¡Qué relación tan estrecha tiene este verbo (“meter”) con el término “pata” –aunque yo diría “pierna”, por aquello de ser un hecho más habitual en los humanos que en los animales–!
Sinceramente estimo que nos estamos acostumbrando a cometer errores inoportunos –con o sin intención–, por orgullo o apariencias, y ni siquiera pedir perdón por el daño realizado: vid. “sostenella y no enmendalla”, etimologias.dechile.net.
Recordad –recordemos– que el prestigio personal, de una ciudad, o el de sus ciudadanos, no es heredable de generación tras generación –como las posesiones o los títulos nobiliarios–, sino que viene dado por esfuerzo y comprensión de lo que, sin engaños ni retoques, realmente se puede presentar como logros al resto del mundo y a las gentes que nos contemplan.
La comunicación, la cultura, la ciencia y el ingenio, son imprescindibles siempre que las desarrollemos en sus más amplios sentidos y valores, sin ningún uso torticero, ni pifias, ni errores embarazosos.
En segundos de verdadera sinceridad puede estar la solución buscada durante días, siempre que, como mantienen los grandes autores, la musa nos pille despiertos y en “actitud de trabajo”.
Me refiero a nuestra verdadera posición ante las instituciones, los partidos políticos, los grupos de poder económico, etc. Exigimos, entre otras cosas, “igualdad territorial” (imprescindible), pero mantenemos nuestra “división local”. Exigimos un “trato preferente” (como deuda antigua), pero no nos esforzamos en “caminar hacia el futuro”. Exigimos “respeto” (incuestionable), pero no “conciliamos con los otros”.
¡Cuántos ejemplos podría poner aquí! ¡Cuántas oportunidades perdidas por el simple hecho de primar intereses particulares!
Y todo ello por el afán –diría “maldito”– de ser lo que no somos: ¡individualistas impenitentes instalados en nuestras mentiras!
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de
Ramón Burgos
Periodista