José Luis Abraham López: «La cultura de la propina»

Empecemos primero por legislar y luego por promover la esplendidez del alma humana a costa de su propia voluntad.

Nos habíamos sentado en una terraza cubierta de un restaurante. Cuando nos atendió el camarero, y frotándose las manos, nos afirmó con amplia sonrisa que nos traería unas patatas. Después, pedidos apetitosos platos que hicieron las delicias de nuestros respectivos estómagos. Al traer la cuenta otra compañera, vimos que las patatas (supuesta “gracia de bienvenida” del local) estaban incluidas. Cinco euros habían cobrado por algo que no habíamos pedido. Sin acritud lo comentamos pero claro, “le ha servido mi compañero. Yo no estaba aquí así que yo no le puedo ayudar”. Cuando menos, sorprendente.

En uno de los veranos que nos permitimos salir al extranjero, nos sorprendió cuando al ir a pagar y controlar con la corona checa que la devolución fuera correcta, nos cayó como un jarro de agua fría el hecho de que nos cobraran la propina desde la misma caja registradora. Allí estuvimos esperando con caras de no haber roto nunca un plato la devolución.

Esta costumbre americana y europea se está imponiendo poco a poco en España. La Comunidad de Madrid “anima” a los ciudadanos a que se rasquen algo más el bolsillo y entreguen dádivas a los camareros porque “son las propinas las que hacen posibles esos pequeños sueños de quienes nos atienden cada día”, según reza el lema de dicho organismo. Desde luego, los sueños baratos son los más fácilmente alcanzables. Claro, este viene después de haberse negado a la subida del salario mínimo.

Este hecho deja en evidencia los sueldos paupérrimos que reciben quienes trabajan en el sector de la hostelería y el escaso estímulo que reciben de los empleadores.

Luego se animarán taxistas, peluquerías, servicios a domicilio… Si es cuestión de motivación, me da a mí que lo más sensato es que la reciban de sus jefes, de un mayor aprecio a su competencia, de un respeto en el desenvolvimiento de sus quehaceres. Este altruismo es cultural si entendemos que en otros países, este extra está más que asumido. Parece ser que la generosidad tiene bastante menos calado entre la clientela joven que requiere siempre el datáfono sea cual sea la cuantía del servicio disfrutado porque lo entiende como caridad en lugar de reconocimiento.

Una cuenta lógica: la propina es inversamente proporcional a la satisfacción del cliente y al tipo de servicio recibido.

Más curioso todavía es ver cómo el propio sector muestra sus armas contra la administración, a la que reclama subida de sueldos, incluyendo pagas extra.

En lugares como Estados Unidos y Latinoamérica se ha inculcado la costumbre de dejar entre el 10% y el 20% en propinas.

Si bien la ley española (artículo 10 del Estatuto de los Trabajadores) no contempla como obligación legal dar propinas, sí que destaca que dicho estipendio debe incluirse en la declaración de impuestos de los trabajadores, lo cual complica algo o mucho el asunto. Empecemos primero por legislar y luego por promover la esplendidez del alma humana a costa de su propia voluntad.

José Luis Abraham López

Profesor de ESO

y Bachillerato

 

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