Plaza del Aljibe, Cogollos de Guadix :: Jesús Fernández Osorio

Jesús Fernández Alcalde: «Ser alcalde: una llamada a la ciudadanía»

Leo y escucho con preocupación las noticias que un día sí y otro también vienen apareciendo en los medios de comunicación sobre mi pueblo, sobre Cogollos de Guadix. Por precisar, me estoy refiriendo a las informaciones sobre la situación política existente en el mismo desde hace ya bastante tiempo. Se habla de una “guerra abierta”, de empadronamientos irregulares, de compra de votos, de ausencia de plenos, de tensión entre concejales, de agresiones y enfrentamientos, de presencia preventiva de la Guardia Civil… En suma, todo un conjunto de actitudes latentes de crispación que, como todos sabemos, sólo contribuyen a acentuar la división y a envenenar la convivencia.

Los que queremos y creemos en Cogollos demandamos que se afronte con la máxima urgencia, responsabilidad y sentido común el prioritario asunto de la gestión municipal y que se termine de una vez con ese malestar enquistado en el ejercicio del poder local. Unos perniciosos efectos ante los que sólo cabe agradecer la madurez y entereza mostrada por los vecinos y las vecinas para no dejarse arrastrar nunca por tan poco edificantes y desgarradores gestos que, es obvio, siempre pueden tener unos efectos lamentables e imprevisibles.

Para ello, a algunos, y al actual alcalde y diputado provincial en particular, Eduardo Miguel Martos Hidalgo, les correspondería, si de verdad creen en la democracia, pensar más en el interés general y menos en las ambiciones propias. ¡Ya está bien de oscurantismo y de negar el pan y la sal a la oposición en la gestión de los asuntos del municipio! Así, que, por mucha mayoría absoluta que se tenga–, habría que recordarles: que la asunción del poder en la totalidad más absoluta, cerrando y negando todo tipo de margen, derechos e información a sus adversarios, no ayuda precisamente en nada; que el fenómeno del caciquismo ya tuvo su momento histórico (y ya decidimos entre todos desterrarlo), y que hace falta mucha más generosidad y transparencia en los asuntos públicos, en los que son de todos y que a todos incumben. En suma, que deberían esforzarse más en convertir el Ayuntamiento en “una casa de cristal”, que se decía en mi época, sin nada que temer ni nada que ocultar. Un cambio profundo que, sin duda, ayudaría a mitigar las diferencias y a ahuyentar definitivamente las dudas y las sospechas.

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A otros, igualmente, a la oposición, también les tocará asumir su cuota de responsabilidad. Las urnas colocaron a cada uno en su lugar y, en este difícil tránsito hasta unas nuevas elecciones, sólo les resta proponer los proyectos, objetivos e ideas alternativas que puedan ilusionar a sus futuros votantes. Pero, sin olvidar que su función en la gestión de la cosa pública debiera ser trascendental: en el combate necesario de las desigualdades, en la vigilancia del cumplimiento de los acuerdos, en la censura de las decisiones injustas o arbitrarias y en la fiscalización correcta de las cuentas. Todo ello, dando muestras de prudencia y de mesura y tratando por todos los medios de restablecer los vínculos aparentemente rotos o intransitables que puedan existir en el consistorio.

A ambas partes me permitiría recordarles que, sin ser idílica, en nuestro pueblo siempre hubo una buena relación entre los miembros de las corporaciones locales y que hasta llegó a ser tradicional y rutinario el hecho de ir a tomar algo juntos después de cada Pleno, que habría que recordar tenía establecida una periodicidad ordinaria mensual (y nada de plácidas comisiones de gobierno). Un momento que se solía aprovechar para relativizar posiciones, para aclarar las posibles discrepancias surgidas y hasta para mitigar las diferencias. Era, si se quiere, una visibilización clara y contundente de que era mucho más lo que nos unía que lo que nos podía separar. Y, sí, también estaban representadas distintas opciones políticas, como ahora, entre las que, por supuesto, había puntos en conflicto o desacuerdo. Toda una serie de corporaciones, presididas por Rafael Jiménez Tapia, por Francisco Fernández Molero, por Francisco Jesús Travé Gómez y por mí mismo, que se alegraron de los éxitos y de los aciertos comunes y que sintieron como propios los errores y los fracasos. Unos fracasos y unos errores ante los que supieron sobreponerse y luchar sin desfallecer para intentar revertirlos, y para tratar de alcanzar los mejores de los sueños colectivos para Cogollos.

Calle Granada ::JFO

Además, y dejándonos de rodeos, ante la deriva que últimamente están tomando los acontecimientos, ya va siendo necesaria algún tipo de mediación que encauce el prolongado conflicto que se vive en la institución municipal. La política local debería ser siempre un ejercicio libre y voluntario enfocado a mejorar la vida del conjunto de sus habitantes y a fortalecer sus relaciones de vecindad. Algunos lo intentamos el pasado verano y, junto con Moisés Navarro Fernández y Antonio Peralta Gámez, propusimos al Ayuntamiento la realización de unas jornadas culturales de reflexión y debate en las que se pudiera intercambiar puntos de vista sobre el pasado, el presente y el desarrollo futuro del pueblo. Los ponentes invitados, de muy distintos ámbitos y ejercicios profesionales, iban a ser todos nacidos o vinculados muy estrechamente con Cogollos y, lógicamente, con distintas tendencias ideológicas. Toda una apuesta destinada a favorecer la convivencia, a resaltar el mundo de los afectos y los sentimientos compartidos, a revitalizar nuestras raíces y como ejemplo práctico de que tener ideales distintos no era algo excluyente sino complementario. Pues bien, y como todos saben, estimando que los que nos habíamos ofrecido a impulsarlas teníamos un marcado cariz contrario al equipo de gobierno, se nos censuró y prohibió su realización.

Para finalizar, en mi caso particular, y volviendo a las actuaciones y hechos que nos ocupan, ahora, pasado el tiempo y con una mirada de análisis retrospectiva –de más de dos décadas, me gustaría apuntar que si de algo, de verdad, puedo decir que estoy orgulloso en mi etapa de compromiso con mi gente, con mi pueblo y con el tiempo que me tocó estar al frente del Ayuntamiento, más allá de los logros o progresos puntuales que se pudieran tener o no, fueron los ocho años de respeto, diálogo y corresponsabilidad que hubo entre todos los ediles dentro de las lógicas divergencias y diferencias puntuales. Una participación equilibrada y estable que, estimo, fructificó en el largo periodo de estabilidad, de pertenencia y de unidad que siempre predominó entre todos los cogolleros y cogolleras.

No ayudemos más al desprestigio creciente de la política, dejémonos ya de frentismos, de barullos, de chanchullos y de exclusiones. Es hora de que podamos gobernarnos a nosotros mismos, de que se aumenten las dosis de confianza en lo que nos queda por delante, de intercambiar ideas sin sobresaltos y de apuntar juntos en la misma dirección. La ciudadanía de Cogollos tiene la palabra. Pongámonos a trabajar; o, al menos, habrá que intentarlo.

 

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Jesús Fernández Osorio

Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).

Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.

Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘,

Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘ y coautor del libro

Torvizcón: memoria e historia de una villa alpujarreña‘ (Ed. Dialéctica)

Jesús Fernández Osorio

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