Julio de 2024, huyes del calor y la soledad producida por la gran evasión veraniega en la ciudad a una pequeña localidad costera de mala fama para los descendientes de los Sanitex y allí en medio de la rutina parece que este verano entre sesión y sesión de playa, compra, calor sofocante, ruleta de la fortuna y Tour de France aparece, rara en la temporada estival, alguna noticia interesante.
Llegamos a casa sudados como pollos y con la tensión por los suelos, maldito verano cambio climático incluido. Mientras preparamos los alimentos siempre iguales y aburridos que nos depara el señor Roig y por los que, a pesar de todo, tenemos que dar gracias por tener al hecho de no haber nacido en casi cualquier esquilmado país africano o en Palestina.
Comienza el telediario, el caso es que sorprende una noticia fresquita veraniega y pegadiza en el cerebro, aun en contra de la voluntad, un cántico “Lamine Yamal, cada día te quiero más”, qué mierda es esto te preguntas y resulta que es Estopa en un concierto, bueno, te caen simpáticos porque son un grupo humilde que te recuerda buenos momentos de tu juventud y que, encima, y sobre todo, reniega de la meritocracia.
Acto seguido, otra relacionada con el fútbol y la dichosa Eurocopa, otra vez Lamine Yamal, esta vez con el 304, lo hace con sus manos y nos explican su origen, el barrio obrero donde este chico de diecisiete años recién cumplidos se ha criado. Debería estar estudiando digo, ha aprobado la ESO me recriminan, bueno, vale, por ahí dejamos pasar el asunto.
Y, a continuación, la vergüenza del reparto de MENAS. Recuerdo que Habiba Hadjab Boudiaf nos contó que casi todas las niñas o mujeres que llegan a España habían sido violadas en el camino y los chicos u hombres, torturados, algunos niños soldado, otros explotados en minas de las que se obtienen los minerales para nuestros teléfonos móviles. En la exposición “Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910)” que se puede ver en el Museo Nacional del Prado de Madrid (del 21 de mayo al 22 de septiembre de 2024), se recuerda que durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX unos 50 millones de europeos emigraron a América en busca de una vida mejor. De ellos, en torno a una décima parte eran españoles. En los cuadros y en las fotografías se les ve desnutridos y con pánico en los ojos.
Y, por último en el noticiario, la muerte, la muerte anónima y que no conmueve. Unas treinta y tres personas inmigrantes muertas al día de media desde enero hasta mayo en alguna de las rutas que traen a España.
No sé a qué puede responder este orden de las noticias en el telediario pero seguro que no es inocente, qué pena que no esté ya con nosotros el profesor Juan Carlos Rodríguez para preguntarle. Futbol y luego “el reparto” de inmigrantes, que no es otra cosa que la infamia y por último, la muerte, aparentemente inevitable, para olvidar y no cambiar.
Ojalá la vida, la sociedad, el conocimiento y la empatía fueran tan fáciles como el fútbol u otro juego. Parapetarse tras la pancarta del odio y la mentira, enfrentar al último con el penúltimo, difundir bulos, es muy fácil. Explicar a los jóvenes imbuidos en sus Tiktok, Instagram y Whatsapp, (como los mayores, por otra parte); la colonización de África, memoria histórica, que los españoles también han tenido que emigrar en masa a muchos lugares, no hace tanto, requiere de esfuerzo y de lucha contra inercias difundidas no inocentemente por algunos programas de televisión y redes sociales a diario. No digamos, simplemente, concluir que el gol de Lamine Yamal o el de Nico Williams son un milagro, no solo futbolístico sino por el azar que hizo que sus padres no murieran en el mar como tantos buscando simplemente vivir.
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IES Emilio Muñoz
(Cogollos Vega)