José Luis Abraham López: «Un huésped inoportuno»

Qué poco ayuda saber que si una cigarra se cuela en casa es signo inequívoco de buena suerte

Las chicharras o cigarras estridulan lo mismo que los burros rebuznan o los elefantes barritan. Ella, simplemente grita. Qué poco ayuda saber que –tirando de simbología–, si una cigarra se cuela en casa es signo inequívoco de buena suerte.

Escuchas de lejos a tan incómodo huésped, pero en cuanto te acercas con la esperanza de que darás con su paradero, la muy maldita calla. Escoba en mano izquierda y paño en la derecha, revisas armarios y rincones. No basta el sigilo ni la vista aguda. Adoptar a este artrópodo traería nefastas consecuencias para la convivencia conyugal, así que adoptas otras estrategias porque no te resistes a que una chicharra te pueda ganar en paciencia.

Una vez que me acomodo, ahí está de nuevo con su intermitente pero persistente sonido. Durante un minuto puede terminar pareciendo el goteo de un grifo mal cerrado. Acompañado de mis armas, me acerco, esta vez con la convicción de que no tiene escapatoria posible. Ahora tengo claro que la fugitiva está oculta en el lavabo resguardada de la humedad y calidez del sifón o a punto de asomar su cabeza por la válvula, así que su jaula se va estrechando. Ya sé que es muy previsible: dejo abierto el lavabo y proyecto insecticida durante unos segundos cerrando la puerta del aseo. Le enseño cortésmente la salida con un click-clack que intenta no importunarla demasiado.

Le doy un tiempo razonable y hasta hacemos apuestas de cuánto tiempo aguantará en su hasta ahora confortable reducto. La única deducción es que por su sonido debe ser pequeña; la delata «su ronca guitarra senil» que diría Rubén Darío (“Sinfonía en gris mayor”).

Transcurridos unos minutos, creyendo que aún permanece en su guarida, ella le habla como un miembro más de la casa hasta que su presencia provoca un grito atronador que no me extrañaría haya parado de pronto su corazón abdominal. Enseguida acudo a su reclamo a hacer el trabajo sucio. Celebramos nuestra vuelta a la normalidad hasta que caemos en la cuenta de una verdad como un templo: si hay cría hay madre…

Si la cigarra vibra en su canto, ella sigue gritando en su inquietud.

José Luis Abraham López

Profesor de ESO

y Bachillerato

 

José Luis Abraham López

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