos

Profesor jubilado y escritor,  autor de

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Antonio Arenas

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