‘Sencillo al enseñar, paciente en el trabajo y constante antes que impulsivo’. A Daniel García Posada, in memoriam

Simplex in docendo, patiens laboris, adsiduus potius quam inmodicus Quintiliano, La instrucción del orador II, 2 (Sencillo al enseñar, paciente en el trabajo y constante antes que impulsivo)

El pasado 9 de junio falleció en Almería Daniel García Posada (1980- 2024) a los 44 años de edad. Licenciado en filología por la Universidad de Oviedo, ocupaba la plaza del IES Albaida de Almería.

Daniel y yo coincidimos en las oposiciones en las que quedó sin plaza. Estábamos en Huelva. Allí fuimos a examinarnos y días después a reclamar unos cursos que no nos habían tenido en cuenta en el baremo de méritos. Me volví a Granada con él en el coche y en ese momento tuve la suerte de conocer a Daniel: tremendamente preparado y vocacionado para la enseñanza, motivado por la investigación y la promoción de los estudios clásicos. Él tenía claro que estaba en nuestras manos acercar al alumnado el mundo clásico y luchar por un espacio digno para las lenguas clásicas en nuestro sistema educativo. Delicado de salud ya entonces, pero lleno de fuerza y pasión por su vocación y trabajo. He de decir que me identifiqué profundamente con él. Yo venía de la enseñanza concertada y le hablaba de lo mucho que había aprendido en ella y de los motivos que me empujaban a dar el paso a la enseñanza pública. Los dos luchábamos por lo mismo, desde distintos frentes. Daniel se dedicó siempre más a lo académico en las tareas de investigación, llegando a ser Presidente de la SEEC (Sociedad Española de Estudios Clásicos) en la sección de Almería, Granada y Jaén. En el campo de la investigación, además de tener distintos trabajos y artículos, tenía avanzada la tesis doctoral y proyectaba defenderla en el 2025. Estando de Presidente de la SEEC nos ha ayudado este curso con nuestro Proyecto de Teatro en que representamos la Asamblea de Mujeres de Aristófanes.

El contacto con él se vio interrumpido y se recuperó en la siguiente convocatoria de oposiciones en la que yo le escribí para animarlo y desearle suerte. A partir de ese momento no hemos vuelto a tener contacto hasta estos dos últimos cursos. Es precisamente ahí donde conozco a Daniel desde otro punto de vista. Cuando entrábamos en profundidad descubro un Daniel movido por la fe. Una fe madurada y muy vinculada al entorno de la espiritualidad de la Compañía de Jesús. Tanto en la vivencia de una fe transformadora y dialogante con el mundo moderno, como en la vinculación con los jesuitas coincidíamos. Por supuesto en la reforma que el papa Francisco está llevando a cabo en la Iglesia.

Entonces descubro un Daniel en el que la entereza en su enfermedad, su entrega a sus hijos y esposa, su dedicación profunda a su vocación evidenciaban los principios evangélicos de entrega, solidaridad y paciencia en medio de las dificultades y mucho más allá de ellas. Pero su fe, auténtica, no era exhibicionista. Estaba detrás de sus actos y acciones, pero de forma discreta: como sal, fermento, semilla (imágenes profundamente evangélicas). Su espiritualidad ignaciana saltaba a la vista cuando yo le exponía mis dificultades y él aludía a la elección por Cristo y su bandera y la libertad interior frente a todo tipo de dificultad que pudiera sobrevenir. Con Daniel compartí esa visión de una Iglesia discreta, pero comprometida (tan recalcada por el papa jesuita Francisco), la idea del “poder” o la autoridad” o “responsabilidad” como servicio y nunca como autoservicio o dominación. Daniel tenía una visión de los conflictos siempre abierta a la solución del diálogo. “Salvar la proposición del prójimo” (San Ignacio), frente al juicio rápido de las personas. Dar oportunidad y tiempo antes que juzgar para que las personas se puedan explicar.

Descubrí su deseo de permanecer con sus hijos el mayor tiempo posible, a pesar de su enfermedad, pero la libertad interna frente a lo que pudiera suceder. Así me lo manifestó en su último mensaje enviado al móvil: “la vida me ha premiado, estoy satisfecho, pero sólo le pido a Dios que me permita estar con mis hijos hasta verlos mayores. No tengo nada que pedir, sólo dar las gracias a Dios por todo”. El mensaje lo recibí un miércoles y el sábado falleció. Amigo, compañero, colega… la vida para los que quedamos aquí sigue abierta al Misterio y truncada por la muerte, pero para los que ya habéis llegado a la meta es plenitud. Desde allí seguro que seguirás siendo esposo, padre, amigo y defensor de las clásicas. Nosotros nunca te olvidaremos.

He tenido que superar mi pudor para hablar de temas que hoy ya no son políticamente correctos, para hablar de cuestiones tan personales como la fe y las convicciones propias, pero es mi mejor forma de recordarte, Daniel. Como tú hacías… ibas al fondo de muchos temas, directo… Así he ido yo: al motor de tu vida y a tu horizonte: tu propia fe.

Quintiliano, también afirmaba: Conscientia mille testes (la conciencia vale más que mil testigos). A veces es necesario exponer lo profundo de nosotros para que, teniendo miles de testigos, puedan comprendernos mejor.

José Andrés García Soto

Profesor de latín y griego

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